
El Propósito de Nuestra Vida
Leonor Andrade Castillo
¿Alguna vez te has preguntado qué te mueve? ¿Qué te motiva a levantarte por la mañana?
El propósito de nuestra vida es el porqué de nuestra existencia, el que da sentido a lo que hacemos y el que se convierte en una brújula motivacional de nuestras acciones, decisiones y sacrificios. Es la razón de ser de nuestra vida.

Es una motivación prioritaria, pues es lo que nos hace percibir y experimentar la vida como valiosa frente a cualquier circunstancia adversa.
Cuando estamos viviendo situaciones “adversas”, es fundamental hacer contacto con nuestro propósito de vida, de manera que tengamos una motivación que nos ayude a encontrar la fuerza que necesitamos para transformarnos individualmente y colectivamente. De lo contrario andaremos por ahí como una veleta, aquí o en cualquier otro lugar del mundo. Si no tenemos un propósito claro da lo mismo el lugar donde me encuentre. El cambio de escenario, sin propósito no significa nada ni mejora nada. En cambio, cuando tengo un propósito, el peor de los escenarios lo puedo convertir en la mayor de las oportunidades y será mi viento interno que me mueva y me motive.
Bien lo dice Viktor Frankl: “Nada en el mundo ayuda a sobrevivir, aún en las peores condiciones, como la conciencia de que la vida tiene un sentido” (…) “Quien tiene un «para qué» vivir, encontrará casi siempre el «cómo»”
Hay una metodología japonesa llamada Ikigai que nos ayuda a encontrar el sentido o propósito de nuestra vida. El término ikigai se origina de la unión de dos palabras,: Iki que significa vida y gai, que es el valor de la vida, aquello que vale la pen
Como puedes ver en el dibujo, el Propósito o Ikigai se encuentra en el centro, donde confluyen los diferentes factores de tu vida. Es un punto de total equilibrio.
Voy a compartir contigo una forma de identificar tu Propósito de Vida. Dibuja cuatro círculos vacíos, tal como los ves en la imagen y colorea cada uno con un color diferente.
Primer círculo: Vas a escribir todo lo que amas hacer, lo que te gusta y que disfrutas. Ejemplo: leer, pintar, cantar, etc.
Segundo círculo: Escribe todo aquello en lo que eres bueno. Ejemplo: cocinar, escribir, organizar.

Tercer círculo: Piensa en todas esas habilidades y conocimientos valiosos por los que los demás estarían dispuestos a pagarte. Ejemplo, por tus estudios formales en alguna especialidad.
Cuarto círculo: Describe todo lo que eres capaz de hacer por los demás o por el planeta, aunque no te paguen por ello. Esto debe ser algo que hagas por voluntad propia y a pesar de cualquier dificultad. Ejemplo: rescatar animales de la calle, cuidar ancianos.
Ahora identifica los cuatro pilares de tu vida, conforme lo puedes ver en la imagen:
Tu pasión: Producto de la combinación de lo que amas hacer y de aquello en lo que eres bueno. (1+2)
Tu misión: Está en el equilibrio entre lo que necesita el mundo de ti y lo que tú amas hacer. (1+4)
Tu vocación: Se encuentra cuando lo que necesita el mundo de ti se combina con aquello que sabes hacer y por lo que te pueden pagar. (2+3+4)
Tu profesión: Viene de la combinación de aquello por lo que te pueden pagar y aquello en lo que eres bueno. (2+3)

¿Coincide lo que identificaste en cada uno de los cuatro pilares con lo haces en tu vida actualmente?
Si la respuesta es Sí: Lee tus cuatro pilares y encuentra aquello que los une o intégralos en uno solo. Ése es tu propósito. Ejemplo: Apoyar a otros a descubrir cómo vivir en bienestar.
Si la respuesta es No: Identifica por cada pilar que no coincida con lo que haces actualmente, 3 actividades a realizar en las próximas semanas, que acerquen lo que estás haciendo con lo identificado en los pilares. Cuando las hayas alcanzado, vuelve a mirar tu dibujo y chequea si están alineados. Si es así, entonces procede a identificar tu propósito. Si no, repite el proceso cuantas veces sea necesario.
Si deseas que te apoye en la identificación de tu propósito de vida, contáctame por WhatsApp +58 4146387298 o por mail a leonorandrade29@gmail.com y con gusto te acompaño.

La Tecla que te Mueve
Leonor Andrade Castillo
¿Te ha pasado que esperas que el otro haga algo, y te parece obvio que así es “como debe ser”? ¿Te sientes exasperado o molesto cuando no ocurre como lo esperas?

Esto me conecta con una historia sobre un hombre que era muy desapegado en su vida. Parecía que nada podía hacerle perder el equilibrio, nada lo podía molestar. Era tal su desapego que sus amigos se sorprendían cuando algunas personas “abusaban” de él y éste se los permitía y alegaba que estaba bien. Su desapego llegó a ser tan fuerte que un día llegó a casa y encontró a su esposa con su mejor amigo… Se disculpó y se marchó para que pudieran continuar sin ser perturbados. Sus hijos llegaron a reclamarle su exagerado nivel de desapego y le dijeron que ya no querían reconocerlo como su padre. El se disculpó y aceptó que fuera así. Su desapego llegó a producir tal nivel de incomodidad en los que lo rodeaban que terminó yéndose de su casa y se fue a vivir a un monasterio. Su vida allí era muy sencilla. Luego de cumplir con sus actividades cotidianas de limpiar y lavar, se dedicaba a cuidar un jardín zen que le producía una gran paz, y luego se sentaba en una roca a meditar. Su nivel desapego y de paz llegó a ser tal que ya era prácticamente invisible y estaba a punto de entrar al Nirvana. La historia llegó a oídos del rey de los demonios y llamó a tres de sus colaboradores más entusiastas y les dijo que era necesario detener a este hombre para que no entrara al Nirvana. Debe haber algo que lo moleste, dijo el rey a los tres demonios. Encuéntrenlo. Los tres demonios se fueron y se dedicaron a buscar lo que perturbaba al monje, y a medida que pasaban los días, no encontraban nada. Pasaron varias semanas y hasta meses y nada. Hasta que un día estaba el monje sentado en su roca meditando bajo un gran árbol de pino, luego de organizar el jardín zen y el viento movió las ramas del árbol que estaba sobre la roca y el jardín, y una pequeña aguja del pino cayó sobre la arena del jardín zen. El monje abrió un ojo y vio la hoja en la arena y se sintió perturbado. Sacó la hoja de la arena y continuó con su meditación. Lo tres demonios se miraron y dijeron: Ajá, al fin. Los demonios comenzaron a bailar sobre la arena del jardín zen y el monje se puso absolutamente furioso, tan furioso que se puso verde de la rabia y perdió su invisiblidad. El monje estaba apegado a la perfección de su jardín zen, a la inmutabilidad, a la aparente paz, a que nada cambiara una vez que estuviera según él, perfecto.

¿Qué es entonces el desapego? Estar desapegado no implica indiferencia y tampoco frialdad. El desapego consiste en aceptar la realidad tal cual es, sin aferrarse a lo que no podemos cambiar ni controlar. Así que una señal de que estamos apegados a algo o a alguien puede ser un malestar, una rabia, porque de alguna manera estamos sintiendo que estamos en riesgo de perder algo, quizá una expectativa, quizá nuestra forma de vida habitual.
De pronto me viene una imagen de mí misma cuidando a mi mamá, dándole de comer, una actividad bastante complicada últimamente. Me vi impaciente. Me vi molesta. Me vi deseando que mi mamá abriera la boca como solía hacerlo hasta hace unos meses, y que ahora pareciera estar desvaneciéndose como posibilidad. En mi auto observación, pensé que podría molestarme el hecho de que no me obedeciera. Sin embargo, algo parecía no terminar de encajar. Entonces me pregunté qué era lo que realmente me molestaba. Me di cuenta de que estaba aferrada a la imagen, al concepto viejo que tengo de mi mamá, sana, capaz de comer por sí sola, de ser independiente. Y la verdad es que esa imagen no tiene nada que ver con la realidad de hoy, de mi mamá con Parkinson. Esa expectativa mía nada tiene que ver con la realidad de que no tengo ningún control sobre el progreso de la enfermedad. Hay una realidad y es que no me gusta la realidad que estoy viviendo con ella. Yo quisiera vivir una vida en la que mi mamá estuviera sana, en la que no sufriera un deterioro cognitivo y no una en la que su dependencia es cada día mayor. Y me doy cuenta, a medida que escribo, que mi rabia no es por una necesidad de imposición, sino por una sensación de absoluta impotencia ante una realidad que no acepto. Estoy apegada a mi imagen de mi mamá de antes. Incluso diría que estoy apegada a mi imagen de la Leonor hija de antes.

Y me viene una frase que escuché al Lama Rinchen: “No podemos elegir lo que nos gusta hasta que no estemos en paz con lo que no nos gusta.” Lama Rinchen explica que estar en paz con lo que no nos gusta, aceptar la realidad que no nos gusta, aceptar la realidad inesperada que no concuerda con nuestros planes y expectativas, abre el paso a la paciencia. La paciencia me toca cultivarla en el día a día, dándole de comer a mamá con las dificultades que se presenten, afrontando las sorpresas incómodas que me traiga cada día con su pérdida de habilidades. Esto no quiere decir, continúa Lama Rinchen, que te cruces de brazos y te conviertas en un felpudo que todo el mundo pisotea, sino que partas de la realidad, de la plataforma en donde tú operas, y allí haces lo mejor para mejorarlo con paciencia. Si no hay paciencia tu plataforma no es la realidad, tu plataforma es tu expectativa, lo que piensas que debe ser, cómo te deben tratar y ésa es una fantasía que está sólo en tu cabeza, un apego.
¿Te has preguntado cuál es tu apego, cuál es tu fantasía?
Si deseas hacer psicoterapia conmigo, contáctame por WhatsApp +58 4146387298 o por mail a leonorandrade29@gmail.com y con gusto te acompaño.

Fibra Óptica, Autoestima y Fuerza Interior
Leonor Andrade Castillo.
Hace pocos días me instalaron Internet por fibra óptica en casa. Me siento agradecida. Durante el proceso se fue la luz. Estuvimos casi un día completo sin electricidad y fue necesario esperar hasta el día siguiente para retomar el proceso.

Apenas configuraron el router me pude conectar desde el teléfono y desde la computadora. Lo primero que hice fue actualizar todo el software de mi laptop que la tenía en pausa ya que cada vez que lo intentaba no había manera que la señal de datos de mi teléfono o de mi Wifi portátil diera para que se pudiera bajar la información. No podía salir de mi asombro. Se bajó todo lo que tenía pendiente desde hace por lo menos dos años, en cuestión de un rato y luego estuvo varias horas haciendo la instalación y actualización de lo que se había bajado. Fue una experiencia conmovedora para mí.
Pude ver mi película de estos últimos años, por lo menos cinco, sin el wifi de Aba, buscando alternativas que, por cierto, se volvían obsoletas o insuficientes más rápido de lo que deseaba. Pude observarme buscando opciones. Me vi como una mujer que no se rinde ante las adversidades, como una persona ocurrente, asociativa, resiliente y con una fe a prueba de balas, como decía mi abuela. Y no es que estoy siendo echona. Nada más lejos de la realidad.
Viendo mi película, ahora me pregunto cómo esta experiencia de la falta de recursos o ineficiencia de los servicios influye sobre nuestro valor como persona, como profesional, como familiar, como amiga. Debo confesar que estos últimos años, a raíz de la pandemia, con un wifi portátil cada vez más lento y una conexión de datos por celular cada vez más inestable, podía parecer una locura eso de trabajar desde casa, haciendo sesiones de psicoterapia online. Todos los días le pedía a Dios que por favor intercediera para que la conexión funcionara dentro de los parámetros de lo aceptable. Y luego empeoró el tema de la electricidad. Le doy gracias a que una de las operadoras de celular tenía instalada una planta eléctrica en su repetidora, por lo que, aunque no tuviéramos electricidad en la zona, ellos permanecían prestando el servicio, un poco inestable, pero servicio al fin.

Aprendí todas las formas de aprovechar las conexiones que tenía. De hecho, los muchachos que vinieron a hacer la conexión por fibra óptica se quedaron impresionados de mi forma de manejar mi celular… Y es que cuando las opciones son limitadas, podemos aprender a hacer el uso óptimo de lo que tenemos, y mientras hacemos eso también vamos aprendiendo a valorarnos como personas.
Por supuesto, esto es una elección. Bien podría haber elegido echarme a morir y aceptar que no había ninguna manera de conectarme ni de trabajar, ni de hablar con mis amigos, ni de asistir a cursos en línea, pero no. Elegí abrirme a las opciones y de esa forma crecer también como mujer, y en este momento, elijo valorarme por mi valentía, por mi creatividad, por mi entrega y elijo valorar mi decisión de compartir esta experiencia, que me ha permitido fortalecer la visión que tengo de mí misma, mi autoestima, mi poder personal y mi conexión con mi poder interior.
La autoestima y el poder interior están estrechamente vinculados. La autoestima es la valoración que hacemos de nosotros mismos y de nuestras capacidades. Cuando tenemos una buena autoestima, nos sentimos más seguros y capaces de enfrentar los desafíos de la vida.

El poder personal es nuestra habilidad y sensación de que podemos enfrentar de manera positiva y con buenos resultados, lo que se nos presenta.
Por su parte, el poder interior es esa fuerza interna, que siempre está allí, aunque por momentos no la sintamos debido a nuestros pensamientos, emociones y sensaciones físicas (con frecuencia negativos). Es la fuerza que nos impulsa, que nos protege, que nos muestra el camino de formas a veces inexplicables. Es esa fuerza interna que está más allá de la mente. Es la fuerza que sentimos en nuestro corazón. Yo la llamo Dios, e que habita en nosotros, en nuestro corazón.
El Maestro Mooji habla de la fuerza interior como la puerta a la libertad. Y es que mientras más conectamos con esta fuerza dentro de nosotros, todos los ámbitos de nuestra vida se van alineando, aunque ésa, según Mooji, no es nuestra meta.
A veces nos cuesta un tanto darnos cuenta del para qué de una situación. Como humanos tenemos una visión limitada. Y aquí entra la segunda parte de la historia: la certeza y desde esa certeza, elegir soltar el control, conectarnos con nuestra fuerza interior y escuchar. Escuchar sin juicio, incluso aunque no comprendamos lo que está diciéndonos. Escuchar y soltar porque Dios, esa fuerza de la que también somos parte, sabe todo, ve todo, comprende todo, más allá del tiempo, más allá de la distancia, más allá de los obstáculos.
Y me podrás preguntar: ¿Cómo hago eso?
Lo primero es observarte. Observarte como si estuvieras viendo una película a través de una ventana. Lo segundo es no engancharte con nada de lo que veas o escuches mientras ves tu película en vivo. Mira tu película como un testigo. En el momento que te enganchas, entras en la vorágine de lo que tu mente está acostumbrada a hacer y te convencerá de que no puedes, que es muy difícil, etc. etc. etc. Identifica todos los pensamientos negativos que se presenten y también los positivos con los cuales pretendes minimizar su impacto. Déjalos pasar. Suéltalos como si fueran nubes y tú fueras el cielo. Identifica tus creencias en relación al tema en cuestión de tu película y suéltalas, déjalas ir, tanto las negativas como las positivas. Identifica tus emociones y suéltalas. Identifica tus sensaciones físicas y suéltalas. Suelta tu control sobre tus sentidos. Estarás bien.

Y ahora vamos más profundamente: Suelta tu profesión, tu oficio, tus diferentes roles… Suelta la visión que tienes de tu cuerpo. Suelta tu nombre. Suelta la imagen que tienes de ti. Suelta tu historia. Suelta tus recuerdos. Ve quedándote vacío de todo. Ahora suelta tus expectativas de lo que va a suceder en este ejercicio, sobre lo que viene ahora. Suelta tus deseos. Suelta tu visión de futuro. Sigue aquí. Sin pasado, sin futuro, sin creencias, sin historia, sin juicios, sin expectativas, sin autoimagen, sin emociones. Quédate absolutamente vacío de todo lo que pasa, de lo inestable.
¿Hay algo que aún permanece? Chequea si lo puedes eliminar. Intenta eliminarlo.
¿Sigue allí? Ahora obsérvalo. ¿Tiene alguna forma específica? ¿La creaste tú? ¿Le ves bordes, tiene límites o tamaño? ¿Tiene principio y fin? Intenta eliminarlo de nuevo. ¿Sigue allí? Eso que sigue allí y no puedes eliminar, es tu Ser, tu Fuerza Interior, que es parte de esa fuerza infinita que siempre ha estado allí, siempre está y siempre estará. Yo la llamo Dios
Si practicas esto con frecuencia y eres perseverante, cada vez el ruido de tu mente será menor, verás florecer tu vida con amor y prosperidad, aunque esa no haya sido tu meta inicial por la cual te conectaste con tu Ser/Fuerza Interior. Más allá de tu autoestima, que es cambiante por naturaleza, está tu Fuerza Interior, tu Ser que es amor, libertad, entendimiento y compasión, que es parte de Dios.

Abandono y Solidaridad
Leonor Andrade Castillo
El proceso de adopción de mi perrita Mascha me mostró de forma muy evidente los altos niveles de abandono en nuestro país. Esto me ha conmovido y llamado a la reflexión. En ocasiones anteriores me he referido al abandono de los adultos mayores en nuestro país. Y es que refugios de animales y ancianatos son lugares en los cuales es palpable el abandono y también la solidaridad de quienes los acogen y los atienden.

No obstante, no es necesario ir a estos lugares para presenciar el abandono. Es innumerable la cantidad de personas mayores, que aún, viviendo en sus casas, se sienten y están abandonadas. Y en el caso de las mascotas, cada día vemos más y más animalitos deambulando por las calles, animalitos que vivían con alguna familia y los dejaron abandonados en algún lugar desconocido, a su suerte, o sencillamente los dejaron solos en una vivienda, en algunos casos amarrados, sin comida y sin agua.
El abandono es una situación en la que una persona o mascota es dejada sola, por otra persona que decide no cuidarlo. Esta situación puede ser muy dolorosa y traumática para el ser que lo experimenta.
El abandono no necesariamente implica un alejamiento físico. Esto tiene dos aristas: En primer término, implica que la persona deja de cuidar al otro, no siente interés por el bienestar del otro y lo deja a su suerte. En segundo término, puede que se produzca un estado de abandono emocional en el que el individuo se siente indeseado, dejado de lado, rechazado o inseguro.
La distancia física para con el otro no implica necesariamente que la persona esté o se sienta abandonada. Emigración no necesariamente tiene que implicar abandono. La atención no requiere estar cerca físicamente. Se puede estar en otro país, en el otro lado del mundo y aún así, estar pendiente de tu ser querido llamándolo, escuchándolo, teniendo detalles que reflejen tu interés y tu amor. Como también, se puede estar en la Conchinchina o incluso al lado del otro y no atenderlo. Ambos, abandono y cuidado son una decisión.
Los efectos del abandono pueden ser devastadores. La persona o mascota puede sentirse rechazada, sola y sin valor. Puede experimentar una sensación de pérdida y tristeza profunda, depresión, y dificultades para confiar en los demás.

Yo, por ejemplo, puedo observar las señales del abandono que ha vivido Mascha, en su manera de caminar, en su postura corporal (con la cabecita metida hacia adentro, mirando hacia abajo), en su mirada que es una mezcla de ternura y desconfianza y, por momentos, en una excesiva sumisión. Y eso, que, en medio de todo, ella ha sido afortunada. Fue acogida por la gente del Refugio el Valle, que la protegió y ahora está conmigo como un miembro más de mi familia inter-especie.
Por supuesto, hay un alto componente de trabajo individual para poder recuperarse del abandono. Puede ser un proceso difícil, lento, pero es posible. Implica estar dispuesto a buscar y recibir ayuda, en algunos casos de amigos, de desconocidos que se abran a apoyarte, de algunas personas cercanas distintas a las que te abandonaron y en algunos casos es probable que sea necesario recurrir al apoyo y ayuda de una profesional de la salud mental.
En estos últimos meses que he estado en contacto con el Refugio El Valle, ha sido revelador para mí ver y participar en procesos de recolección de fondos y ayuda material e incluso emocional para atender animalitos que llegan o que rescatan de la calle y están en muy malas condiciones.
Como en todos los procesos humanos, está el otro lado de la moneda, el otro polo. En el caso del abandono, el otro polo puede ser la solidaridad.
Todos tenemos la oportunidad de contribuir a que disminuya el efecto del abandono individual en el ser que lo esté sufriendo, y el efecto del abandono en la colectividad y en el país como un todo.
No es mi intención caerme a embustes. Vivo aquí, en Venezuela y vivo en carne propia las dificultades económicas y los retos diarios con los servicios públicos (abandonados), los efectos post pandemia y los retos como la dificultad para conseguir algunos medicamentos, su alto costo que aumenta día con día, la inflación galopante… Todo esto es cierto.

No obstante, además del trabajo individual al que me refiero constantemente, es necesario, y podemos abrirnos a la posibilidad, de apoyar a otro(s), y en conjunto, entre todos, ir aportando un granito de arena en la recuperación de ese otro ser que necesita nuestra ayuda. Puede ser un adulto mayor (de nuestro entorno o incluso un desconocido), o una mascota que haya sido abandonada y esté en la calle o en algún refugio y necesite apoyo y una nueva oportunidad para vivir en bienestar. De uno en uno vamos sumando. La ayuda puede ser en dinero, en materiales, en alimentos, en medicinas o incluso en dedicar tu tiempo de compañía y amor a ese ser que tanto lo necesita.
El abandono es una oportunidad para cada uno de nosotros como individuos para aprender a salir de este atolladero, sumando nuestros esfuerzos individuales, que se crecen juntos y son más que la suma de las partes, y tienen un efecto impulsador y esperanzador en nuestro país. Cada vez que veo la mirada de mi perrita Mascha y cada vez que siento el abrazo de mamá y de alguna de las señoras del ancianato, reconfirmo que sí podemos ser un país en el que cuidar los unos de los otros lejos de ser la excepción es la regla.
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Adopción Mutua
Leonor Andrade Castillo
Adoptar un perro puede ser una de las decisiones más gratificantes que puedas tomar. No sólo estás dando un hogar a un animal necesitado. Estás abriendo tu corazón a una nueva experiencia de vida. No obstante, el impacto emocional de adoptar un perro puede ser mucho más profundo de lo que nos podemos imaginar.

Esta semana estuve en un refugio para perros. Fue una experiencia conmovedora. Hace varios meses he estado considerando la opción de adoptar un perro, pero aún no había decidido cómo hacerlo.
En mi vida he tenido perros comprados y perros rescatados directamente de la calle. Nunca había tenido la experiencia de adoptar un perro en un refugio. Pude sentir mientras estaba allí, la ansiedad de los perros por ser escogidos y al mismo tiempo pude sentir mi propia ansiedad por ser elegida por alguno de ellos. Eso me conmovió hasta la médula. De alguna forma estábamos conectados por la necesidad de afecto. Ya conocía a todos los perros de ese refugio por fotos, y tenía en mente a una en particular, pero quería conocerla “en persona” y ver si hacíamos click y si ella también me escogía.
Al llegar al refugio me recibió de una manera muy efusiva un cachorro hermoso, blanco, juguetón y fuerte físicamente. Me abrazó totalmente con sus patas delanteras y no me soltaba. Me decía: Eres mía. Me lamía, me abrazaba las piernas. Me hizo sentir bienvenida. Su nombre es Nacho. Me miraba con un amor que se le salía por los poros. Si bien me encantó, en todo momento estuve consciente de que Nacho no es el perro para mí en este momento de mi vida. En cuanto logré liberarme y avancé, se me acercó La Niña, una perrita adulta con una discapacidad. La Niña fue atropellada por una moto y ahora no puede mover sus patas traseras. Esta hermosa perrita tiene unas ganas de vivir y una determinación, que sobresale por encima de los demás. Ella me besó, y se quedó cerca de mí. Me conmovió, me hizo sentir querida y sentí su forma de querer profunda y de alguna manera posesiva, un tanto parecida a la de Nacho, aunque un poco más madura. Si tuviera otra vida y no fuera ya cuidadora de mi mamá, seguramente la elegiría a ella.

Esto me lleva a compartir que cuando vas a adoptar, necesitas estar lo más claro posible sobre tu estilo de vida, sobre cómo eres en ese momento, y lo que en realidad puedes ofrecer emocionalmente, físicamente, espiritualmente y económicamente. Yo, por ejemplo, cuando sentí la fuerza física de Nacho me di cuenta de que físicamente no puedo con tanta energía. Mis rodillas y mi hombro sufrirían y no podría jugar con él de la forma en la que él lo necesita y quiere. Cuando interactué con La Niña me di cuenta de que no tengo la energía necesaria al llegar a casa del ancianato donde cuido a mi mamá, y darle a La Niña todos los cuidados que requiere. Y está bien. Es importante ser honestos y francos con nosotros mismos para realmente poder tomar la mejor decisión posible, tanto para el perro como para nosotros.
Llegué hasta donde estaba la perrita que tenía en mente. La había visto en fotos en diciembre cuando llegó al refugio y desde un comienzo capturó mi atención. Su historia me conmovió. Ella fue abandonada. La bajaron de una camioneta y la dejaron en una construcción. Estaba recién parida. La dejaron sola sin sus bebés. A éstos se los llevaron en una caja y no se sabe nada de su paradero. Su nombre es Mascha. Me acerqué a ella. Debo decir que es una señora seria, muy equilibrada y educada. La saludé, la acaricié y ella me miraba con una mezcla de ternura y algo de desconfianza. Me dio primero una pata y luego la otra, mientras fijaba su mirada en la mía. A su lado estaba otra perrita que se llama Edni. Edni se me montó encima, me besó la cara, me atrapó la muñeca izquierda y me mordisqueó y me dio barriga. Incluso se quedó dormida a pierna suelta mientras la acariciaba. No me dejaba acariciar a Mascha. Mascha en ningún momento entró en esa energía de competencia por atención. Fue una gran lección para mí. Pude ver mi parte que a veces busca atención, en Edni y también a mi parte madura, que se ha desarrollado con las experiencias de vida y sobre todo con la experiencia de cuidar a mi mamá, en Mascha. En otro momento, seguramente me habría dejado llevar por el impulso y el deseo de ser querida de manera intensa y habría escogido a Edni. Mascha se mantenía en lo suyo. Observando y observándome, sin dejarse llevar y sin aspavientos que mostrasen desesperación por ser adoptada. Quizá el abandono le ha dado una madurez que le permite ser independiente emocionalmente. Mientras más la veía, más la admiraba. Me hizo darme cuenta de que, como ella, tampoco estoy esperando que venga alguien a rescatarme, ni siquiera un perro. Y cuando me conecté con esto, inmediatamente supe que Mascha y yo comenzaríamos una historia juntas. Le tomé unas fotos mientras me despedía. Al momento no las pude ver. Al llegar a casa cuando vi las fotos, me di cuenta que Mascha me había regalado una sonrisa. Esa sonrisa me cautivó y me movió a solicitar su adopción. Hasta ahora, el proceso va viento en popa. Hay momentos en los cuales me siento ansiosa, pero me conecto con la tranquilidad de Mascha y recuerdo que todo es perfecto tal como es. Estoy lista para adoptar a Mascha y a ser adoptada por ella y comenzar nuestra vida juntas en una camino de amor mutuo.
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Compromiso Vs. Obligación
Leonor Andrade Castillo
La principal diferencia entre compromiso y obligación es la motivación. La obligación está movida por una motivación externa, tiene su origen en una imposición que puede venir de otra persona o de una institución, o de una comunidad. El compromiso por su parte está movido por un querer interno que nada tiene que ver con la imposición sino más bien con el amor, ya sea por otra persona, con nuestra comunidad, con nuestro país, con una institución, con nuestra familia, con algún amigo, con nuestra mascota. A veces nos puede ocurrir que aunque la motivación es interna, proviene de una mandato de nosotros mismos para con nosotros mismos.

Hace unos días conversaba con uno de los muchachos del automercado. Él estaba extrañado de que no comprara ni siquiera queso blanco duro. Me preguntó hace cuánto que no compro lácteos. Realmente no lo recuerdo con claridad, pero seguramente hará como unos diez o doce años que comencé con el proceso.
Fue muy difícil para mí en un comienzo, ya que adoraba comer queso, yogurt, café con leche, helado… En fin, cuando comencé con este proceso, que duró aproximadamente tres años, lo asumí como una obligación: tengo que dejar de comer lácteos. Nadie me lo estaba imponiendo desde afuera, pero sí tenía una voz interna muy fuerte que se imponía. En el camino fui aprendiendo, con cada paso, con cada equivocación, cada vez que “flaqueaba” y me comía un trozo de queso o comía helado diciéndome que no me pasaría nada si sólo me comía un poquito, y eso abría la puerta para comer otro poquito y otro poquito y otro poquito… hasta que me caía mal.
Entonces, tocaba comenzar desde cero. En este estira y encoge algo comenzó a cambiar en mí y empecé a darme cuenta de que este proceso iba mucho más allá de mi imposición conmigo misma, que venía de un deseo de bienestar. Cuando me conecté con este deseo, mi motivación cambió y ya no me sentía que tenía que obedecer mi propio mandato, sino que quería sentirme a gusto, y como comer lácteos me sacaba de esa sensación de bienestar, empecé a elegir el bienestar por encima de la obediencia. Poco a poco se fue desvaneciendo la obligación y creciendo mi compromiso. Hoy en día, es poco probable que me provoque comer lácteos, y si ocurre, me conecto con el malestar físico que sentiría si me lo como, y con la sensación de bienestar que siento cuando consumo otras cosas, y se me pasa. Esa es otra diferencia importante entre obligación y compromiso.

En la obligación sentimos que no tenemos la opción de elegir, que es sí o sí, me guste o no y por supuesto la sensación es negativa y la actitud y emoción con la cual hacemos la acción es desagradable. Podemos sentir rabia, o molestia. Esto puede manifestarse físicamente de diferentes formas: en una tensión o incluso dolor en los hombros (por el peso de la obligación). Los pensamientos pueden ser algo así como: “Tienes que hacerlo”… En el compromiso, en cambio, sentimos una identificación y una fuerza interna con lo que estamos haciendo, una motivación que nos mueve y nos mantiene firmes. Hoy siento que esa fuerza interna es el amor, ya sea por uno mismo o por otro, sea una persona, una institución, una comunidad o un país.
¿Cómo es para ti? ¿Qué te mueve? ¿Hay alguna situación en tu vida en la cual te estés moviendo por obligación? ¿Alguna situación en la que te mueva el compromiso? Puede ser en cualquier área de tu vida como por ejemplo tu trabajo, tu relación con tu pareja, tu salud, tu relación con tu mascota, tu relación con tus hijos, tu hobby, tu relación con tus amigos, tu relación con tus padres y familiares, tu relación con tu comunidad y tu relación con tu país…
Y ahora la pregunta de las sesenta y cuatro mil lochas: ¿Cómo es tu compromiso contigo mism@? Si no estás segur@, observa tu emoción, tus pensamientos y tus sensaciones físicas cuando tengas una acción en puertas. Si notas alguna emoción desagradable, alguna tensión en tu cuerpo o algún pensamiento que te incite a evadir o buscar una excusa, o si observas un pensamiento de molestia con lo que estás haciendo, pregúntate qué es lo que realmente te mueve… Éste es el primer paso.

¿Cómo puedes crear o aumentar tu compromiso contigo mism@? No hay ninguna fórmula secreta ni receta que se puede aplicar para todos por igual. Es un camino que te toca descubrir a medida que lo vayas viviendo y es único para ti. Como en todo camino, puedes equivocarte, y seguramente lo harás. Es parte del proceso. Eso, lejos de ser un problema, es una oportunidad para aprender. Identifica tu aprendizaje de cada equivocación y sigue adelante, sin juicio. Establece metas pequeñas, alcanzables, a corto plazo y siéntete satisfech@ de tus avances, por muy pequeños que sean, pero no te dejes llevar demasiado por la sensación de logro. Ello hará que bajes la guardia en tu proceso de observación y tu mente puede aprovechar la ocasión para ponerte una trampa y convencerte. Observa cómo con cada paso que das hacia el compromiso, va disminuyendo el tamaño de la obligación. Algo muy importante: Conoce tus tentaciones y prepara un plan de acción para protegerte. Te voy a compartir un ejemplo: En este momento estoy dejando de comer harinas y algo que estoy haciendo cuando voy al supermercado es no pasar por el pasillo donde están las galletas, las tortillitas, el pan, las tortas. De esa manera no le doy el chance a mi mente para que me tente y me convenza.
Recuerda: La obligación es obedecer, el compromiso elegir. El mayor de los compromisos es el compromiso contigo mism@ y depende de ti. Manos a la obra.
Si deseas hacer psicoterapia conmigo, aprender a observarte y emprender un viaje de transformación hacia el compromiso, contáctame por WhatsApp +58 4146387298 o por mail a leonorandrade29@gmail.com y con gusto te acompaño.


Más que Reparación Transformación (Parte 2)
Leonor Andrade Castillo
La semana pasada te comentaba que mi palabra era Confianza. Y por supuesto, esta semana se me activó el polo opuesto en todo su esplendor. Me columpié durante toda la semana de un extremo al otro (Confianza-Desconfianza) al punto de ser absolutamente agotador.
Una vez que tuvimos todos los repuestos para la reparación de mi camioneta, comenzó la experiencia de cambiar las piezas viejas por las nuevas, y para mí de esperar y confiar en que todo saldría bien tal como iba andando.

Pasó de todo. Una vez que recibimos los anillos correctos y que el mecánico comenzó a armarlos con los pistones en el bloque, recibí un mensaje de voz, desesperado, en el que me decía que éstos no servían, y que quedaba espacio por donde se colaría el aceite… Hablamos y no te voy a mentir, ambos estábamos molestos y nos enganchamos en reclamaciones que realmente, visto desde la distancia, no tenían ningún sentido. En mi caso, me dejé llevar por el miedo. Confieso que en vivo no logré ver a mi monstruo y me dejé llevar por él.
No obstante, una vez que le di el número de la tienda de repuestos, de alguna manera, comencé a relajarme y a aceptar que necesitaba soltar el control y confiar. Fue una experiencia dura. Me di cuenta de que en mi afán por controlar la situación, terminé controlada por mi propia controladora interna. Fue muy bueno que mi mecánico no me volvió a decir más nada sobre los anillos ni sobre lo que estaba ocurriendo: Pude observar cómo me solté de mi controladora al observarla, escucharla… Al no engancharme con ella, se fue debilitando.
También pude observar a mi Jueza despotricando contra el mecánico que no se comunicaba conmigo. El dúo maléfico perfecto. En ese momento, logré darme cuenta que el proceso que estaba viviendo iba mucho más allá del motor de mi camioneta, así que me enfoqué en mí misma, y en cuanto hice ese cambio, mi visión se transformó y pude sentir mi corazón calmado. Esa sensación no era permanente. Iba y venía, por lo que fue necesario mantenerme alerta con mis monstruos internos.

Pasaron dos días y recibí un nuevo mensaje: “El croche tampoco es”… Lo llamé y noté su voz molesta y casi desesperada. Me mantuve calmada y le pedí que me explicara. Yo estaba en el ancianato, centrada en atender a mi mamá y me costó un tanto conectarme con temas mecánicos. Al rato me envió un video y logré comprender lo que estaba sucediendo. Le di las gracias y éso cambió la energía. Llamé a la tienda de repuestos donde lo había comprado y les expliqué la situación. El vendedor me escuchó y me dijo que le lleváramos la muestra y el que compramos para él hacer el cambio. Se lo comunico al mecánico y éste me expresa que mandará al motorizado.
Al día siguiente, va el motorizado a la tienda… y se le había olvidado la muestra en el taller. No obstante, tenía el video y con eso el vendedor pudo tener una idea del repuesto que se requería. No lo tenía en la tienda pero acordó con el motorizado que fuera a buscar la muestra y mientras tanto él buscaría el kit que creía que era. Se comunicó conmigo y me dijo que tendría que pagar una diferencia. Como te imaginarás se me revolvió todo y me asusté de nuevo. No obstante, vi a mi catastrófica y me mantuve calmada. Quedamos en que me llamaría al recibir la muestra y confirmar que ése era para que pagara la diferencia para que el motorizado se lo llevara… Pasaron las horas y no recibía ninguna llamada. Hacia el final de la tarde lo llamo. Me dice que hace rato que el motorizado se fue con el kit nuevo. Le pregunto por la diferencia y me dice que su jefe le había dicho que no me cobraran ninguna diferencia. Me sentí agradecida. No supe más del mecánico y me mantuve observando mis pensamientos, mi emoción y mi sensaciones físicas. No llamé para averiguar nada hasta que llegó el jueves, y en la noche le pregunté cuál era la situación. Fue muy breve. Estamos armando. Logré mantenerme tranquila, aunque mi miedosa estaba ya imaginándose un escenario sin carro otro fin de semana. La observé y la dejé que pusiera todas sus visiones catastróficas sobre la mesa, sin responderle nada. Se cansó, y desde la tranquilidad pude pensar en opciones para poder atender la logística de remedios y compra de comida para mi mamá. Al día siguiente hablé con mi vecina y le pregunté si iba a salir. Le propuse acompañarla a hacer sus diligencias a cambio de que me acompañara a comprar los medicamentos y la comida, en la misma zona donde estuviéramos.

Accedió y así lo hicimos. Todo anduvo sobre ruedas. Me sentí agradecida. Al final de la tarde hice un toque técnico con el mecánico. Me informó que habían prendido la camioneta. La probaría al dia siguiente y me la entregaría en el transcurso del día. Me volvió el alma al cuerpo y por supuesto también se activó la miedosa desconfiada. La dejé y se calmó. Pude darme cuenta que cuando logro callar mis monstruos, me conecto con una energía tranquila, en paz, amorosa, no cambiante, en mi corazón, ésa que llamo Dios. Y en ese preciso instante, mi mecánico me envió la foto de mi camioneta, lista y limpiecita, como una niña de quince.
Somos humanos y vivimos desde la dualidad, pero tenemos la opción, de observarnos y conscientes de la voz de nuestros monstruos internos, bajarle el volumen a la mente y re-conectarnos con nuestro corazón, y desde allí crear una realidad diferente.
Si deseas hacer psicoterapia conmigo, aprender a observarte y emprender un viaje de transformación, contáctame por WhatsApp +58 4146387298 o por mail a leonorandrade29@gmail.com y con gusto te acompaño.

Más que Reparación, Transformación
Leonor Andrade Castillo
A mi camioneta le venían fallando las bujías. He venido cambiándolas cada tres semanas. La llevé al mecánico para identificar el problema de fondo. En su diagnóstico estableció que era necesario cambiar las empacaduras de la cámara. Una vez abierta la camioneta se vería cómo está el bloque del motor. Era de la opinión de que no iba a ser necesario rectificarlo. Ése, para él, era el peor escenario. Me preguntó si alguna vez le había hecho el motor a la camioneta y le dije que no lo recordaba. Se rió y me expresó: “Entonces no se lo ha hecho señora Leonor, porque ésa es una experiencia que no se olvida.”

Nos reímos un poco, hablamos sobre la crisis que también lo arropa a él, y entre pitos y flautas le dije que iba a ir comprando los repuestos en la medida que pudiera y mientras tanto seguiríamos cambiándole las bujías cada vez que se enchumbaran. Le propuse hacerle abonos tipo “San” para ir pagándole la mano de obra. Nos reímos, pero conectados tanto por la crisis como por nuestra creatividad venezolana, aceptó mi propuesta. Salí de allí, por una parte aliviada porque ya sabía a qué me estaba enfrentando, y por otra con una sensación de susto. Lo sentía en la boca del estómago, como un vacío, como un hambre que no puedes llenar comiendo. Tomé conciencia del susto y me pregunté qué me daba miedo. Entonces lo pude ver: Mi vocecita estaba diciéndome: “Si apenas puedes cubrir los costos de atender a tu mamá, cómo crees que vas a poder comprar repuestos y pagarle al mecánico. Te vas a quedar sin carro.” El vacío en el estómago se hizo más grande. Lo observé y no peleé con mi vocecita. Sabía que si me enfrentaba a ella me iba a ganar. Me mantuve observando, como un testigo, y la dejé que siguiera. Escuché todos sus temores y visiones catastróficas. A pesar de mostrarme la peor de sus visiones, no me enganché con ella.

En la noche, le comenté a mi tío la situación con la camioneta y el acuerdo al que había llegado con el mecánico. Me escuchó en silencio. Seguí en mi rutina de cuidado a mi mamá y la correspondiente logística y sus costos. En paralelo empecé a buscar los repuestos y averiguar precios.
A los días, recibí una llamada. Era mi tío. Me comentó que uno de mis primos iba a costear los costos de la reparación de la camioneta, según presupuesto. Lloré de emoción y agradecimiento. Su solidaridad llenó mi corazón e iba en camino de sentirme abrumada. No obstante, recordé unas palabras del maestro Mooji en las que se refería a la necesidad de mantenerse como testigo, sin dejarse llevar por las emociones, aunque fueran positivas. Así que observé la emoción de alegría y agradecimiento por todo mi cuerpo y en mi corazón, desde afuera, como testigo de mí misma. Eso me permitió mantenerme tranquila y darme cuenta que mi vocecita estaba allí, escondida, y en voz baja diciendo: “Sabía que sola no podrías”. En lo que escuché ese pensamiento, en voz baja, casi en secreto, estuve a punto de dejarme llevar y sentirme poca cosa, pero al darme cuenta, continué como un testigo, escuchándola, hasta que se desvaneció al no tener a nadie que la estimulara. He aprendido, que reprimir esta voz trae como consecuencia que salga más grande después, así que ahora la dejo que hable, sin responderle y sin tratar de callarla. A veces es difícil, no te voy a caer a embustes, y es necesario agarrarse a nuestras mayores fuerzas para resistir el embate y no dejarnos llevar, pero a medida que vas practicando (como cuando vas al gimnasio) te vas haciendo más fuerte y lo puedes lograr con mayor facilidad.

Esta semana dejé la camioneta en el taller. A los dos días el mecánico me dio la noticia de que era necesario rectificar el bloque. Volví a sentir el hueco en el estómago. Sabía que los costos se iban a disparar. Pregunté qué pasaba si sólo hacíamos el trabajo de la cámara y me respondió que en un mes estaría con el mismo problema. La cosa era o sí o sí. Me dio el precio de la rectificación. Me asusté. En este punto, más allá de la solidaridad humana, decidí abrirme a confiar en Dios y lo solté todo. Me monté en el barco y le dije que llevara el bloque a rectificar. Al día siguiente, el bloque estaba rectificado. No había vuelta atrás. El bloque es otro, con nuevas medidas, que requerirán nuevos pistones y nuevos anillos para poder arrancar. La camioneta es otra, con un nuevo corazón y yo también estoy siendo otra, al poder observarme sin juicio, agradecer la solidaridad que me brindó mi primo y aceptarla, escuchar al mecánico y llegar a acuerdos que nos beneficien a los dos, y confiar en que podremos salir adelante en la segunda parte de este viaje, que te contaré en mi próximo artículo la semana que viene.
Más que la reparación de mi camioneta, ésta es una oportunidad para vivir un proceso de transformación individual que de uno en uno irá convirtiéndose en un renacer colectivo de nuestro país. Mi palabra: Confianza.
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¿El Orden de los Factores Altera el Producto?
Leonor Andrade Castillo
¿Te acuerdas cuando en clase de matemáticas estudiaste la propiedad conmutativa, según la cual tanto en sumas como en multiplicaciones el orden en el pongas los números no afecta el resultado? 2×3 es igual a 6 al derecho y al revés, 3+2 es igual a 5 independientemente del orden de los números.

Pudiéramos pensar que en nuestra vida cotidiana esta propiedad también se cumple cuando de multiplicaciones y sumas se trata. Si aplicamos esta propiedad cuando estamos comprando plátanos y vemos un letrero que dice 2×1, inmediatamente interpretamos que nos están vendiendo 2 plátanos por 1$. No obstante, si cambio el orden de los factores pudiera llevarme una sorpresa, y es que aunque el resultado continuaría siendo 2, yo recibiría 1 plátano por 2$. ¿Qué tal?
¿Qué tal si te tomas unos minutos para chequear esas situaciones en tu vida en la cuales el orden de los factores sí altera el producto, y terminas siendo desfavorecid@ tú o desfavoreces a otro?
¿De quién depende el orden de estos factores? ¿De quién depende el valor que nos dan, y el valor que nos damos?
Estamos en las cercanías del Día Internacional de la Mujer. Imagínate por un momento que aplicáramos el 2×1 de los plátanos a nuestra relación entre hombres y mujeres… ¿2 hombres por 1 mujer es lo mismo que 2 mujeres por 1 hombre? ¿Qué tiene esto que ver con el valor? ¿Qué tiene que ver con la equidad? ¿Cómo se relaciona el orden de los factores con la equidad? Cuando hablamos de equidad, en el marco de las relaciones entre hombres y mujeres, nos referimos a que ambos tengamos acceso a las mismas oportunidades y condiciones, y por ende tengamos acceso a los mismos derechos como ciudadanos. ¿Qué me hace invisible a los demás en términos de derechos? ¿Qué me impide ver a otro?

Por ejemplo: estoy en una cola esperando mi turno para pagar algo, y una persona de 80 años, está detrás de mí en la cola, visiblemente cansada. En términos de orden de llegada a la cola, me tocaría a mí pagar primero, pero en términos de compasión, tengo la opción de decidir hacer algo diferente. No es lo mismo igualdad que equidad. La igualdad tendría que ver con el orden de llegada y la equidad toma en cuenta las condiciones de cada uno y las necesidades que podamos tener. Tengo la oportunidad, luego de verla, reconocerla y reconocerme en ella, de ir más allá de la igualdad, incluso de la equidad y decidirme por la compasión. El primer paso de la compasión es la empatía, es decir ponerme en su lugar, sentir su cansancio, o tal vez sus dolores en el cuerpo, o su lentitud como si fueran mías. Hasta ahí estamos en el campo de la empatía. Si me dejo llevar por estas sensaciones, puedo ponerme a llorar en la cola mientras espero, abrumada por las emociones y marcharme llena de tristeza o de rabia sin haber cambiado nada. Puedo por otro lado, sentir y no dejarme llevar y preguntarme: ¿Qué acción puedo tomar en pro del bienestar de esta persona de 80 años aquí en la cola? Podría identificar varias opciones: Cederle mi lugar, preguntarle a la persona de la caja y a los que están delante de mí, si están de acuerdo con que esta persona pague primero. Puede que los demás no estén dispuestos, y está bien. En ese caso, puedo cederle mi lugar, sin juicio hacia los demás, y sin creerme la última Pepsi Cola del desierto. ¿Qué necesitamos para poder incluir al otro en nuestro campo de visión? Para mí, en primer término está poder verme primero yo para luego poder ver al otro.

Nosotros mismos nos ponemos de últimos en la cola. Cuando hago eso, cuando me pongo de última en la cola, es realmente difícil que otro me ponga de primera y es imposible para mí poder ver a otro. Para poder ser inclusivo y compasivo con otro, primero necesito incluirme y ser compasiva conmigo. A veces esto se nos olvida, no nos atendemos y esperamos que otros nos atiendan, contribuyan, nos escuchen, nos incluyan en sus planes. Cuando no lo hacen, seguimos esperando y tendemos a culparlos, a juzgarlos. No sabemos cuál es la situación del otro. No sabemos si está en la misma situación que yo, es decir que no se atiende, no se ve. No sabemos si sencillamente tiene otras prioridades en las cuales no estoy incluida.
No podemos hacer nada para que el otro cambie pero sí podemos voltear la dirección de nuestro lente y en lugar de estar mirando hacia el frente, hacia afuera, hacia el otro, puedo mirarme a mí, atenderme a mi, y al ser compasiva conmigo y sentirme en bienestar, estar disponible para tomar una acción en pro del bienestar de otro, sin esperar nada a cambio. Como bien dice el Dalai Lama, el cambio es de uno en uno y la mejor forma de ser feliz es haciendo algo bueno por otro, luego de que te hayas atendido (agregado por mí). Te invito a observarte el día de hoy y si descubres que estás culpando a otro, esperando que otro te haga sentir bien, mira de nuevo y pregúntate: ¿Qué puedo hacer por mí en este momento para sentirme en bienestar? Escucha tu voz interna y atiéndete. Esto te permitirá estar disponible para incluir a otro en tu campo de visión y decidir tomar una acción en pro de su bienestar. Recuerda: el orden de los factores, en este caso, sí altera el producto.
Si deseas hacer psicoterapia conmigo, aprender a observarte y valorarte, contáctame por WhatsApp +58 4146387298 o por mail a leonorandrade29@gmail.com y con gusto te acompaño.


Eres del Tamaño de tu Compromiso
Leonor Andrade Castillo
Debo confesar que estoy muy movida por la cantidad de animales domésticos abandonados en las calles. Esta preocupación ha ido en aumento luego de que falleciera mi compañera de vida perruna Lucía, con quien compartí 13 años de mi vida, y luego al año y medio falleciera mi gato Namasté, un gato que se había convertido en comunitario tras haber sido abandonado por su familia. Namasté y yo pasamos por un largo proceso de domesticación mutua, que se profundizó una vez que Lucía partiera de este plano. Namasté al sentir mi tristeza se acercó cada vez más a mí, y de alguna manera, llenó el vacío que había dejado la partida de Lucía en mi corazón y de esa forma también terminé ayudando a llenar el suyo. Se puede decir que ambos nos comprometimos el uno con el otro.

Desde hace varios meses siento este gran deseo de tener una nueva compañera perruna con quien compartir mi vida, pero honestamente no he dado el paso debido básicamente a mi compromiso personal con el cuidado de mi mamá, que implica estar fuera de casa dos noches de cada semana. Por ello, decidíapoyar económicamente un refugio de animales domésticos, y ello me ha abierto los ojos aún más a ver el alcance del abandono, no solamente de los animales sino incluso de los seres humanos que están dedicados a rescatarlos y cuidarlos. Una y otra vez escucho cuando dicen: “No nos dejen solos. Sin ustedes no podemos”, refiriéndose a la necesidad de apoyo por parte de los humanos.
Como en esta vida humana nos movemos en dualidad, hace unas semanas descubrí un señor que vive en la calle con su perro. Cuando los he visto han estado sentados el uno al lado del otro en la acera. Los descubrí porque iba manejando y de pronto escuché unos ladridos en modo defensa. Volteé y vi cómo el perro estaba ladrando a una persona, que sintió le iba a hacer daño a su compañero humano. Me conmovió hasta la médula. A la semana siguiente los volví a ver en el mismo sitio, ambos sentados en la acera,unidos por su amor y una cabulla/correa que va de la mano del humano al cuello del perruno, ambos comprometidos el uno con el otro, sin importar qué. Y es que el compromiso es un acuerdo que hacemos,primeramente con nosotros mismos, un acuerdo consciente de lo que deseamos y a lo que daremos prioridad, independientemente de los obstáculos que surjan en nuestro camino.
El compromiso personal es la base de todo proceso de transformación. Sin él no es posible ningún cambio. Incluso, los procesos de transformación colectiva parten del compromiso personal de cada uno con ese cambio. De lo contrario, nos encontraremos con unos pocos que repetiremos una y otra vez: “No nos dejen solos. Sin ustedes no lo podemos lograr.”

En este punto me parece importante hacer una distinción entre compromiso y obligación. El compromiso va más allá del “deber”, del “tener que”. La obligación tiene una fundamentación externa, basada en una imposición, mientras que el compromiso nos mueve desde el “querer”, desde lo más profundo de nuestro corazón. Si te escuchas hablar, en relación a tu objetivo a lograr, de esta forma: “Tengo que ir al gimnasio”, o “Tengo que caminar a mi perro” o “ Tengo que hacer la comida” o “Tengo que mejorar mi relación de pareja”, pregúntate qué es lo que realmente te mueve, qué es lo que realmente quieres, observa tu emoción cuando lo dices, e incluso tu sensación física. Y prueba cambiar tu lenguaje al referirte a esas actividades y di en su lugar: “Quiero ir al gimnasio” o “Quiero caminar a mi perro”, o “Quiero hacer la comida” o “Quiero mejorar mi relación de pareja”. Cuando haces este cambio, tu cerebro comienza a buscar respuestas para satisfacer tu deseo y entiende que quieres ir más allá y se enfoca en crear el camino para lograrlo. Esto me lleva a un segundo punto: Observa tus pensamientos y lo que te dices a ti mism@. Por ejemplo, si te dices: “No tengo tiempo para ir al gimnasio”, podrías observar ese pensamiento, buscar en tu calendario y descubrir que tienes media hora tres días a la semana que podrías dedicar a ir al gimnasio. Aaaah entonces dirás: “Me tomaré media hora lunes, miércoles y viernes para ir al gimnasio.” Esto es posible y específico y tu mente estará contenta con este nuevo enfoque con el que se compromete. El compromiso es como una planta. que necesita que la reguemos para crecer. Con cada acción que tomamos, por pequeña que parezca, desde nuestro compromiso personal, éste se fortalece y nos transforma como personas.
Pregúntate qué es lo que realmente quieres. A veces tienes una lucha interna entre un querer y una obligación o entre dos quereres. Te sugiero revisar y elegir el querer que realmente te mueve, para que puedas entonces comprometerte contigo mismo y alcanzarlo, independientemente de lo que suceda, sin excusas y desde la fuerza que viene del corazón, como el perro y el humano que aunque están en situación de calle, están comprometidos el uno con el otro desde el amor.
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