Marca País en Pasión País

Los patrimonios culturales inmateriales hacen Marca País

Inés Muñoz Aguirre

La memoria es un aspecto clave en la construcción de la Marca País. Una memoria que servirá de puente para un tránsito permanente entre el pasado y el presente.

¿Qué valores sociales vamos a convertir en protagonistas de esas memorias? Un valor clave está conformado por las costumbres y las tradiciones de un país.

Tambores de San Juan en Venezuela, un patrimonio cultural inmaterial

¿Cómo determinar dicha valoración? Hurgando en las formas de expresión surgidas de la sociedad misma y que comienzan a transmitirse de generación en generación.

Estos son valores que se convierten en patrimonios culturales inmateriales, los cuales como elementos de identificación han ido adquiriendo tanta importancia para el desarrollo que la UNESCO ha intervenido con el fin de crear un ordenamiento que contribuya a su ordenamiento.

Es así como la página de la UNESCO dedicada a este tema nos aclara lo siguiente: “…comprende también tradiciones o expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes, como tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional…”

Esta definición nos habla también de la amplitud de dichos términos, lo cual nos permite trabajar sobre clasificaciones de larga data histórica que como es obvio nos conducen hacia nuestras raíces y a indagaciones certeras sobre nuestra identidad.

En el caso de Venezuela nuestro gran valor social radica en la confluencia de diversas culturas en las que la indígena originaria, la española y la africana conforman una base indisoluble.

La negación de cualquiera de ellas, sería una mutilación subjetiva que preñada de otros intereses pretendería suprimir un ingrediente clave de la fórmula social que nos compone.

Vamos a indagar sobre este camino en nuestro propósito de construcción de una Marca País para encontrarnos con las bases certeras que nos conducen hacia un futuro de integración, en el que las grandes sociedades trabajan.

La construcción de la Marca País en un mundo globalizado, permite además que aun con la eliminación de las fronteras que propicia la globalización, los seres humanos puedan mostrar una identidad que al final es lo que nos salva de formar parte de una masa inerte ante su propia historia.

Y el Estado qué?

Inés Muñoz Aguirre

El principio fundamental para la creación de una Marca País tiene que ver con generar una Identidad propia frente a los mercados internacionales. 

¿Cuál es el papel del Estado frente a esta definición? En los tiempos que corren, que han contribuido a disminuir  las fronteras en el ámbito comercial y de desarrollo, en los que las redes sociales contribuyen a la transformación del mercado y las plataformas digitales aceleran los tiempos de negociación se delimita más el poder de los gobiernos.  Ellos tienen objetivos claros en los que una buena gestión se vuelve la protagonista de lo que ellos hacen, pero el motor para impulsar el desarrollo surge de los profesionales preparados en los diversos temas que se abordan en alianza directa con. La empresa privada. 

Nos encontramos con una  plataforma mundial en la que en este ámbito lideran los productos, las empresas, las marcas y los territorios que cargados de virtudes para el mundo turístico, incentivan y motiva el desplazamiento de personas en busca de recreación, comodidad, belleza, esparcimiento y seguridad.

Estos tiempos de concepción actualizada sobre las responsabilidades de los distintos organismos estadales, en los que la gestión pasa a ser protagonista se trabaja en la construcción de incentivos. 

Se necesita de los organismos estadales en la construcción de la necesaria motivación para la inversión, la estrategia y las propuestas que contribuyan a elevar una marca que donde quiera que se vea atraiga la atención sobre ella. 

No se trata solo de posicionar un nombre, una idea, una expresión gráfica, se trata de generar las mejores recompensas a todo el que esté dispuesto a invertir en ese posicionamiento. Sobre todo no podemos olvidar que cuando se habla de marca país se habla de relaciones internacionales, porque una Marca País crece en la medida en que atrae la inversión extranjera. 

Con esto podríamos decir que el crecimiento de la inversión extranjera refleja de cierta manera, cual es la proyección que tiene un país en otras latitudes? Habría que atreverse a decir que sí, simplemente apoyados en indicadores que pueden ser claves.

¿Invertiría usted en un país que no le garantice y defienda su derecho a la propiedad? ¿Invertiría usted en un país donde el pago de sus impuestos municipales no esté regido por el buen servicio, la transparencia de procesos, el conocimiento de las regulaciones? Es clave también los procesos de registros de marcas, empresas, estructuras aduanales y todo aquello que tiene que ver con el respaldo al establecimiento del libre comercio. 

En el caso del servicio tiene que ver con buena infraestructura, seguridad, sistemas de transporte, capacitación del personal, establecimiento de reglas sobre precios y productos que garanticen calidad y diversas opciones. 

La experiencia también ha demostrado que los Estados que buscan obtener resultados de la Marca País lo que hacen además de garantizar todo lo que tiene que ver con los marcos legales, es contribuir al establecimiento de las relaciones internacionales. 

En ese mundo de intercambios el Estado y sus organizaciones sirven de puente. Por ello es frecuente ver como funcionarios suelen viajar en compañía de empresarios privados quienes acuden a mesas de trabajo y encuentros previamente formulados.

Es decir que los organismos públicos sirven de facilitadores. Usted puede preguntarse: ¿Y cuál es el objetivo de dicha facilitación? Muy claro, mover la economía. 

Los grandes gestores del Estado tienen claro que en la medida en que todo se dispone para que las empresas se puedan desarrollar, en esa misma medida el Estado factura. Una economía clara y en crecimiento tiene que ver con que al Estado le entran suficientes recursos como para invertir en salud, educación, infraestructura y seguridad que son los cuatro pilares fundamentales para el desarrollo. 

Un Estado camino al desarrollo es un Estado capaz de contribuir a la creación de una Marca País. 

Seguir ejemplos

Inés Muñoz Aguirre

Un país que busca proyección asume como uno de sus grandes capitales la presencia de la empresa privada. El ejemplo sobre el cual trabajamos en el capítulo anterior de la creación en Colombia de la marca Juan Valdez es un ejemplo claro de ello. Su propio capital se circunscribiría a la capacidad de formar equipo, la aceptación de tumbar barreras que hace de una presencia individual una presencia colectiva, unidad de criterios, independencia de la política, calidad del producto y capacidad de proyección.

Pero también es importante destacar que la empresa para alcanzar el desarrollo necesario que le permita identificarse con la construcción de una marca país tiene dos bases fundamentales sobre la que sustenta su proyección para esta área,  por un lado es importante el entorno que rodea la empresa, ese entorno tiene que ver con las reglamentaciones, los deberes y derechos que incentivan su desarrollo, las retribuciones o reconocimientos por parte del estadio legal y administrativo de su país de origen para estimular su proyección. Por otro lado su estructura interna, su capacidad organizativa, la transmisión de un mensaje y concepto unificador del equipo, quien termina por entender y hacer suyo un principio que los conduce junto con sus aliados a caminar en una sola dirección. 

Durante un largo periodo de tiempo la empresa petrolera venezolana, era casi sin saberlo, un gran capital semilla que contribuía a la creación de la marca país. En el año 1994 por mencionar un hito de su importante historial llegó a ser considerada la segunda corporación petrolera más importante del mundo. Ello había significado el reconocimiento a una larga y consistente trayectoria en la que se fue construyendo una reputación de marca que no solo nos hacía ver como un país rico, si no que generaba una atracción con influencia turística, de zonas de desarrollo, y que además ubicaba la empresa en los lineamientos de deseo para todos aquellos profesionales que pretendían desarrollar una carrera en la que la formación y los meritos profesionales fueran el camino para el ascenso profesional. Todo ello sin contar la importante labor social y cultural que llevaba adelante que refería en diversos ámbitos a espacios tan importantes como la salud, el deporte y las artes plásticas por mencionar algunos.

El gran mérito que quizá sea irrepetible de este periodo, es que la reputación de marca tenía que ver con el trabajo desarrollado desde una empresa estatal que llegó a funcionar con independencia, sin la intervención política como eje conductor y que se dio el lujo de imponer un criterio que se difundió como la meritocracia. Su sello era reconocido en el mundo entero y asociado de inmediato con la imagen de un país que para muchos era un “sueño”. Donde veías la imagen de una plataforma petrolera pensabas en Venezuela.

¿Cuáles fueron los principales recursos tangibles e intangibles de esta experiencia que podrían ser considerados un aval para validar procedimientos, establecer objetivos, fijar posiciones y generar pautas que pudieran servir como guías para propuestas desde lo privado?  No se trata de equiparar y plantearse el alcance de esa última etapa, se trata de entender parte de los procesos para haber llegado hasta allí.

Realizar esa indagación para lograr reunir algunos de dichos principios sería un gran aporte desde el ámbito de la gestión.  La historia en nuestro país ha demostrado que sin formación profesional, validación de conocimientos y estructura no se puede desarrollar un concepto de gerencia que implique no solo compromiso, si no entendimiento, aplicación y evaluación. 

Partiendo de esta reflexión también es clave hacer una evaluación de nuestros activos que nos permita fijar objetivos a corto y mediano plazo en la construcción de una marca país que sea tarea de todos. 

Juan Valdez ejemplo de proyección de la marca país

Inés Muñoz Aguirre

Hablamos del autorreconocimiento como una vía para entender de qué se trata la construcción de una marca país. 

Este es un tema que no solo tiene que ver con uno como persona, si no que involucra a la empresa. Y entonces aquí vamos a la concepción de una gerencia innovadora, comprometida con el entorno, dispuesta a que el brillo de su marca empatice de tal forma con la sociedad en el medio de la cual se desarrolla que se beneficien mutuamente.

La marca que usted gerencia debe relacionarse con cada uno de los valores de identidad que la circundan, con el fin de crear los lazos que le permitirán proponer una “identidad”.

Esta no es una historia ni una propuesta nueva, basta con ver lo que ocurrió con los cafetaleros colombianos (Más de 500 mil) quienes en el año 1959 decidieron unirse y crear la marca Juan Valdez. 

En la creación de este personaje se centra ese principio del que les hablo acá de comprometerse con el entorno. La propuesta fue representar gráficamente a un personaje que en su apariencia representara a un cultivador de café, que generara empatía a través de su relación con un animal como la mula (Conchita) y que estuviera ubicado geográficamente en las montañas de Los Andes. 

Estuvieron tan bien reunidos y justificados los elementos gráficos de esta propuesta que fue muy fácil trasladarlos a la vida y hacer de este personaje un ser viviente, representado a lo largo de la historia por distintos actores, cuya misión ha sido vender a través de su discurso y sus apariciones el gran valor del eje cafetalero colombiano.

Otro aspecto importante en estas propuestas es el seguimiento a la evolución de la marca. Juan Valdez no solo se convirtió en un ícono que nos habla de café, de calidad y que nos habla de Colombia se convirtió en una red de tiendas con características de franquicia. La marca inició el proceso a nivel nacional y después vino la internacionalización, encontrándose en mercados tan importantes como el de Estados Unidos y el de España.

Juan Valdez y sus logros, los cuales incluye menciones en importantes programas de televisión, en redes sociales, en películas y hasta en disputas internacionales como la ocurrida con Costa Rica por posicionar el slogan que les atribuye “el mejor café del mundo”, son el mejor ejemplo de cómo desde la empresa se contribuye a la creación de una marca país, ¿O usted tiene alguna duda de que cuando se habla de Juan Valdez se piensa de inmediato en Colombia? 

Contribuyo a la Marca País?

Inés Muñoz Aguirre

Si tomamos el autorreconocimiento como un camino valioso para lograr nuestra identificación, creo que el primer paso es entender que no debemos proponer, permitir ni compartir que el tema Marca País sea asociado a objetivos políticos. 

La verdadera concepción de una Marca País surge desde el seno de la sociedad. Por ello es importante el autorreconocimiento. Que seamos capaces de evaluar todo lo que hacemos, las acciones que tomamos, las carreras que estudiamos, nuestra participación ciudadana, los criterios que aplicamos, la capacidad para respondernos la gran interrogante:  ¿Qué hago yo desde la instancia en la que me encuentro? ¿Qué hago yo para asociar lo que hago a los valores intangibles que nos rodean. Por ejemplo, algo de lo que hago lo puedo asociar al maravilloso clima que tenemos? Si es un servicio por ejemplo, podría asociarse a nuestras potencialidades turísticas.

Aquí me atrevo a mencionar la percepción que tenemos cuando viajamos por ejemplo a República Dominicana. Mi último viaje a Punta Cana, ocurrió justo en la temporada en la que las orillas de las playas se llenan de algas. No es agradable para nada, por su textura, su olor, la incomodidad general que causan. Es cierto que limpian de forma constante pero son molestas, te da la sensación de estar en una playa sucia, que no disfrutas libremente. ¿Volverías a Punta Cana a pesar de eso? Si y mil veces sí.

¿A qué está asociada esta respuesta de una venezolana que tiene playas tan bonitas por no decir que más bonitas, que Punta Cana?  A algo tan elemental como el trato que recibes.

Hay conciencia del servicio que se ofrece, de la amabilidad y cordialidad que deben estar presentes con el respeto necesario. Conciencia de que es el turismo la fuente de ingreso de todos los que trabajan allí y que en función de eso deben trabajar.

El hecho de que toda persona bien atendida se vaya esperando tener de nuevo la oportunidad de volver a Punta Cana, nos habla de Marca País.  Cada vez que una persona se refiera a lo bien que lo pasó estará estimulando en el que escucha el comentario, el deseo de ir hasta allí. Se proyecta con ello la imagen de República Dominicana, de su gente, de su amabilidad. 

 Piense en ejemplos similares, asocie dichos ejemplos con lo que usted hace. Pregúntese: 

¿Mi trabajo tiene una proyección en la comunidad?¿Cómo es esa proyección y cuál es el camino que sigo para establecer una interrelación entre lo que hago y lo que los otros reciben? En el momento en que envío mi mensaje, el receptor lo recibe, lo interpreta, lo vive, lo siente, lo comparte? 

Si no encuentra puntos de referencia, constrúyalos. Con frecuencia parto de la premisa de que si usted es capaz de imaginar algo, será capaz de construirlo. 

¿De qué hablamos cuando nos referimos a la idea de crear una Marca País?

Inés Muñoz Aguirre

Los nuevos tiempos del mercadeo, han conducido a los estudiosos de la imagen a entender que un país al igual que una persona o un producto tiene una reputación que termina por preceder cualquier mención, presencia o referencia que se haga sobre él.

En un principio se señalaba que la marca país se identifica con los valores intangibles, es decir aquellos que no son activos físicos y sin embargo, el transcurrir del tiempo y los resultados obtenidos en el manejo de ciertas marcas, dejan en claro que los bienes tangibles también son medibles y referencias directas para la creación de la marca país.

Sin embargo, detenernos hoy en los valores intangibles será un primer paso para acercarnos al delicado proceso de su construcción, el cual debe hacerse con precisión de relojería para que su proyección se extienda en el tiempo, con la certeza de estar construyendo un camino a largo plazo, con objetivos definidos y destinos comunes que beneficien todos los parámetros con los cuales se ha conformado la base inicial y el trayecto.

De nada sirve concebir propuestas fundamentadas en trabajos superficiales en los que solo el tema de la imagen busca protagonismo. En primer lugar porque realizar la construcción desde un proceso carente de verdaderas y sólidas bases termina por ofrecernos un cascaron vacío el cual tiende a resquebrajarse con mucha facilidad y a mostrarnos las ausencias.

Normalmente el trabajo apoyado en esa idea de que se trata de elegir un contenido gráfico, crear un mensaje, una frase y ponerlo en marcha desaparece cuando sus creadores son movidos de sus cargos o se retiran de los espacios desde donde contribuyeron a crear el mensaje. La fortaleza de la propuesta solo se fundamenta en la agrupación de argumentos, investigación, claridad de objetivos, manejos de valores y tantas otras variables que tienen que entrelazarse con la fortaleza de una red. 

Este aspecto es fundamental porque en primera instancia un país tiene activos intangibles, los cuales son más difíciles de valorizar pero tienden a ser el mayor capital con que se cuenta, ya que con ellos se construye la reputación. 

Los intangibles  tienen que ver con las ideas, costumbres y tradiciones, las fechas históricas, los valores, las creencias, el compromiso, las ganas de superación, el manejo de objetivos comunes y muchas otras variables que forman parte del día a día emocional, educativo y motivacional de una sociedad.  Su existencia alejada de lo material hace mucho más difícil reconocer y ejercitar cada uno de dichos aspectos, por lo que el gran desafío radica en alcanzar su verdadera valoración, con miras a la proyección deseada.

Nuestros artículos anteriores nos han permitido acercarnos a la inmensa gama de esos valores intangibles que poseemos como país. En la búsqueda de reconocernos. La necesaria conexión con el país debe formar parte de todo nuestro esquema de relacionamiento que empieza incluso desde los años más tempranos de la educación. 

La capacidad de reconocer nuestros valores y tener la capacidad de separar en ellos lo positivo y lo negativo que anida en cada uno, permite un trabajo certero para trazar lineamientos adecuados.

En conclusión, hay cuatro elementos que son claves en este espacio inicial y de acercamiento al concepto de marca país: el autorreconocimiento, los valores, la capacidad de análisis y la claridad de objetivos.  

Esto quiere decir que en primera instancia también partimos de lo intangible. 

Trazando algunas líneas

Inés Muñoz Aguirre

El futuro de un país no se construye desde una visión positiva, si no se tiene la capacidad de mirar hacia atrás, con la mirada libre, despejada, sin deseos por imponer nuestras ideas o creernos libertadores de los demás. 

Cada acción que forma parte de nuestro entramado histórico  tiene un valor ineludible. Que Cristóbal Colón nos hubiera descubierto y nos llamara Tierra de Gracia es lo que nos dio origen, porque un país no se construye solamente por el hecho de identificar un territorio poblado. Que Guaicaipuro hiciera resistencia también aportó a ese ADN que se constituye en un trabajo de orfebrería que nos cuenta respetuosamente de dónde venimos. 

Por eso mismo es que Francisco Fajardo, el hijo de un conquistador español de quien heredaría su nombre y de Isabel una mujer cacique (prima hermana del cacique Naiguatá, nieta de Charaima, cacique del valle de Maya) conquista este centro del país que dio cobijo a la ciudad de Caracas y representa la maravillosa mezcla de lo que somos. 

De aquel tiempo a esta parte hemos pasado como sociedad por todos los vaivenes necesarios para crecer. Como país joven, que lo somos, si volteamos la vista hacia el viejo continente, debemos aprender sobre las premisas que han sido ineludibles en la historia de las grandes sociedades, las cuales están donde están porque han salido fortalecidas de sus más grandes tragedias.

Los países son tan resilientes como lo son sus sociedades, porque ese vivir “aquí y ahora”, después de las grandes pruebas a las que solemos someternos los hombres como víctimas de la ambición, el poder y las demostraciones de superioridad, es lo que permite construir no solo un nuevo tejido social, si no que genera herramientas para que podamos plantearnos:  si los otros pudieron salir adelante y vencer la barbarie en la que decidieron vivir en determinados momentos, entonces, nosotros también podremos hacerlo.

No hay que detenerse, ese debe ser el lema certero para un momento como el que estamos viviendo. Es momento de sembrar para en un futuro ver el resultado de la cosecha. Es un reto, porque parte de nuestros problemas derivan del inmediatismo que nos ha caracterizado como sociedad.

Asumir otro ritmo es clave, entender que los grandes resultados no se obtienen de la noche a la mañana.  ¿Quién dijo que un árbol da frutos al día siguiente de haber sido sembrado? Desde nuestra propuesta comunicacional e informativa (Pasión País) , decimos con frecuencia que nos apoyamos en cuatro pilares: la educación, la información, la motivación y la ciudadanía. Todo fundamentado en la columna vertebral que es nuestro país. Nada de eso se forma con discursos o protestas, se forma con trabajo y estudio minucioso.

Por otra parte, no se puede construir una mejor sociedad, cuando solo quieres contar un lado de la historia. No todo es negativo, no todos nos fuimos, no todos nos sentimos derrotados. Nosotros desde Pasión País contamos la parte positiva porque ella también habita en cada uno de nosotros, en cada una de las personas que sin servicios públicos salen de su casa a las 5 de la mañana a trabajar.

La pasión por el país se activa cada vez que descubres que hay un venezolano en su tierra trabajando, innovando en medio de las circunstancias, generando ideas, propuestas y empleos para los demás. Hemos descubierto jóvenes trabajando en la investigación científica, estudiantes de medicina que viajan al estado Bolívar a ofrecer gratuitamente sus servicios a los más necesitados y especialmente a las comunidades indígenas, los chefs venezolanos han sido capaces de activar sus cocinas con la apertura de restaurantes que asombran a cualquiera, jóvenes que suben a las comunidades desprotegidas para llevar comida y entretenimiento. Muralistas que han tomado las paredes vacías de urbanizaciones como Los Palos Grandes para crear verdaderas obras de arte alejadas de cualquier otro tipo de mensaje como no sea la belleza y la creación. Deportistas que aunque entrenan afuera al ganar medallas y grandes reconocimientos han regresado aquí a crear fundaciones y establecer caminos de ayuda y soporte no solo en el campo deportivo.  Ingenieros y arquitectos creando y resaltando facultades como la de Arquitectura y Urbanismo en la Universidad Central de Venezuela. Este país es un crisol de ideas en acción permanente. ¿Falta mucho? Yo diría que muchísimo pero de alguna forma se empieza.

Toda esa actividad que han ido poniendo en marcha las nuevas generaciones, jóvenes que desde diversos ámbitos han decidido emprender y poner toda su fe en la tierra que los ha visto nacer,  abre opciones para nuevas propuestas.

Quizá con ellos, debemos comenzar a transitar un camino que será clave para el futuro, para la construcción de la marca país, la cual debe gestionarse como lo han hecho países como Colombia o Panamá. Por mencionar países de la región. 

Un estudio consistente sobre el tema sostiene la propuesta de nuestro portal informativo pasionpais.net y de toda la red informativa de Pasión País. Debemos buscar reconocernos a través de lo que cada uno de nosotros hace, desde las posiciones más humildes hasta los que tienen mayores capacidades económicas e intelectuales.  Debemos reconocernos a través de nuestra historia y reconocernos a través de la Tierra de Gracia que nos ha tocado como casa.  En ese reconocimiento buscamos fortalezas y debilidades para trabajar sobre ambas y a partir de ellas.

Si logramos comenzar la tarea de construir nuestra marca país, no solo estaremos derrotando el pesimismo, comenzaremos a descubrir las oportunidades con la entrega que se produce después que has sobrevivido a un vendaval. 

Urge transitar un camino que no solo contribuya a la reactivación económica y a abrir nuevas oportunidades, si no que permita que en todo el mundo se empiece a resarcir el daño que hemos causado a nuestra propia idiosincrasia.

Es clave entender que la belleza natural o la riqueza que ella nos depara no es nada, si no se gestiona enlazada a ese gran entramado que nos conforma y a través del cual cultivamos la verdadera pasión por el país.

Somos mucho más que silencio

Inés Muñoz Aguirre

Cuando hablas del arte en Venezuela, descubres un país de “otro mundo”, la imaginación vuela y contamos con grandes legados. ¿Quién no ha oído en el resto del planeta hablar de Soto o de Cruz Diez? O hablar de Carlos Raúl Villanueva, el arquitecto que diseñó la Ciudad Universitaria de Caracas y fue capaz de convertir ese espacio en una galería al aire libre donde las obras de Vasarely o de Fernand Léger se codean con los nuestros: Pascual Navarro o Mateo Manaure.  

Y eso ocurre porque más allá de cualquier diferencia siempre fuimos internacionales y a pesar de la conquista, de las guerras en la colonia, de las dictaduras o las democracias siempre veíamos hacia afuera y nos codeábamos hombro a hombro con los demás,  porque existía la preparación para hacerlo.

El talento siempre ha existido, el venezolano quizá por esa misma maravillosa mezcla que nos originó y que nos cobija, aunque algunos no lo quieran, es creativo, innovador, talentoso. Tanto que hoy en día son muchos los que están en los centros de investigación, en las empresas más importantes del mundo, y en las grandes universidades del planeta, formando a otros.

Pero, así como esos, también descubrimos a los que se empeñan en salir adelante en nuestra indiscutible Tierra de Gracia, y leemos a Rómulo Gallegos, Salvador Garmendia, Armando Rojas Guardia, Rafael Cadenas,  Elisa Lerner, Elizabeth Schon, Victoria De Estefano o Gabriela Kiser. 

Rendimos homenaje a Teresa Carreño, a Simón Diaz, Oscar De León, o Gustavo Dudamel. 

Nos recreamos en la fotografía de Roberto Mata, Alfredo Mata o Paolo Gasparini. Hemos tenido grandes gestores culturales: Sofía Imber,  Armando Barrios, Oswaldo Trejo,  María Elena Ramos. María Teresa Castillo, Carlos Giménez y Levy Rossell. 

Podríamos hablar durante días seguidos sobre todo lo que ha implicado el gran movimiento cultural, sumado a las tradiciones artísticas, religiosas y paganas. Multicolores. Somos así, esa Venezuela que nos asombra. 

La de los grandes profesionales de la ciencia como: Jacinto Convid, Henry Pittier, Marcel Roche, la de los filósofos, matemáticos, luchadores por la democracia como lo fueron los firmantes del Pacto de Punto Fijo: Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Gonzalo Barrios (por AD), Jóvito Villalba, Ignacio Luis Arcaya y Manuel López Rivas (por URD) Rafael Caldera, Pedro del Corral y Lorenzo Fernández (por COPEI)  y tantos que trabajaron sin descanso por regresar al país e implementar lo que era correcto para el desarrollo de una sociedad. Instrumentos invaluables: como el derecho al voto, la constitución o la independencia de poderes.

La pasión por este país la teje mucha gente, algunos que ya solo forman parte de nuestras memorias, otros que continúan en su lucha convencidos siempre de que vendrán tiempo mejores. Venezuela ha sido una cantera de gente talentosa. 

La gestión un gran reto

Inés Muñoz Aguirre

Pero tenemos grandes retos por delante. Un país como el nuestro debería contar  con un abanico sólido de opciones que permitan desde todos los ámbitos, tanto desde el público como del privado, reconocer la gestión como la protagonista de los objetivos de desarrollo.

Sin formación no se puede gestionar, con lo cual esta premisa pasa por reconocer las universidades y los institutos como pilares fundamentales para la entrega de herramientas a una generación que tiene que colocarse a la par de lo que ocurre en el resto del mundo.

Ese país de excelente geografía, clima, colores, tradiciones, no puede quedarse rezagado desperdiciando sus ventajas, por el contrario le urgen los profesionales preparados para poder poner en marcha un desarrollo consistente, tan finamente hilvanado que ni el más fuerte ventarrón sea capaz de debilitar su tejido.

Todas las bondades que nos regala Venezuela deberían ser la inspiración para el trabajo. No debemos reconocernos como una cuenca de la cual se extraen minerales de todo tipo. Debemos reconocernos como un camino de posibilidades, en el cual cada arista de desarrollo cuente con gente formada para ello, con gente trabajadora que pase de la teoría (La queja) a la práctica (la acción).

La responsabilidad que implica la palabra gestión de llevar adelante los procesos de la mejor manera posible (no como casualidad, si no con el manejo claro de estructuras, objetivos y medición de resultados) genera el movimiento de una gran rueda. Si los objetivos se alcanzan de manera adecuada, la reacción inmediata es plantearse un siguiente objetivo que da continuidad a lo emprendido o que nos permite en el recorrido, voltear la vista y descubrir en el trayecto, que existen otros caminos necesarios de activar.

La dinámica natural indica que a nuestro paso nada se detiene o desaparece por sí solo. Cuando ocurre es porque la gestión tomó el rumbo equivocado (como la asignación por alianzas, ideologías, amistades) y la ignorancia  de los méritos, las habilidades y los liderazgos naturales. 

A buen plato, buen resguardo

Inés Muñoz Aguirre

No hay casa en este país donde no huela en la mañana a café recién colado. Con ese aroma que se desprende hasta conquistar los paladares de los espacios más humildes hasta los más lujosos. Se abre paso después de él, a la arepa, la cachapa, el bollito de maíz, los patacones, las empanadas, solo como introducción a un paseo gastronómico que también tiene su cuerpo arraigado en esa mezcla cultural que somos.

El venezolano se acostumbró a que la mezcla de su origen esté presente en la mezcla de sabores. La hallaca es el más fiel ejemplo de ese encuentro de mundos distintos, así como podemos disfrutar de una excelente carne en vara, del chivo en coco del occidente o de la pizca andina.

Somos los más fieles usuarios del ají dulce, del papelón, del cilantro o del culantro. Nos devoramos una gallina, un buen cochino frito, un plato de caraotas o un pisillo de venado.

En esos altibajos que nos han caracterizado, y en los periodos en que el petróleo fue el gran protagonista nuestro maíz, el café y el cacao que fueron productos de exportación desaparecieron del mercado internacional. El “oro negro” se abría paso sin contemplaciones.  La crisis más fuerte que hemos vivido y en la que hasta el “excremento del diablo” como lo llamó Juan Pablo Pérez Alfonso, desapareció de los sistemas de producción, el cacao se ha vestido de fiesta con mucha fuerza, convertido en materia prima para los grandes chocolateros del mundo y aunque su producción no es masiva ni un negocio consolidado como país, son muchos los que voltean la mirada para señalar que ese chocolate es realizado con cacao venezolano, entre ellos uno de los postres más caros del mundo, el helado “opulencia dorada” que se vende en Nueva York, y en el que destacan los chocolates  Porcelana y Chuao, elaborados con nuestro cacao.

Y si seguimos resaltando nuestras mezclas no hay como ver el pan de jamón,  o recordar que en el mes de diciembre los españoles y los italianos están presentes en nuestras mesas a través del turrón o el panetón. Nadie puede permanecer indiferente en una cocina venezolana. Caracas siempre se ha identificado por la variedad de restaurantes en los que se puede encontrar cualquier plato de la comida internacional.

Que me quiten lo bailao.

Inés Muñoz Aguirre

Artículo publicado en la Revista de Integración Nacional. Universidad Monte Ávila

El entierro de la sardina,  la bendición de las palmas, la visita de los siete templos, la quema de Judas. La paradura del Niño,  las fiestas de la Divina Pastora, la Feria Internacional de San Sebastián, eL Calipso de El Callao, el baile de la hamaca, el velorio de la Cruz de Mayo, los Tambores de San Juan, el baile de las Turas, la  Feria de la Chinita, el día de Santa Bárbara, el Baile del Mono, Las Zaragozas, son algunas de las festividades que hablan de nuestras tradiciones. Fiestas celebradas en distintos estados del país.

Se mezcla lo religioso y lo pagano, la luz y la sombra, las caras pintadas, escondidas tras las máscaras, el sonido como protagonista o la oración que se descuelga de los labios. Algunas de estas festividades perviven,  otras han desaparecido pero pueden ser rescatadas si nos empeñamos en honrar nuestro gentilicio.

Las festividades suelen contar la historia de una manera distinta a como se cuenta en el papel escrito o impreso, la cuentan sumando sudor y lágrimas. Pero lo más cierto de todo es que se cuentan en la casa y en la escuela.

Entre los valores más importantes que deberíamos contribuir a rescatar se encuentra el que tiene que ver con lo que cincela la tradición oral. Es clave contar a las nuevas generaciones, tomarlas de la mano y llevarla a la práctica, trazar la línea que une lo que fuimos y lo que somos. Y que traza también lo que llegaremos a ser. 

Precisamente España es un país que se ha caracterizado por conservar sus tradiciones aun en las poblaciones más lejanas, desde muy niños rescatan sus cantes y bailes. No estamos muy lejos nosotros, cuando en el llano hay niños pequeños que bailan acentuando su “escobillao” o que se disparan un canto de ordeño ayudando en la faena al amanecer.

Quizá uno de nuestros pecados sea no difundir lo que aun sigue ocurriendo tierra adentro, quizá el pecado sea no sumarnos a las celebraciones que aún persisten a pesar de tanto bamboleo, quizá sea urgente que los colegios vuelvan a ser el punto de encuentro de esas festividades de origen, sin que tengan matices que no les pertenecen.  

El sol no es solo luz.

Inés Muñoz Aguirre

Artículo publicado en la Revista de Integración Nacional. Universidad Monte Ávila

Nuestro país tiene una luz indescriptible. El sol parece su enamorado y con ello da brillo a nuestros colores. Somos un país colorido tanto que barriadas completas como el famoso El Saladillo de Maracaibo en el estado Zulia, da cuenta de ello.

Su calle principal está formada por una sucesión de casas cuyas fachadas hablan por sí solas. Esa paleta tiene que ver además con la variedad de verdes que tenemos en nuestras plantaciones, jardines y montañas, con el intenso azul del mar que se confunde en cada horizonte con el cielo, hasta brindarnos la sensación de cobijo indescriptible que produce  tal amplitud. Lo descrito aquí se repite una y otra vez con cada color que nos privilegia.

Esa luz está en cada uno de los venezolanos, quienes en cualquier lugar se identifican por el bullicio, la risa a carcajadas, la broma, el espíritu alegre y bonachón que conquista a quienes viven en un  país donde la luz entra muy poco por las ventanas de las casas.

Los venezolanos tienen en sí mismos el poder de la luz pero a la vez por esa sangre mezclada que recorre nuestras venas, puede llegar a ser contradictorio. Siempre que hablo o escribo sobre este tema menciono al admirado Enrique León, el creador y director de la agrupación que se conocía como la Sociedad Dramática de Maracaibo, quien dictando un taller sobre teatro decía no entender porque los venezolanos nos empeñamos en representar autores nórdicos, fingir frío frente a una chimenea y vestir abrigos, cuando somos una llama encendida de luces y colores, de movimiento y de palmeras al viento.

Jamás pude deshacerme de esa imagen maravillosa que hoy me vuelve a poseer para darle la razón. Quizá nuestro principal problema sea que nos gusta mirar mucho más hacia afuera que hacia adentro.  Nos cuesta mucho reconocernos y desde las necesidades ideológicas, económicas, sociales, artísticas, creadoras y empresariales, por mencionar algunas,  las enfocamos a través de unos prismas que no nos pertenecen.

Desde la tierra adentro al borde del otro continente.

Inés Muñoz Aguirre

Artículo publicado en la Revista de Integración Nacional. Universidad Monte Ávila

Somos producto de nuestra historia, el resultado de aquella tierra adentro, casi selvática, de ribetes verdes y dorados a las cuales llegaron expedicionarios y conquistadores.  Un momento que permite la mezcla inicial en la que se funden el ímpetu, la ambición, el espíritu guerrero, la novedad, lo inexplicable, el descubrimiento, lo primitivo, el espíritu indomable, el arraigo a la tierra. Ninguno más fuerte que el otro, si no cada uno distinto al otro.  

De esas diferencias se cocina el mestizaje. Una palabra que además posee muchas cargas a lo largo de su estudio: hay quienes hablan de él como el encuentro biológico y cultural o su ordenamiento entre etnias diferentes. Así como los más rígidos en sus concepciones llegaron a plantear que era un desafío al orden natural. 

Lo cierto es que con ese primer bordado comienza a tejerse un entramado al que se suma la llegada de los negros desde África, o desde las islas circundantes. Muchos cargados también de expectativas ante una tierra descrita como generosa. Ellos hicieron el trabajo duro, el de la labranza.  Después la liberación de la esclavitud formaría parte de nuestras batallas, las rebeliones, las protestas, mientras al margen crecían los indios, los blancos insulares, los blancos criollos, los negros, los mestizos, los zambos, los mulatos.  

Los sucesivos oleajes sociales, nos enfrentarían a los odios desatados siempre bajo el amparo de las palabras: conquista, libertad, independencia, porque hablar de persecuciones, resentimientos o cualquier sentimiento que sea descifrado como producto de cierta debilidad solo se habla por lo “bajo.”

Los años no transcurrirían en vano, para dar paso a la llegada de españoles, italianos, portugueses, alemanes, los judíos que huían de la guerra.

Nuestra sociedad producto de ese vaivén creció rica en diversidad de costumbres, formas de trabajo, creencias, religiones. Así comenzó a construirse una verdadera riqueza, la de la confluencia para señalarnos como una sociedad de amplitudes, de oportunidades y ascenso social. Una sociedad variopinta que nos hizo especiales.

PASION POR VENEZUELA

Venezuela se ve diferente cuando se reconoce a través de la pasión.

Inés Muñoz Aguirre

Artículo publicado en la Revista de Integración Nacional. Universidad Monte Ávila

Con frecuencia escuchamos que somos un país privilegiado.  Estamos ubicados al norte de la América del Sur. Podríamos ser considerados la puerta de entrada a nuestro continente. Y eso es mucho decir. 

Bañadas nuestras costas por el Mar Caribe, lamidas de aguas cálidas, cristalinas, nuestro país se desdibuja en sus bordes con la sensualidad de una mujer. No en balde se llama Venezuela. Sinuosa ella, amparada por las aguas que besaban las bases de los palafitos hasta enamorar los recuerdos que portaba en su memoria el explorador italiano Américo Vespucio. 

La llamó «Venezziola» como quien se entrega a lo que le ofrece la mirada: la pequeña Venecia que habían construido los indígenas en nuestras aguas. Se entregó como quien cae subyugado ante la mezcla originaria entre el pasado y el presente de aquel aventurero soñador que nos regalaba en una palabra su legado.

Venezuela ha generado una carga de pasiones encontradas, ha pasado como ha ocurrido con casi todos los países en el mundo por guerras, persecuciones, emigraciones, inmigraciones, desastres naturales, la luz cegadora de las diferencias y los picos intermitentes de camino al desarrollo y de descenso al subdesarrollo.

Para muchos un país privilegiado en el que se reúnen las mejores condiciones del universo, al punto que somos testigos a través de la presencia de nuestros tepuyes (las formaciones expuestas más antiguas del planeta) de la historia, la evolución y la grandiosidad de la naturaleza.

Venezuela además de ser un bello lugar, es su gente, las tradiciones, la gastronomía, la artesanía, la música, innovación, comunicación, literatura, turismo, emprendimiento, educación, solo por nombrar algunos ejes de acción que son claves de nuestra vida diaria. Toda una gama de gestiones y valores que bien entendidas podrían hacer de nosotros una potencia por lo menos en nuestro continente.