Orientación emocional

La arrogancia: una actitud que nos aleja de los demás

Leonor Andrade Castillo

La arrogancia es una actitud de superioridad o presunción que se manifiesta en el comportamiento de una persona. Se caracteriza por una creencia exagerada en la propia importancia o valía, así como por un desprecio o falta de consideración hacia los demás.  La arrogancia puede manifestarse de muchas maneras. Algunas personas arrogantes son abiertamente prepotentes y autoritarias, mientras que otras lo son de manera más sutil.

Las personas arrogantes suelen creer que merecen un trato especial. Esta actitud puede manifestarse de diversas formas: 1.- Actitud de superioridad: las personas arrogantes suelen tratar a los demás con desdén o superioridad. Pueden hacer comentarios despectivos, o incluso humillar a los demás. 2.- Orgullo: las personas arrogantes suelen sentirse orgullosas de sí mismas, y de sus logros. Pueden presumir de sus éxitos, o incluso menospreciar los logros de los demás.  3.- Presunción: las personas arrogantes suelen dar por hecho que tienen razón, y que los demás están equivocados. Pueden interrumpir a los demás, o incluso hablar por encima de ellos.  4.- Falta de empatía: Las personas arrogantes tienen dificultades para ponerse en el lugar de los demás y comprender sus sentimientos.

La arrogancia puede manifestarse en nuestras vidas de muchas maneras, tanto a nivel personal como profesional. A nivel personal, la arrogancia puede dificultar nuestras relaciones con los demás, ya que puede provocar rechazo y conflictos. A nivel profesional, la arrogancia puede dificultar nuestro éxito, ya que puede generar desconfianza y dificultar la colaboración con los demás.

Algunos ejemplos de arrogancia en la vida cotidiana son: 1.- Una persona que interrumpe constantemente a los demás para hablar de sí misma. 2.- Una persona que se niega a ayudar a los demás, ya que cree que no lo necesitan o por el contrario, pudiera presentarse en una persona que ayuda a los demás y secretamente se siente superior por hacerlo. 3.- Una persona que hace comentarios ofensivos o humillantes sobre los demás. 4.- Un jefe que trata a sus empleados con desdén, o que se atribuye el mérito de los éxitos de su equipo.  5.- Un estudiante que se burla de los compañeros que no obtienen buenas notas.  6.- Alguien que hace comentarios despectivos sobre las personas de otras culturas o religiones.

La arrogancia es una actitud que puede ser difícil de reconocer en nosotros mismos. No obstante, hay algunas señales que pueden indicar que estamos siendo arrogantes: 1.- Escuchar poco o nada a las demás personas. En su lugar hablamos mucho e imponemos nuestra posición por considerar que es poco más o menos la única válida. 2.- Criticar o juzgar a los demás constantemente. 3.- Tener dificultades para aceptar las críticas. 4.- Creer que siempre tenemos la razón.  

Para observarnos en la arrogancia, podemos prestar atención a nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos. Algunos ejemplos de pensamientos arrogantes pudieran ser: 1.- «Soy mejor que los demás. No hay nadie que pueda superarme.»  2.- «No me merezco que me traten de esta manera.» Las personas arrogantes creen que merecen un trato especial. Se sienten frustrados o indignados cuando no reciben el trato que creen que merecen.  3.- «No necesito a nadie.» Las personas arrogantes creen que pueden valerse por sí mismas. No necesitan la ayuda o el apoyo de los demás.  También podemos observar nuestro comportamiento. Si nos damos cuenta de que estamos actuando de manera prepotente, desconsiderada o grosera, es posible que estemos siendo arrogantes.

Estos son sólo algunos ejemplos, hay muchas otras formas de pensar y comportarse arrogantemente. Es importante ser conscientes de nuestros pensamientos y sentimientos para poder identificar los que pueden ser arrogantes.

La arrogancia es una actitud que puede ser muy dañina para las relaciones personales y profesionales, así como para el desarrollo personal. Es importante ser conscientes de nuestros pensamientos, palabras y acciones, para evitar caer en la arrogancia.  Por el contrario, no ser arrogante tiene muchos beneficios. Ser humilde nos hace agradables a los demás, abiertos a aprender de los demás y capaces de establecer relaciones positivas.   Se me ocurre que en el próximo artículo pudiéramos conversar sobre la humildad.  Si hay algún otro tema del que quisieras que conversáramos háznoslo saber en los comentarios.  Un abrazo.

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Seamos Tolerantes

Leonor Andrade Castillo

En este momento mientras escribo, puedo ver el cielo azul, despejado y sentir el silencio a mi alrededor.  Mi perrita duerme plácidamente.  No obstante, aun cuando mi entorno está tranquilo, me siento apesadumbrada por situaciones de violencia en diferentes partes del mundo.  Si no nos dijeran de quiénes se trata, veríamos miles de personas anónimas fallecidas en situaciones de violencia armada, personas que han perdido a sus seres queridos, sus casas, las escuelas de sus hijos, hospitales a dónde acudir, personas que se sienten perdidas sin saber qué hacer, y en un primer momento sin siquiera saber qué ha ocurrido.

Tomemos esta situación extrema y reflexionemos sobre cómo nos relacionamos con los demás y resolvemos nuestras diferencias.  Te pregunto: ¿Cómo te relacionas con las demás personas en tu vida cotidiana?  ¿Cómo manejas tus diferencias con los demás, sean éstos, familiares cercanos, parejas, vecinos, compañeros de trabajo, o incluso desconocidos con los cuales tienes diferentes puntos de vista y desencuentros?  ¿Impones tu punto de vista sobre la otra persona partiendo de que tienes la razón?  ¿Cedes frente a la otra persona, independientemente de lo que esté planteando, para así evitar un conflicto?  Ambas formas son extremos: O me impongo o cedo.  No obstante, existe otra forma de relacionarme con los demás, partiendo de la tolerancia.  La palabra tolerancia proviene del latín tolerantia, que significa «soportar». Sin embargo, la tolerancia no es sólo una cuestión de soportar a los demás, sino de respetarlos y aceptarlos tal como son.  

La tolerancia se define como el respeto y la aceptación de las diferencias que existen entre las personas, ya sean de origen, cultura, religión, opinión, orientación sexual, identidad de género, discapacidad o cualquier otra característica. La tolerancia implica reconocer que todos los seres humanos tienen el mismo valor y dignidad, y que tienen derecho a expresarse y a vivir libremente sin ser discriminados ni violentados.  Cuando somos tolerantes, reconocemos el derecho de los demás a ser diferentes, y les permitimos expresar sus ideas y creencias libremente. ¿Qué es eso de practicar la tolerancia? Practicar la tolerancia no significa estar de acuerdo con todo lo que piensan o hacen los demás, ni renunciar a nuestras propias creencias o valores. Practicar la tolerancia significa dialogar con los demás, escuchar sus puntos de vista, comprender sus razones, buscar puntos en común y aceptar las diferencias. 

En tu vida cotidiana cuando estás relacionándote con otras personas ¿Escuchas a la otra persona? ¿Te pones en su lugar? ¿Negocias con la otra persona para llegar a un acuerdo?  Comparto contigo ejemplos de tolerancia en la vida cotidiana: 1- Padres que respetan las creencias religiosas de su hijo, incluso si no son las suyas. 2.- Parejas que aceptan las diferencias entre ellos, como sus gustos o intereses y encuentran puntos de encuentro.  3.- Amigos que se apoyan mutuamente, a pesar de sus diferencias.

La tolerancia tiene muchos beneficios para nuestras relaciones personales y sociales. Entre ellos, podemos destacar los siguientes: 1.- Mejora la comunicación: La tolerancia nos permite escuchar a los demás con respeto, incluso cuando no estamos de acuerdo con ellos. Esto facilita la comunicación y la resolución de conflictos.  2.- Favorece la comprensión. Cuando somos tolerantes, estamos más abiertos a aprender sobre las diferentes perspectivas de los demás. Esto nos ayuda a comprender mejor el mundo que nos rodea y a crecer como personas. 3.- Construye puentes: La tolerancia nos permite conectar con las personas que son diferentes de nosotros. Esto ayuda a crear comunidades más fuertes y cohesionadas.

La tolerancia es una actitud que se puede aprender y practicar. Aquí hay algunas opciones para desarrollar la tolerancia en nuestra vida: 

 1.- Practica la empatía. La empatía es la capacidad de ponernos en el lugar del otro, de comprender sus sentimientos, motivaciones y perspectivas. La empatía nos permite entender mejor a las personas y sus razones, sin juzgarlas o criticarlas. Para practicar la empatía, podemos escuchar activamente, hacer preguntas, expresar interés y mostrar apoyo.  2.- Amplía tu conocimiento. El conocimiento nos permite ampliar nuestra visión del mundo y de las personas. El conocimiento nos ayuda a romper estereotipos, prejuicios y falsas creencias que pueden limitar nuestra tolerancia. Para ampliar nuestro conocimiento, podemos leer, investigar, viajar, aprender idiomas, conocer otras culturas y tradiciones.  3.- Reconoce tus propios errores. Todos cometemos errores y tenemos defectos. Reconocer nuestros propios errores nos ayuda a ser más humildes y compasivos con nosotros mismos y con los demás y nos permite aprender de ellos y mejorar como personas. Para reconocer nuestros propios errores, podemos reflexionar, disculparnos y reparar el daño causado.  4.- Sé honesto contigo mismo sobre tus propios prejuicios. Cuando reconoces tus prejuicios, puedes empezar a trabajar para superarlos. 6.- Acepta que cada persona tiene derecho a expresar su punto de vista, aunque no estés de acuerdo. Dialoga con argumentos, sin imponer, ofender o descalificar. 

Como lo expresa el Dalai Lama: «La tolerancia es el mejor regalo que podemos hacer a nosotros mismos y a los demás».

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La Honestidad es una Decisión

Vivo en un país de contrastes. A diario vivo u observo situaciones que podría calificar de extremas. 

Leonor Andrade Castillo

Cada día aumenta el abandono y el maltrato, tanto en animales como en personas. Los niños están más y más a la deriva, ya que cuando llegan a sus respectivos colegios no hay actividades. Cantidad de profesionales no tienen qué comer, mucha gente tiene accidentes por el deterioro de la vialidad y no hay a quién recurrir que asuma la responsabilidad por los gastos que acarrea la reparación, familias enteras no tienen cómo cocinar por la falta de gas, adultos mayores no tienen ningún tipo de ingreso ni apoyo familiar (sea que éstos estén en el país o hayan migrado), no tienen qué comer y mucho menos tienen acceso a los medicamentos que requieren. 

También estamos abandonados como colectivo: Ejemplo de ello: 1.- Cómo se dañan los electrodomésticos como consecuencia de la inestabilidad del servicio de electricidad. 2.- Familias pierden sus automóviles por inundaciones, producto de que los organismos encargados de ello no reparan los drenajes de aguas servidas. 3.- Gente muere de mengua en los hospitales, o incluso en sus casas por la inexistencia de un servicio de salud que los atienda.  4.- Gente con la documentación de identidad vencida o perdida que se le dificulta tanto hacer la gestión que desiste. 5.- Gente que no recibe agua por tubería en meses y en algunos casos hasta años.  

Estas situaciones son caldo de cultivo para que se presenten personas que ofrezcan alguna solución “mágica” que ayude a superar lo que estás viviendo.  Algunos ejemplos pueden ser: 1.- Ofertas engañosas para hacer dinero de manera rápida.  2.- Ofertas de bombonas de gas llenas que terminan siendo una estafa (sólo están llenas parcialmente).  3.- Venta de medicamentos que no consigues (muchas veces vencidos o falsos).  4.- Gestión de una cita en algún organismo para hacer una gestión.  Todos éstos son ejemplos de deshonestidad.

La cuestión está en que la deshonestidad para que se dé requiere de dos: el que ofrece la solución “mágica” y el que la acepta.  A veces no nos damos cuenta y caemos.  Ello no nos exime de responsabilidad.  

Te preguntarás qué es la honestidad.  La honestidad es una virtud que consiste en decir la verdad, actuar con coherencia y respetar los compromisos adquiridos. Ser honesto implica tener un comportamiento ético, justo y responsable, tanto con uno mismo como con los demás.  En un artículo titulado La Ciencia de la Honestidad, publicado en la página de las Naciones Unidas se define la honestidad como “hablar y actuar con sinceridad, es más que no mentir, engañar, robar o hacer trampas. Implica mostrar respeto hacia los demás y tener integridad y conciencia de sí mismo. La honestidad es la base de la confianza y la clave de las relaciones sociales; nos da esperanza, confianza, compasión y mejora la toma de decisiones.” (En: La Ciencia de la Honestidad (unodc.org))

La honestidad implica una decisión.  Es una decisión personal que tomamos en cada una de estas situaciones que vivimos. 

La honestidad se puede desarrollar mediante la práctica constante de valores como la sinceridad, la integridad, la lealtad y la honradez. Estos valores nos ayudan a fortalecer nuestra autoestima, nuestra confianza y nuestra credibilidad. Además, nos permiten vivir en armonía con nuestro entorno y evitar conflictos o problemas derivados de las mentiras o las traiciones.

Algunos ejemplos de situaciones en las que podemos practicar ser honestos son: 1.-Reconocer nuestros errores y pedir disculpas cuando sea necesario. 2.- No copiar ni plagiar el trabajo de otros, sino citar las fuentes. 3.- No hacer trampa ni engañar en los exámenes, juegos o negocios. 4.- No robar ni apropiarse de lo que no nos pertenece y tampoco aceptar comprar cosas robadas que nos ofrezcan a un precio tentador. 5.- No ofrecer ni aceptar soluciones mágicas. 6.- No ocultar ni manipular información, sino comunicarla de forma clara y transparente. 7.- No prometer lo que no podemos cumplir, sino ser realistas y responsables con nuestros compromisos. 8.- No aprovecharnos de la confianza o la bondad de los demás.

Ser honesto es posible si en cada situación: 1.- Reflexionas con calma sobre lo que está sucediendo y te observas antes de actuar. 2.- Escuchas al otro de manera empática. 3.-Expresas al otro con sinceridad lo que piensas y sientes. 4.- Asumes tu responsabilidad por la decisión que tomes.  5.- Evitas las excusas, las justificaciones y los autoengaños. 6.- Reflexionas sobre tus valores y principios, y actúas de acuerdo con ellos. 7.- Escuchas con atención y empatía a los demás, y expresas tu opinión con respeto y sinceridad. 8.- Buscas el bien común y no solamente tu beneficio personal y colaboras con los demás de manera solidaria.

Ser honesto te beneficia a ti mismo y a los demás, nos permite vivir con tranquilidad, confianza y bienestar, tanto de manera individual como colectiva. Ser honesto nos hace mejores personas, nos acerca al logro de nuestros sueños y metas y nos permite contribuir con la construcción del país honesto y solidario que todos queremos. Lo único que requieres es tu propia decisión de actuar con honestidad en cada situación. Entre todos lo podemos lograr.  Recibe un abrazo.  Hasta la próxima. 

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Dar de Comer, un Aprendizaje

Leonor Andrade Castillo

Para mí, darle de comer a mi mamá está siendo cada vez más retador.  Es un proceso lento que requiere paciencia, compasión (conmigo y con ella), creatividad y sentido de la oportunidad.    El sentido de la oportunidad es muy importante.  Hace poco más de un año, un día, ante lo difícil que estaba resultando que mi mamá comiera, decidí licuarle la comida. El resultado fue catastrófico. Mi mamá, que obviamente estaba teniendo dificultades para masticar y tragar desde mi perspectiva, se ofendió y no comió en todo el día.  No era el momento para ella.  Me había adelantado y por supuesto no funcionó. 

Es imprescindible ir cambiando no sólo la manera de cocinar los alimentos sino lo que cocinamos y cómo se lo ofrecemos y damos a nuestro familiar, todo en un proceso que es como una danza en la que tenemos que estar alineados con su nivel de disposición.

Lo ideal es prepararle una comida blanda, fácil de tragar y que no se pegue en la boca o la garganta. Algunos ejemplos son las cremas, los purés, los yogures, los jugos de frutas, la gelatina, el pudín, la avena.  ¿Qué hay que evitar?  Los alimentos duros, secos, fibrosos o con semillas, como el pan, las galletas, las verduras crudas, las nueces o las uvas, entre otros.  

Hasta hace muy poco mi mamá todavía podía comer vegetales picaditos pequeñitos, tortillas suaves, pollito suave y desmenuzado y purés con algunos pedacitos de la verdura. Hoy, ya no puede masticar ni tragar estos pedacitos por muy suaves y pequeños que sean.  La tortilla se convirtió en pudín de algún vegetal, y el puré lo paso por la procesadora para que no le quede ningún grumo, para facilitar así que se lo pueda comer. El pollo con vegetales ahora es una crema de verduras y la cuchara está siendo sustituida cada vez más por el vaso.  

¿Cómo llegamos a este punto?  Observando y haciendo los cambios de manera gradual, presentándoselos como algo nuevo que queremos que pruebe a ver si le gusta.  Hay un dicho que dice:  El cambio se da cuando el costo de seguir haciendo las cosas igual es más alto que es costo de cambiar. En ese punto está la oportunidad.  Observo e incluso a veces dejo que la situación se vuelva casi insostenible, y en ese momento, introduzco el cambio, como por ejemplo cambiar la tortilla por pudín de espinaca.  Ya estaba siendo insostenible tanto para mi mamá como para nosotras.  Darle la tortilla era un suplicio.  Consciente de que, aun así, mi mamá podría no aceptarlo, preparé el pudín, lo hablé con la señora Teresa y lo llevé. Se lo ofrecí, lo probó y funcionó.  Aquí quiero comentarte dos cositas más: La primera es que esto es un proceso dinámico.  La enfermedad sigue avanzando y lo que hoy sirve, mañana no necesariamente será así. No te culpes ni te frustres. Sólo observa y busca nuevos ajustes.  La segunda, es servir porciones pequeñas, conforme a lo que tu familiar realmente puede comer. De esa forma evitarás frustrarte esperando algo que no sucederá. 

Como ves, no se trata solamente de cocinar y dar de comer.  Se trata de observar a tu familiar de manera empática, compasiva, observarte a ti y observar la situación.  Es necesario estar pendiente de ti para que puedas estar disponible para tu familiar.   Imagínate esta película:  Sales al mercado y compras lo que hace falta para preparar una comida adecuada para tu familiar.  Cocinas todo para que quede suave, fácil de tragar y con buen sabor.  Lo pruebas y te gusta.   A la hora de comer, preparas el ambiente para que todo esté tranquilo, sin interrupciones, en silencio.  Le subes el espaldar de la cama clínica para que quede sentada y colocas tu silla y la mesa de comer a una altura adecuada.  Le dices a tu familiar que van a comer. Le ofreces la comida y se niega a abrir la boca.  

Esperas un tanto y nada.  Ni te mira.  Está como ido y cuando logras llamar su atención y le pides que pruebe, te ve con ojos retadores y tranca la mandíbula aún con mayor fuerza.  Esperas otro tanto.  Nada. Lo ayudas a abrir la boca, y cuando lo logras, te escupe la comida.  En ese punto es probable que sientas frustración. Pasa por tu mente, no solamente el tiempo que tienes tratando de que coma, sino también el tiempo de escogencia de lo que ibas a preparar, el tiempo de buscar recetas, escoger y comprar los ingredientes, y el tiempo que te llevó preparar la comida.  Y te preguntas: ¿Hasta cuándo?  ¿Será que mi comida sabe mal?  Se te va acumulando una sensación de frustración y de impotencia, rabia o incluso dolor.  En la medida que van creciendo estas emociones tu cuerpo se va tensando, va aumentando tu cansancio y cada segundo que pasa se te hace cada vez más difícil que tu familiar coma.  

¿Qué puedes hacer?  Lo primero es estar pendiente de ti.  Observa tus pensamientos y las emociones que se te disparan.  Tu malestar es producto de lo que piensas sobre la situación, no por la situación en sí. Date un tiempo para observarte y dejar ir.  Si es necesario, aléjate un poco, y luego ya calmado regresa y retoma desde cero.  En mi caso, ya calmada, le pido a mi mamá que colabore conmigo y abra la boca que vamos a comer. Generalmente funciona.  Después de cada sesión de comida, pregúntate: ¿Qué aprendí?  De esa forma, transformas lo que pudiera resultar una frustración en un aprendizaje. No estás solo. Puedes contar con mi apoyo de profesional y de experiencia de mi primera mano. Te mando un abrazo.  Hasta la próxima. 

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