
MARIANA PINEDA: “HAY UN MIEDO QUE DA MIEDO”
María Dolores Ara
Acercarse a la historia, no de los grandes acontecimientos sino de lo que es apreciado por el pueblo en esa misma historia, es el pasaporte que permite a la Mariana Pineda de ficción inmortalizar a la Mariana Pineda histórica. Y ese viaje se lo debe la segunda a la primera. Y por encima de todo, a García –Lorca.
Aliándose con el cuadro costumbrista, el romance popular y la copla andaluza, el poeta construye una obra que revive el pasado histórico y lo convierte en mito. Un mito entrañable, emocionalmente inserto en el alma del pueblo y contemplado desde la tradición oral que hunde sus raíces en la España arcaica. Con la revitalización histórica, Lorca recupera el instante de gloria del personaje central, lo convierte en leyenda, leyenda dotada de sentido universal y eterno. Emblema aleccionador admirable.

El mito expresa los actos humanos significativos con historias paradigmáticas para dar con la clave de la vida emotiva del hombre. El mito se dedica a descubrir la fuerza que se oculta detrás de los hechos observables y transformarla en símbolo que cumpla una función social: guiar a los pueblos para la toma de conciencia y la asunción de su identidad. García-Lorca cumple cabalmente con la misión destinada al mito, al diseñar en Mariana Pineda una historia que enseña cómo el camino de la libertad está inevitablemente teñido de muerte, y es el precio a pagar por conseguirla. El sentimiento amoroso es el impulso que mueve el tejido íntimo de la historia para volcarse en un drama que envuelve a toda una comunidad sin distinciones sociales, económicas o culturales. Mariana es emblema del ideal de libertad, emblema de la mujer enamorada, emblema de un pueblo bravío y noble, emblema de madre ejemplar, emblema de coraje, emblema de sacrificio. Y si lo vemos bien, todos esos emblemas son aspiraciones de la más profunda humanidad, la minúscula y la soberana. El mito ha cumplido con su rol ecuménico y tutorial.
En Mariana Pineda se citan lo épico y lo doméstico con tal encanto que parece natural un encuentro tan poco acostumbrado. El hogar protector, risueño y cálido encierra la misión trascendente, la pasión libertadora, la conjura comprometida. Vecinas alegres, servidoras entregadas, niños juguetones entran y salen de habitaciones conocidas que inmediatamente serán escenario de encuentros secretos con hombres oscuros que enarbolan el estandarte liberal. Unos y otros están unidos por el bordado oculto en la bandera de la discordia: la pasión. Pasión por una tierra despojada de tiranos , pasión por los toros, pasión por los hijos, pasión por el canto , pasión por la vida, pasión amorosa, pasión religiosa, pasión por el poder. Lorca da cuenta de todas las pasiones con maestría y belleza.
La tragedia de Mariana en el drama de Lorca se produce por el enlace entre el amor al hombre y el amor a la libertad. El personaje de ficción tiene pocas inclinaciones políticas. Lo que hace está empujado por el sentimiento. Participa de la conjura por el vínculo amoroso. El patriotismo de Mariana, la de la obra, está marcado por la lealtad a sus valores y a su pueblo. A su pueblo chico que es Granada, y a su dimensión nacional, España. Este giro romántico la acerca a la comprensión popular, la hace inmediata y la internaliza en el corazón de los humildes. Igual ocurre con el bordado. El personaje real no sabía bordar. La Mariana de Lorca borda porque Lorca la hace vivir en medio de gente sencilla, de mujeres artesanas y campesinas: ellas bordan como parte de su esencia, y Mariana pasa a ser el aliento de esa esencia.
Es la forma en que el poeta logra su objetivo: construir un arquetipo que concentre el modelo a seguir para superar la crisis de conciencia que vive España en el prólogo a una guerra que dejará un millón de muertos. Construir una historia encima de la historia. Historia esta que hable de rebeldía, de fidelidad a ultranza, de pureza, de ideales, de honor y vuelo hacia la libertad. Una historia que marca el camino deseable para la vida nacional. Para el hombre común. Un camino que se desmarca de los intereses pragmáticos que envilecen. Que habla del mísero Pedrosa, mano a mano con el más miserable aún ( si cabe) , Sotomayor.

Es el pueblo el que juzga, condena o absuelve. El pueblo que, como coro griego, abre la escena cantando el romance que perdura en la memoria y entra en un tiempo sin tiempo, que disuelve la cronología. La muerte de Mariana ha ocurrido. La recoge y ensalza la copla: la inmortaliza. Como figura profética, crística, Mariana representa la muerte del cordero sacrificial, del inocente que salva a la colectividad. Una poderosa mística profética se construye en el drama.
Me pregunto de quién estoy hablando. Me parece que hablo de Mariana y hablo de Lorca. Mariana es su sombra , su alter ego. Lorca se exorciza en ella. Mariana lee el destino de su creador en la palma de su mano morena, como una gitana de la calle. Y él acepta el desafío. Igual que ella. Y termina por contárnoslo al estilo antiguo, para firmarlo con sangre como Fausto al vender su alma. Solo que este contrato con el crimen ruin de un inocente se propone embellecer el dolor, la rebeldía y el sufrimiento.
Como todo artista que deja huella sabe que es necesario crear un mundo de belleza, fantasía e ilusión que nos salve del mundo real que condena a los mártires a una muerte cruel y prematura donde está encerrada la grandeza que los resucita.


Sergio Ramírez o Nicaragua como pesadilla. Tongolele no sabía bailar
María Dolores Ara
En el 2017, Sergio Ramírez ( Nicaragua, 1942) recibe el premio Cervantes por “convertir la realidad en una obra de arte”. Faltó el adjetivo espeluznante para que el veredicto nombrara la abominación que el autor aborda con destreza magistral en todo su trabajo narrativo. Sin el adjetivo , que dibuja el terreno de ignominia en el que sucede esta historia , no podríamos imaginar la pesadilla que es , hoy y ahora, el baile de Tongolele : espectáculo denigrante de los demonios engendrados por la otrora revolución sandinista.

Tongolele no sabía bailar (2021) cierra, de momento, la trilogía policial que protagoniza el inspector Morales : detective privado, exiliado en Honduras , exponente del ultra-desencanto , el escepticismo y el asco de vivir en el reino de los engendros donde ya no queda nada humano. Y menos que humano, mucho menos su archi enemigo , Anastasio Prado, alias Tongolele, siniestro espía del régimen , dedicado a arrasar con la vida y la esperanza de un pueblo bajo las órdenes de un esperpento histórico único en su especie: la pareja presidencial, el binomio Ortega-Murillo. Dios nos coja confesados.
Tongolele y Morales son , ambos, hijos de la revolución. Y ya se sabe que Saturno crea monstruos que terminan devorándolo. Y esta novela va de monstruos, de fenómenos inhumanos que podemos ubicar entre el circo y el zoológico. Una teratología contada con humor negro que lejos de distanciarnos de los hechos , nos asegura que ese disparate es real, demasiado real para soportarlo sin una dosis de sarcasmo mordaz y combativo.
El centro de la denuncia que este libro pone sobre la mesa es la protesta cívica del año 2018 que fue reprimida salvajemente por la policía nacional dejando mas de 400 muertos, miles de heridos e incontables presos , amén de caravanas de exiliados. El aderezo singular que condimenta la repulsa es la instalación de los mal llamados “ árboles de la vida” : mamotretos que desde el 2013, adornan la ciudad como símbolo herético que distorsiona el sueño de Sandino en su nombre, y hoy es visión primitiva y obscena de la enajenación del poder.
Esta novela ha sido descrita como el archipiélago de Gulag latinoamericano , más bien tropicalizado: su lenguaje riquísimo en giros cultos y populares, su composición exultante , llena de sorpresas, delirios y realidades; sus personajes disparatados , su técnica abundante en asombros estilísticos, nos sitúa en la geografía más fiel al realismo mágico que ahora es mucho más realista y mucho menos mágica. Brutal por los cuatro costados. Así, la novela se convierte en mímesis de las mañas absurdas con que el poder se aferra al poder , tragándose toda lógica, toda sensatez. Todo Bien y toda Verdad.
Al final parece que solo queda resignarse ante la presencia del ogro. Parece. Pero la justicia poética esta ahí, rutilante, en estas páginas testimoniales que documentan la infamia, que subvierten la versión oficial, que son arma de lucha y molestan la digestión del dinosaurio que, algún día, cuando despertemos, ya no estará ahí.


Sin orillas. Abdulrazak Gunarh , el extranjero constante.
María Dolores Ara
El Premio Nobel 2021 fue otorgado a este africano (Tanzania, 1948) casi desconocido en el mundo de habla hispana , que escribe en lengua inglesa, reside en UK desde su exilio , jubilado de la Universidad de Kent como profesor de literatura poscolonial y miembro de la Real Sociedad de Literatura desde 2006. Méritos que se subrayan por su condición de refugiado que huye a los 18 años de un Zanzíbar extremo y desigual , que suma a la violencia entre hindúes y musulmanes, el proceso de colonización: leña al fuego de la búsqueda infructuosa de la convivencia, la igualdad y el anhelado respeto por la dignidad del otro.

En la orilla se publica en 2001 , y viene a preguntar con ironía suave y socarrona ¿qué es civilización? ¿a qué llamamos superioridad de los pueblos? ¿en qué consiste la identidad? ¿de dónde somos cuando ningún lugar nos recibe? ¿dónde está nuestra casa? Se trata de un examen de conciencia para el lector donde se revela la caducidad de un modelo de ver el mundo desde el olimpo occidental. Y lo hace con una gracia finísima desde un narrador que , sin duda, se burla de las pretensiones europeas ( y sus derivados ) de estar y ser por encima del resto.
Nos cuenta en esta novela de prosa pulida y limpia, la odisea de dos refugiados, que pasan por la crueldad y la opresión en su Tanzania natal hasta llegar por distintos caminos y experiencias durísimas a Inglaterra , donde se encuentran de nuevo. La enemistad de origen va quedando adormecida por la peripecia que los conduce a un destino amargo que se amortigua y endulza cuando se apuesta por el entendimiento como puerta de entrada a la solidaridad frente a un entorno hostil y soberbio.
Narrada en primera persona por el refugiado que llega en la madurez a Inglaterra , nos introduce en la subjetividad de una mirada despectiva que invierte el paradigma : este hombre habla inglés pero lo niega porque , ya se sabe que un refugiado culto no produce la lástima necesaria para ser aceptado. Golpe bajo. En el interrogatorio de rigor , a su llegada, le roban una pequeña caja labrada que es su patrimonio afectivo y cultural. Su única seña de identidad cae en manos de un guardia que se cree con derecho sobre ella porque ese hombre desposeído de todo no merece ser dueño de nada. Gancho al hígado. La casa de acogida donde va a parar es un lugar inmundo, donde el orden y la higiene brillan por su ausencia, así como la honestidad y el decoro. KO a la supremacía del hombre blanco. Y todo esto contado con la serenidad de un sarcasmo sabio que es su mejor baza.
La historia de la vida en Tanzania , la vida doméstica, menuda y sencilla viene en la voz de la memoria que salta de personaje en personaje componiendo un mural variopinto, colorido que abre puertas y ventanas para revelarnos el mundo íntimo de la sociedad en la que los protagonistas han nacido y crecido. No es una pintura idealizada, ni ingenua : el mundo precolonial está lleno de inseguridades, violencia y abusos. El mundo colonial y poscolonial , aumenta la inseguridad, la violencia y los abusos. El legado “civilizador” deja mucho que desear. De hecho, deja las cosas casi peor de lo que estaban.

Se podría pensar, por lo antes dicho, que el papel de víctima está servido en bandeja como tema principal. Y no. El tránsito de la novela se detiene en repartir bondades entre los que están en la otra orilla y merecen la amabilidad del narrador. La pareja alemana del este que da asilo al segundo protagonista. Rachel, la funcionaria que acompaña al protagonista principal en su periplo y termina en una amistad sincera. La metrópoli es tan contradictoria como la colonia. La colonia da el mismo miedo que la metrópoli. Los años de presidio en África son un infierno. En el estado independiente se desata una sed de sangre incontenible. Ni aquí ni allá. El mundo es un agujero negro que parece tragarse los mejor de los hombres. Pero algunos no se dejan. Esos son los que pueden cambiar las cosas.
Imposible no hacer referencia a la alusión repetida en la novela que señala como faro el Bartleby de Herman Melville; ese escribiente , en apariencia insignificante, que dinamita las reglas del juego del poder cuando repite calmadamente : “preferiría no hacerlo” , con convicción y la seguridad. La anti-rebelión consumada, que rompe lo establecido y dice no cuando es no. Bartleby es una especie en extinción. Nunca fue común, ciertamente; pero ahora es una pieza de museo.
Igual de obligada es la cita a Kipling. Su tesis publicada en 1899 en La carga del hombre blanco aseguraba que los europeos estaban moralmente obligados a conducir por el camino evolutivo a los pueblos salvajes. Kipling creía en la supremacía de sus congéneres, creía en el progreso como panacea universal, creía en la civilización occidental como portadora de valores sacrosantos. No era un mal hombre. Era un buen narrador y poeta. El punto ciego desorienta a cualquiera, sobre todo cuando solo se ve lo que se quiere ver. Y no había muchas oportunidades de mirar limpiamente en épocas cerradas. Ahora, menos, y , además, sin coartadas.
Como rezan todas las reseñas sobre el autor , es la primera persona negra ganadora del Nobel en Literatura después de Toni Morrison, que se lleva el galardón en 1993, y el primer africano en obtenerlo después de una década; además de señalar que los anteriores no eran de raza negra. El imperialismo ataca de nuevo, si es que alguna vez dejó de hacerlo. El centro del mundo rinde homenaje ahora a quien con su trabajo ha logrado paliar su condición de apátrida encontrando un lugar en el que todos estamos incluidos: el trabajo creativo, la palabra poética, el verbo que trasciende. Ahí.


El amor como reliquia. El polaco de J.M. Coetzee
María Dolores Ara
Que Coetzee es un genio no admite dudas: Nobel aparte, se verifica en su prosa contundente , en la sacudida de sus temas, en la ironía de sus narradores, la originalidad de sus perspectivas , en la fuerza de sus ideas y su pasión por decirnos lo que no queremos oír. Todo confirma, de nuevo, su presencia indispensable en el Olimpo de las letras.

El polaco ( El hilo de Ariadna, 2022) es “el acta de defunción del amor romántico”, según dice el autor en una entrevista reciente. Publicado primero en castellano que en inglés , al igual que Siete cuentos morales (2018) , construye con rasgos precisos y certeros la relación mínima entre un pianista polaco y una mujer española cuyo desencuentro es rotundo…pero menos.
Dos orígenes, dos idiomas, dos visiones del mundo, choque de trenes entre el pragmatismo descarnado de ella y el idealismo inoperante de él. Entre Chopin técnico y Chopin emotivo. Y como único puente un idioma neutro, precario y triste , el inglés mal hablado y peor entendido, al igual que todo lo que los lleva a estar sin estar y a ser sin ser.
Coetzee nos pasea por la mitología del amor en una condensación sin réplicas: aquí encontramos la referencia explícita a Dante y Beatriz; un poco menos explícita a Chopin y George Sand; menos todavía a Orfeo y Eurídice; y allá en el fondo , la fábula esencial : Eros y Psique. El ideal amoroso atraviesa con su flecha esta historia desencantada para no dar en el blanco (¿o sí?)
La tradición del amor cortés que arranca en la Edad Media supone la transfiguración del sentimiento en un principio educativo superior, en la fuente de toda belleza y todo bien , en una fuerza sagrada que guía hacia lo trascendente. ¿Dónde queda semejante doctrina en la actualidad? Dante se guarda en el departamento de objetos perdidos que nadie reclama. La pasión avasallante respira en su carácter de estímulo para la creatividad, y confirma que la desilusión se la lleva por delante cuando toca enfrentar la cruda realidad del deterioro físico. Desafiar a la muerte es otro de los oficios del amor , así como desobedecer a la ley y saltarse límites. Necesitamos mitos, y mientras más lo negamos, más los necesitamos. Coetzee lo sabe.

El lenguaje y el narrador forman una unidad indisoluble que da a la novela un carácter envolvente del que no podemos desprendernos. Desnudo y directo, desapasionado y crudo, el lenguaje va trazando párrafos numerados que lo alejan de toda retórica. Austero , casi monacal va pintando una historia parca y depurada de filigranas. Solo aparece lo imprescindible, sin adornos, sin metáforas : al grano , siempre al grano.
El narrador es un ojo evaluador, más que omnisciente, que reconoce que no sabe lo que no sabe, pero que sabe mucho más de lo que parece decir. Es un narrador que hace preguntas , nos hace preguntas , se hace preguntas , le pregunta a ellos: narra desde las preguntas, ocultas o visibles. Pregunta si lo que parece , es. Si lo que es, será. Si lo que está, podrá algún día seguir estando. Si lo que se dice, se siente. Si lo que se calla, se piensa. ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿De qué soy capaz? Y todo tras la búsqueda del amor , que va negándose y que cuanto más se niega más se afirma. Un tema eterno resucitado con una fuerza que arrasa, y se esconde en las curvas del miedo. Para amar se necesita coraje. Lo sabemos y huimos. Coetzee nos lo recuerda, por si acaso.
Por encima y por debajo de la desvalorización del amor, en ese entresijo confuso que lo rechaza y lo venera, dentro de la negación que nos asusta y el deseo que pretende sustituirlo; en medio de una falsa indiferencia o de una exaltación artificial está la necesidad, el anhelo, su poder inagotable que puede llevarnos a escribirle a un muerto.
El amor , ese ideal sospechosamente arrinconado, sigue latiendo agazapado , librándose del zarpazo del escepticismo al uso. Los perdedores somos nosotros. Coetzee nos señala con el dedo.


PERSONAS (IN) DECENTES. PERDER CUBA Y MORIR EN EL INTENTO.
María Dolores Ara
Leonardo Padura nos regala en este 2022 la más reciente andadura policial de su entrañable Mario Conde. Después de una nutrida colección de aventuras que circulan por el género negro en clave tropical (cuyo protagonista real es el sentimiento desolado por un proyecto ideológico que se ha derrumbado entre la sangre, el miedo y la degradación) , nuestro detective, con su resaca moral a cuestas, emprende una misión mucho más exigente.

Personas decentes se vincula más, en alcance y proyección, a las dos obras monumentales del escritor: El hombre que amaba a los perros ( Tusquets, 2009 ) y Herejes (Tusquets, 2013 ) confiriéndole al asunto policial una dimensión que deriva hacia el análisis histórico, con su carga obligada de compromiso ético ante malos tiempos para la gente políticamente honrada.
Nos encontramos con una composición a cuatro manos y dos perspectivas que cruzan el puente del tiempo para contarnos la historia de cómo se pierde Cuba después de la independencia o más bien, de cómo es imposible perder lo que solo fue idea, sueño, anhelo de los inocentes ; es decir, no se puede perder lo que nunca se tuvo.
Dos detectives separados por 100 años de distancia en el calendario, pero viviendo realidades paralelas en horror, cuentan la historia corrupta, cruel y carente de principios de la Cuba ahogada por la perversión del poder , en puntos de su historia que parecen una acumulación de infamias indetenibles. En 1910 , el detective Saborit ( cometa Halley mediante) se sumerge en la resolución del crimen de una prostituta, envuelto en una historia de mafias irredentas , compuestas por desalmados de cuello blanquísimo que aspiran, incluso, a ser presidentes de una república recién estrenada. El personaje capital de esta línea de la novela es Yarini, un tipo sin escrúpulos , refinadísimo , cultísimo, preparadísimo que regenta prostíbulos y demás yerbas, y es una persona decente : moral propia, código de honor personal y muy transferible, compasivo y carismático. Una perla interesante como resumen de nuestra casta política en bastantes ocasiones.

En el 2016 ( año de gracia bendecido por Obama y los Rolling Stones) , nuestro Mario Conde , enfrenta de soslayo y como quien no quiere, queriendo, dos casos abominables: los asesinatos de Reynaldo Quevedo y Marcel Robaina , representantes de lo más abyecto de “la revolución” , la élite de la canalla que asume el poder para expoliar y martirizar a todos los que se atraviesen en su camino a la cumbre. La flor y nata del horror que roba obras de arte a sus creadores y las vende por enormes sumas en el mercado capitalista que es la morada de satán. Los “notables” que se prostituyen y prostituyen todo lo que se mueve con o sin su consentimiento. Personas (in)decentes que viven como si nada y mueren como si todo. La muerte a veces, es poco castigo.
Esta novela va de infamias pasadas, presentes y futuras. Va de ilusiones perdidas y jamás halladas. Va de voces morales en callejones sin salida. Va de penes cortados , de venganzas irredentas, de principios podridos en algún baúl abandonado, va de países siempre en deuda consigo mismos, de hombres que caen repetidamente, y solo se levantan a medias, o no se levantan , o se levantan para el atroz olvido. Va de miseria y miserables.
También va de amigos leales, de borracheras cariñosas, de conversaciones implacables. Va de ajuste de cuentas con la nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue. Va del honor de los vencidos, de ideales secretamente conservados en alguna esquina del corazón. Va de Cuba y su historia detenida. Va de amor a las raíces. Va de homenaje a pintores y poetas arruinados física y espiritualmente. Va de culto a los desgarrados. Va de apoyo a los que todavía protestan y se arriesgan. Va de prestar la voz a los invisibles. Va de coraje.
“¡ Yo quiero, cuando me muera
Sin patria pero sin amo ,
Tener en la losa un ramo
De flores , y una bandera!”
Va por Martí.


HAMNET de Maggie O´Farrell . ¿ Cómo nos las arreglamos para ser inmortales?
María Dolores Ara
Este ha sido el mejor libro del 2021 , según el diario El PAÍS de España; según cualquier criterio que busque placer y conocimiento en la lectura ( citando a Javier Cercas en reciente entrevista) , es una novela extraordinaria. Asombro y maravilla en una historia sobre la devastación que deja el paso de la muerte a destiempo. Una historia sobre una mujer que aquí es la de Shakespeare, pero pudo no serlo y que acapara el protagonismo con su carga telúrica, llena de magia y fuerza. Una novela contada desde un narrador supra-omnisciente que ve el futuro sucediéndose en una dimensión oculta del presente. Un Shakespeare que es sombra engañosa donde parece ausente : anónimo que, al final, derrama luz desde su obra y logra convertir en sustancia inmortal al hijo perdido.

Agnes, la protagonista , copa la escena narrativa con su poder descomunal: misteriosa y dulce, compasiva y enérgica; esposa enamorada y madre suprema. Conoce los misterios de la naturaleza , desde el don de la adivinación hasta la cura con hierbas. Eleva lo que toca, penetra en los misterios, da a luz en la intemperie, se rebela contra todos sin escándalo y sin furia. La figura de Agnes se construye en firme desafío a todo encasillamiento de género y fuera de cualquier límite de época: casi podríamos decir que la autora rescata en ella el valor esencial de lo femenino que contiene lo suave y lo terrible, lo desaforado y lo sereno, la naturaleza vital que sostiene y arrasa.
Y su primer sujeto a sostener es a ese marido cuyo talento está lejos del oficio artesanal que fabrica guantes, ese marido que escribe obras de teatro que ella no lee, ese marido que marcha a Londres -empujado por la intuición certera de ella- a buscar su destino en las tablas , entreteniendo a multitudes de toda condición. Y de allí, los hijos : el amor incondicional e inmenso, el cuidado atento, la entrega absoluta, la presencia de él en ellos, la representación de la unión en ellos.
Por eso, precisamente por eso , la alevosía de la muerte que se encapricha con el gemelo , el único varón, el que hereda los poderes de la madre y logra que lo sobrenatural cambie el destino (y se lo lleve a él a la morada desconocida de la que no se vuelve y deje a su hermanita viva) , se hace insoportable para Agnes: no resiste el giro inesperado de un acontecimiento que debió prever y se hunde en una desesperación que está narrada desde el desgarro más hiriente, dejándonos heridos también.
Se representa en la novela la otra tragedia, la doméstica, la que la historia no registra , la que no aparecerá en ningún drama : la del dolor inconmensurable frente a la pérdida injusta del hijo niño y el vacío que nada podrá llenar nunca. Y el marido , ese cuyo nombre nunca se revela en la lectura , que anida en el oropel del teatro, y en ese marido y padre , la novela vacía todo su sentido en una apoteosis final que nos sacude.

El marido ha escrito una obra que lleva el nombre del hijo fallecido y es imperdonable que lo reduzca a un papel de comedia. Ella se traslada a Londres a reclamarle la ofensa y descubre quién es su marido realmente y cómo lo ha dejado fijo para toda la eternidad en escenas donde se comunican muerte y vida , donde es posible revivir al que no está , y allí, en el guión , Hamnet vivirá para siempre. Agnes descubre deslumbrada que el padre ha hecho un duelo reconstruyendo al hijo con su pluma , que es el padre, el marido el que ha logrado traerlo de vuelta a la vida y dejarlo en ella gracias a su trabajo poético.
Así que, finalmente, nos encontramos con un homenaje al teatro, a su magia , a la alquimia que se verifica en la puesta en escena para hacer posible lo imposible; a ese pacto que establecemos con todo el arte para creer en lo que nos propone y hacer verdad por instantes lo que la vida se empeña en afirmar que es mentira.
La biografía imprecisa de Shakespeare permite fabular con acierto cada vez que su figura , precisamente inmortal, requiere renovada atención. En este caso, el acento mítico recae en la invención de una esposa que no está a la sombra del genio , lo potencia y moldea haciendo que sea el mago que usa su pluma como varita mágica que exorciza el sufrimiento y reta a la muerte, venciéndola. Aun así, el personaje todopoderoso es ella : homenaje a las mujeres que han sido , son y serán poderes innegables de la historia pequeña y grande.
Merece mención especial el avasallante pasaje sobre el viaje del virus de la peste que va trasladándose por el mundo, desde el pelaje de un mono y mata lo que encuentra a su paso sin detenerse. Es un momento cumbre por el vértigo de la descripción bajo la mirada de un narrador –Dios que ve como el virus pasa entre mares, ciudades, continentes, cuerpos hasta llegar a casa de Agnes. Impresionante.
Vayan tras el placer y el conocimiento, vayan tras esas líneas perdidas en un libro que esperan por nosotros para responder preguntas que ni siquiera sabemos que nos hacemos. Vayan tras respuestas. A este libro, le sobran.


PARA LEERTE MEJOR
María Dolores Ara
Desde hace bastante tiempo la lectura ha perdido significado como valor cultural. Lejos quedan los días en que ser culto suponía un valor social, personal y hasta moral. La base para tener ese valor venía en los libros: en el bagaje de conocimientos, posturas y visiones del mundo que se adquirían gracias a ellos.

Hoy nos aqueja un mal que conocemos como “analfabetismo funcional”:se lee operativamente, pero no se comprende lo que se lee, no se sabe argumentar sobre ello, no se generan ideas sobre otras ideas, no se identifica la idea principal de un escrito, no se conoce el significado de las palabras que lo componen, no se establecen asociaciones con otras ideas, no se sabe resumir lo que se lee, no se distingue ente una opinión y un análisis.
Leer ya no es un valor. Estamos en la era de la imagen. Pero, paradójicamente, se estudia leyendo, se aprende leyendo, nos informamos leyendo……y no hay ninguna posibilidad de tener éxito en la vida ( profesional o emocional: ¿alguien se ha consolado de alguna pena de amor resolviendo una fórmula?) si no se domina la lectura como vía de acceso al saber. El reto que supone leer consiste en recuperar el sentido de la lectura como parte del sentido del mundo que ella resume y muestra.
El lector comprende un texto cuando es capaz de extraer el significado que el mismo texto le ofrece. Esto implica reconocer que el sentido del texto, su misterio, está en las palabras que lo componen, en la forma de organizarlas y que el rol del lector consiste en descubrirlo.
Es necesario adquirir competencias para sacarle el mayor provecho posible a la lectura llegando a un nivel tal que seamos capaces de realizar, con facilidad, la lectura crítica e interpretativa de un texto y no sólo su lectura literal y correcta.
Toda lectura es de algún modo “revelación”. Revelación del mundo, de la naturaleza humana, de lo que somos y queremos ser. La lectura profunda nos brinda la oportunidad de conocer el sentido de la vida, ése que buscamos incesantemente y se nos escapa y que -al decir de Borges- está escondido en la propia búsqueda . Si no hay búsqueda, desde luego, no hay sentido.

La lectura también nos construye: fabricamos nuestra propia estructura interior a partir de lo que leemos. ¿En qué creo? , ¿qué defiendo?, ¿quién soy? son preguntas complejas que cuesta hacerse y que un libro bien leído contribuye a contestar de manera más clara que cuando nos miramos para adentro asustados y perplejos.
La lectura forma valores, ideas y conceptos sobre la realidad. Es una vía para palparla, para vivirla, para expresarla y experimentarla. En el devenir cotidiano tenemos contacto apenas con una realidad fragmentada, hecha de trozos aislados de experiencia que nos dejan el sabor de lo incompleto, de lo carente o de lo confuso. La lectura sabia nos deja armar el rompecabezas de la vida de una manera más plena. Ella admite infinitos puntos de vista que contrastan o armonizan con el nuestro, que lo amplían, lo cuestionan o lo modifican. La lectura siempre va a más: nunca reduce, o simplifica nuestra visión del mundo.
No queda mucho por decir. Bastaría con afirmar que leer nos hace mejores humanos. Y de eso se trata, no?


¿Cuál cultura? ¿Cuál literatura?
María Dolores Ara
Pretender trazar un panorama de lo que ha sido y es nuestra relación como sociedad con la literatura sería deshonesto por excesivo y arrogante. Lo primero, entonces, es trazar límites sensatos a esta indagación que quisiera vincular las relaciones de los venezolanos con la cultura literaria. Esto obliga a añadir una pregunta más a las que abren este escrito: ¿cuáles venezolanos?

Empecemos por ellos. ¿Quiénes leen en Venezuela?¿qué alcance y dimensión tiene nuestro gusto por la lectura? Parece que poco. Muy poco. En términos cuantitativos, en el 2007 , Adriano González León , en una entrevista publicada en El Universal, declaraba que “ El venezolano lo único que lee es la Gaceta Hípica”. La queja porque en Venezuela no se lee es antigua y casi aburrida. Se lee poco, se lee mal, y cuando se lee bien en cantidad y calidad, se hace en cenáculos que no dan cuenta de un país que lee, sino de grupos que leen, al parecer, más guiados por simpatías, afinidades ideológicas, modas o cualquier clase de criterio personalista, que por una inclinación descubridora o siquiera indagadora de la realidad , hecha con rigor metodológico y enfoque significativo.
Desde la perspectiva de una profesora de lenguaje y literatura, la respuesta a la primera pregunta es frustrante. Los alumnos que ingresan en la Universidad traen un bagaje que más bien es una maleta vacía…, si hay maleta. Casi no han leído nada y lo que han leído les parece detestable, por lo que es difícil seducirlos para el placer de leer y tenemos que remontar una cuesta infame que apenas logra que bajen la guardia y se rindan, al menos, a lo que les sugerimos de forma casi suplicante.
No se puede hablar de “cultura” si ésta no abarca amplios modelos de comportamiento. No es cultura lo que no incluye a la generalidad, sino a la excepción. No es cultura lo que no arropa una relación de la sociedad con un elemento concreto. Así que casi podríamos hablar de nuestra “in-cultura” literaria, pero se nos hace tan desesperado y casi apocalíptico que preferimos dejarlo en esta nota aclaratoria, cuyo corolario descarnado es la frase de González León, (y que sirva de homenaje póstumo).
Así hemos matado dos pájaros de un tiro: cultura y lectores. Saltemos a ¿cuál literatura? A la aseveración de que se lee poco y mal, hay que sumarle que se lee lo que se impone desde algún centro emisor que decide quién vale y quién no de acuerdo a parámetros que tienen más que ver con las coyunturas emocionales, afectivas y/ o políticas (perdón por la redundancia) , que con el análisis serio y fundado de la producción literaria. Démosle un repaso a la historia de los programas de literatura de nuestro bachillerato y la evidencia nos desmoronará. Preguntemos al azar qué se conoce de literatura venezolana y encontraremos lo mismo de siempre pero menos claro, menos afianzado, y menos leído de primera mano. Veamos las promociones de lo que se edita “al giorno” y aparecen nombres nuevos que, efímeros como cometas, pasan por nuestro firmamento literario sin dejar huella. Los nuevos nombres son todavía más oscuros que la tradición,…que ya es decir.

No están todos los que son, ni son todos los que están, es una frase trillada, pero en ningún ámbito es tan perfectamente definitoria de nuestra cultura como en el caso literario. Acudamos a un clásico: Manuel Vicente Romerogarcía, quien en 1896 nos legó aquello de “Venezuela es el país de las nulidades engreídas y las reputaciones consagradas”. Quizás una revisión de nuestra cultura literaria podría iniciarse por dejar tranquilas a las nulidades engreídas que ya han disfrutado de mucho más que su cuarto de hora de gloria, y darle su oportunidad a los que no les ha llegado oficialmente el papel protagónico que merecen.
Debemos hacer dos aclaratorias. Nuestra perspectiva sobre este tema se construye a partir de nuestra experiencia profesional. Ser profesora crea una buena base para comentar acerca del conjunto de relaciones amistosas -o no- que establecemos con la literatura nacional desde el sujeto que lee. No desde la intelectualidad que lee. No desde la crítica que juzga lo que es leíble o no leíble, y que opera en un circuito mínimo del cual prescinde el sujeto que debería leer y no lee.
La segunda. Vamos a hablar sólo de narrativa. El cuento y la novela son los protagonistas de la cultura literaria. Poesía y ensayo son todavía más extraños a nuestra cultura (aunque parezca desmentirlo el hecho de que entre amigos y en ciertas relaciones haya privado en cierta época el apelativo de “poeta”). Si leer cuesta, al menos la narrativa apela a la estructura curiosa de la mente que quiere siempre saber qué pasa o qué va a pasar. Ese terreno del suspenso y el asomo a otra vida, siempre más interesante que la nuestra, es del dominio de la historia de ficción, como bien sabía Scherezade. Y nuestra cultura sí que está ligada a la intriga y a los cuentos . ¡Cómo nos gustan los cuentos! Sin embargo, el ensayo histórico, el análisis de la realidad política propia o ajena, ha ido incrementando su posición entre las preferencias de los lectores, y hoy en día es posible que sea el género que más se lee. Probablemente porque la realidad contante y sonante se ha hecho tan incomprensible que necesitamos un manual para entender qué pasa aquí y fuera de aquí.
Dividimos nuestro escrito por épocas y nos centramos en autores y libros que son para nosotros emblema de nuestra cultura literaria, por estar -o no estar-entre las luminarias. Como la extensión del artículo es agradecidamente breve, hubo que elegir. Así que nos sumamos a las carencias, omisiones y errores de todo lo que se ha hecho y se seguirá haciendo sobre este tema.


“Tierra desacostumbrada”
María Dolores Ara
“Los errores nunca se equivocan”( Graffiti en un muro)
La escritora de origen bengalí, de nacionalidad inglesa y residenciada en Norteamérica, Jhumpa Lahiri, nos regala en este conjunto de historias un manual invalorable de la vocación de ciertos humanos por la infelicidad. Estas joyas narrativas, conmovedoras y certeras, cuentan el momento exacto donde las personas se traicionan, el instante en que una oportunidad se desaprovecha, las consecuencias de dejarla pasar. Estamos ante la fotografía de los secretos íntimos que habitan lo doméstico y corren como ríos subterráneos de corriente paralela a la vida que se ve. Conocemos a personajes desfigurados emocionalmente. Quebrados por dentro y enteros por fuera. Que siguen adelante a pesar del peso gigante de lo que no es o no pudo ser.

Planteada sin drama, sin melodrama, sin truculencia esta saga mínima, elegante, de los bengalíes emigrados a Inglaterra y USA nos dice que la vida es así, es esto: decepción, error, caída, incomprensión; sin aspavientos. La pluma discreta y fina de Jhumpa Lahiri se detiene con ternura en los instantes decisivos donde se hacen elecciones de vida o muerte sin darnos cuenta de lo crucial de ellas porque lo cotidiano no nos deja ver su trascendencia. Aferrados a la norma, a la rutina, al deber ser como refugio, los personajes de estas historias no ven o no quieren ver la demanda de salto que la vida les pide. Saben que viven tras una cortina que les obstaculiza la libre expresión de sus emociones, o el abandono de sus tradiciones. Intentar superar esos impedimentos les trae un sufrimiento mayor que el del encierro en sus rígidos patrones, así que siguen actuando con convicción, coraje y buena fe: apuestan a que la aceptación limpia de su destino truncado sea su mayor victoria. Sin amargura, ni rabia, ni resentimiento.
Las mujeres y las figuras parentales ocupan un lugar poderosamente significativo en estas historias. Ellas son dulces, hogareñas, humildes y sabias en la aceptación de sus frustraciones. Llevan la tensión entre sus deseos y sus logros con una natural inteligencia sosegada. Nadie revienta: a pesar de involucrarse en matrimonios forzados, desiguales, o bajo la presión de sus propias ganas de abrirse a la cultura que las hospeda, son relaciones fallidas ante las que terminan rindiéndose. Ni ángeles, ni víctimas. La autora expone un modelo que no recurre ni a lo ejemplar, ni a lo sufrido. Como toda norma tiene su excepción, en algunos cuentos es el hombre el que se siente asfixiado por su cultura y trata de desapegarse sin conseguirlo del todo, o consiguiéndolo a medias.
Los padres se representan como estructuras altamente demandantes, ante las cuales se sacrifican los verdaderos sentimientos y los actos espontáneos. La rebelión que los extermina no es posible en culturas de tal arraigo familiar. Son como dioses exigentes pero sin gestos violentos, sin sangre derramada, sin castigos aterradores. Se admite un cierto grado de oposición pero sin transgresiones lacerantes. Son columnas que influyen decisivamente en las vidas de su progenie. El fracaso viene de la mano, justamente, de la desobediencia. La mayoría de los personajes termina regresando al seno cultural que lo vio nacer. Es un refugio seguro aunque indeseado. Es la manera de no sentirse tan solo en una tierra sin costumbres que abrazar.

Tierra desacostumbrada habla de la emigración exterior e interior. De ese territorio al que hay que mudarse por necesidad y que exige del exiliado una adaptación casi imposible. La tierra del alma, la de los afectos sufre también la conmoción de los tránsfugas: la naturaleza humana se agota de tanto equivocarse, se repite en sus errores hasta el aburrimiento, se disfraza para huir de ellos sin éxito. Da lo mismo si estamos en La India y nos escapamos a Europa, o si los mexicanos se intentan mimetizar en USA ( por no hablar de la diáspora nacional, que saca tanta roncha) , aun no moviéndonos de nuestro terruño hay mucho éxodo en cada circunstancia vital, mucha frontera que traspasar dentro de cada quién. La tierra a la que no nos acostumbramos y que no se acostumbra a nosotros, la tierra extraña no siempre está afuera. A veces, muchas, somos extraños dentro de la costumbre que nos explica. Y de eso se tratan estas historias contadas en tono de confidencia amable, como conversaciones de buenos amigos que necesitan decir lo que nadie sabe: no todo está dicho sobre nosotros, nadie sabe en el fondo nuestra historia. En algún momento, para nuestro bien, lo que ocultamos debe descubrirse ante un oído comprensivo que no juzgue. Finalmente se es extraño hasta para sí mismo y terminar por ser costumbre para sí, es una hazaña mayúscula.
El cuento que da título a la colección, “Tierra desacostumbrada” desarrolla la relación incomunicada entre Ruma y su padre, luego de fallecer la madre, centro de la energía afectiva de la familia india que lleva tiempo viviendo en el extranjero. De hecho, Ruma está casada con un norteamericano y ya tiene un hijo mezclado. La nueva pareja del padre es un secreto que se interpone entre ambos. Un peso que los separa, pues Ruma sigue honrando a su madre y piensa que su padre aún no ha superado su muerte, porque esos sentimientos de apego y honra son los que prescribe la tradición que la sostiene por dentro. Sobreproteger a su padre significa cultivar sus raíces o lo que queda de ellas y defenderlas del acoso de la nueva tierra donde se ve sometida a presiones profesionales, culturales y sociales completamente distintas. Cuando Ruma encuentra la tarjeta postal extraviada que evidencia que el padre tiene un nuevo amor su mundo se derrumba, es la evidencia que demuestra que su madre ya no existe, y su ausencia es la ausencia de referentes, de raíces, de sentido. Ante la prueba contundente de su desarraigo, anunciado a sus sordos oídos por la incomprensión del marido occidental, la crianza del hijo que ya es de otro continente, por la distancia afectiva del padre, y por su propia voz que se contradice, Ruma elige , en un gesto muy puro, enviar la postal a su destinataria. Al hacerlo se despide de su origen, pierde una batalla pero gana otra. Con madurez, encaje y respeto, Ruma elige hacer lo correcto, lo que corresponde. Ya habrá tiempo de recoger lo que se ha roto en su interior.
“Cielo e infierno” es la historia de la complicidad tierna y amorosa entre la madre de la narradora, casada ( la madre) en un matrimonio concertado con un hombre con el que no tiene mucho en común, y un compatriota bengalí que llega de huésped a su hogar, en sus primeros años de exilio en USA. Entre ambos se da una relación placentera, divertida y cariñosa que logra sacarla a ella de la amargura de una vida gris. Es un amor sin concreciones físicas, sin promesas, sin revelaciones. Paralelamente, la hija del matrimonio que da acogida a Pranab y cuya madre se enamora de él, sostiene una rivalidad abierta con su progenitora, la desafía y se comporta violentamente. Por ello es la primera en alegrarse cuando Pranab se casa con una norteamericana, en rebelión flagrante a las leyes de su cultura, y rompiéndole el corazón a quien esperaba, ilusamente, que toda la vida continuara el espejismo de quererse sin definirse. Desgarrada, va recuperándose del desamor y consigue, con el tiempo, acercarse con dulzura al marido y tener un matrimonio bonito. Su máximo triunfo es convertirse en cómplice de la hija díscola, al madurar, y contarle, mucho después, que intentó suicidarse a lo “bonzo” cuando Pranab se casó, y la detuvo un vecino que logró verla antes de que encendiera el fósforo fatal.
“Una elección de alojamiento” nos presenta el matrimonio mixto de Megan y Amit, quienes han dejado a sus dos hijas con los padres de ella para asistir a la boda de una excompañera de colegio de él. Megan es médico, 5 años mayor que él, norteamericana , de inferior clase social. Amit es un indio que no terminó los estudios de Medicina, de familia pudiente que lo envió a estudiar a USA desde muy joven, separándolo contra su voluntad, de sus orígenes. La boda es una prueba social y emocional para ambos: se efectúa en el colegio donde Amit estudió separado de su familia y su tierra, donde creció como extranjero y experimentó el desarraigo inevitable. La chica que se casa le gustaba. Para Megan significa enfrentar el pasado de Amit, a una rival fantasiosa más joven, acaudalada y dueña de los recuerdos juveniles de su esposo. El matrimonio de ambos ha entrado en decadencia, al igual que la falda quemada, tiene un agujero que tapar. Una falsa euforia conduce su conducta, ella coquetea con un viejo conocido de Amit, él se emborracha y se pierde cuando va a llamar por teléfono para saber de las niñas. No vuelve a la fiesta. Megan se angustia hasta encontrarlo tendido en la cama del hotel, durmiendo. A la mañana siguiente el agujero por el que se les escapa la felicidad ha aumentado de tamaño. Van a despedirse de los demás pero no encuentran a nadie en la residencia de estudiantes que albergaba a los invitados. En un acto desesperado, hacen el amor furtivamente, en una de las habitaciones de la residencia. Amargados y resentidos, parece ser su última vez, o quizás sea la forma de remendar el agujero negro que señala sus diferencias.
“No es asunto de nadie” nos presenta a Sang, una india soltera a la que llaman muchos compatriotas para concertar un matrimonio arreglado a la vieja usanza, mientras ella sostiene un noviazgo tormentoso con un individuo que la engaña, le es infiel y con el que termina rompiendo malamente, cuando se hace evidente el maltrato al que la somete y que ella se resiste a admitir, hasta el último minuto. La derrota final de sus aspiraciones nos hace suponer que Sang terminará casándose con alguno de los pretendientes de su misma nacionalidad y religión, con tal de que no se repita la historia. Por donde se mire, el barco hace aguas: o se somete a la ley implacable de su gente o se somete al escarnio de estas otras leyes, más veladas, pero igual de subestimantes y despreciativas. No lo tenemos fácil en ninguna latitud.
“Hema y Kaushik” es el último cuento y el más largo. Está compuesto por tres apartados que hacen de la narración una novela breve e intensa. Habla de la historia de los protagonistas desde que se conocen en la infancia, comparten pocos momentos, hasta que se hacen amantes a los 30 años. Él , marcado por la muerte de la madre y el siguiente matrimonio del padre al que no perdona nunca. Ella, herida por la larga relación con un hombre casado, y luego por el compromiso con un hombre al que no ama y que le es destinado como señalan las leyes de su cultura. Llenos de deudas afectivas, ambos se encuentran en un espacio de hambre sentimental al que no logran dar una sana salida. La pasión que surge entre los dos no construye bases lo suficientemente sólidas para que él se despida de la madre muerta y se abrace al padre “traidor”. Para que ella no le cobre sus fracasos amorosos anteriores. Cuando el tsunami le arrebata la vida a Kaushik, la muerte juega su última baza y, como siempre, resuelve lo que los hombres dejan sin terminar. Hema guardará en secreto la historia portadora de su verdad, se casará y llevará una existencia, como la de todas sus predecesoras ( y quién sabe si sus sucesoras) , donde nadie sabrá nunca lo que pasó, a menos que…lea alguna de estas historias en el libro que las saca a la luz.


El pez dorado de J.M.G. Le Clezio
María Dolores Ara
El pez dorado es una novela que retrata el problema central de Europa en este nuevo milenio tan duro y tormentoso: la imposible convivencia de sociedades multiétnicas y pluriculturales en el espacio que gestó la civilización occidental con todas sus luces y sus sombras.

Inclinado mucho más a enfocar las sombras de una Europa carcomida por la mala conciencia a la que le cuesta mucho aceptar sus propios horrores , Le Clezio elige contar la peripecia del desarraigo migratorio desde lo que se conoce como la novela de iniciación o aprendizaje. Se trata de un subgénero que cuenta el viaje del héroe protagónico como una trayectoria de transformación que se opera al cruzar un umbral de índole psicológico, emocional, o físico. Las novelas de iniciación tradicionales funcionan , generalmente, en el circuito cronológico que marca el paso de la infancia a la pubertad o de la juventud a la madurez, y se encargan de mostrar las duras pruebas que supone traspasar los límites de cada edad para situarse en la siguiente etapa sin morir en el intento.
En este caso, Le Clezio, introduce cambios sintomáticos dentro del género para mostrar su postura crítica ante la sociedad urbana occidental que invisibiliza al emigrante refugiado, lo empuja a la periferia cultural y desarrolla contra él una violencia extrema que contradice las bases programáticas del occidente que enarbola las consabidas banderas de la fraternidad, la igualdad y la libertad.
Aquí encontramos un viaje en círculo , no en línea recta ascendente como dicta el programa de este género. Laila es raptada a los 5 años en una calle desconocida de un lugar que nunca sabrá exactamente cuál fue y ese inicio cruel marca su camino evolutivo por distintos nombres que nunca serán el verdadero, distintos parajes geográficos y humanos que pocas veces la acogerán , y muchas, la expulsarán del territorio indispensable para sentirse vivo: el de la identidad reconocida, integrada y respetada. El círculo se cierra sobre la supuesta calle original de su desgracia, aquella en la cual una mano oscura la introdujo en un saco y la llevó como un animal más a venderse en un mercado donde su humanidad quedó, para siempre, reducida a la mínima expresión. Volver a ella traza el dibujo nítido del retorno a la paz del reconocimiento, que aumenta su cuota de sentido por cuanto Laila, ahora, está gestando un hijo de la metrópoli central , heredero de lo mejor y lo peor de ambos mundos, portador de la fusión de culturas dispares que han podido citarse,sin sangre, en el encuentro de los cuerpos . Hubiera sido ideal añadir que esos cuerpos estuvieron enamorados, pero hay muy poco amor en esta historia. De lado y lado. Hay intereses malsanos, ruina, miseria, mezquindad e ignorancia. Y miedo, mucho miedo.
Podemos afirmar que se trata de una picaresca con voz femenina. Lo usual es que el pícaro sea un hombre, un muchacho casi siempre que se dedica a jugar con la vida para engañarse sobre su condición inferior y engañar a esa misma vida que lo desafía a superarse. Laila es una pequeña (y después no tan pequeña ) bribona, consciente de su poder de seducción, encantadora de varias serpientes que se asusta de su propia capacidad de hacer el mal. Mitad víctima, mitad verdugo, sufre todas las vejaciones posibles a lo largo de un periplo despiadado donde casi nadie la mira desde la humanidad que se supone honramos moralmente. Ella tampoco sabe elegir lo mejor para sí porque tendría que haberlo aprendido en alguna esquina de esa vida torturada y no ha podido ser. Traspasar la frontera desde la barbarie no ha dado frutos: en Europa le va todavía peor, es más carne de uso, es más comida para el depredador. Su potencial humano no puede crecer, no sabe crecer. Le queda ese último gesto de mestizaje inverso: llevar al hijo de los supuestos dioses superiores a la tribu primitiva a ver si se produce el milagro; otro modo de vida que deje ser a quien anhela ser y tiene derecho a ser sin que persecuciones atroces lo catapulten fuera de su tierra y pague con sufrimiento su condición de paria involuntario. No va a ser fácil. Posiblemente no va a ser.

La novela clama por iniciar el contacto vital e intelectual con lo primigenio. Clama por abandonar el rol de Occidente como faro iluminador de valores con los cuales no solo no cumple sino que descaradamente pisotea justo en nombre de esa iluminación. Si Occidente y, principalmente, Europa son fuente y cuna de los más altos valores del espíritu, ¿cómo se comporta con tal grado de insensibilidad, corrupción y salvajismo? ¿Qué pueden esperar, entonces, los verdaderamente aislados de un estado de derecho cabalmente constituido? ¿Si Europa no se porta a la altura de sus ideales, que queda para los demás? ¿Si no somos ejemplo, quién muestra el camino?
El pez dorado intenta reivindicar la diversidad y acogerla como propia, que sea propio todo lo que se asienta en Europa con la decisión firme de hacer un mundo pleno , seguro y libre. Que Europa comprenda a los otros para que los otros puedan decir que pertenecen. Pertenecen si son entendidos. Pertenecen si ellos también entienden. Y aquí llegamos al nudo gordiano.
La novela pide que vivamos de otro modo y dejemos vivir de otros modos, pero –como bien dice Fernando Savater- se puede vivir de muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir. El personaje de Laila y su troupe de maltratados que maltratan se le escapan al escritor y recorren un camino que no estaba trazado en el plan. Vemos a los humillados vivir de espaldas a la ley, no conocer el orden y no estar muy interesados en conocerlo, ser más unos fugitivos que unos refugiados, solicitar derechos con muy poco cumplimiento del deber, ser abusivamente tratados y, a su vez, abusar en la primera ocasión en que el sistema muestra una grieta. Y están a la caza de la grieta. La serpiente se muerde la cola. Y tanto buenos como malos quedan irreconocibles.
La inverosímil erudición de Laila, sus dotes excepcionales para la música, su extraña belleza no le sirven para superar su condición marginal de la que ella misma es co-responsable. Despojada de voz auténtica no es capaz de construirse y reconstruirse. Teniendo cómo y con qué. La novela la pone a perder sin compasión. Ese final romántico la termina de expulsar del centro social al que aspiraba: más perdida que nunca por negar sus propios dones liberadores, con un bagaje de infamias cometidas y padecidas se sienta a esperar un sentido para su vida en la misma calle que se lo arrebató y a la que le entregará un hijo cuyo destino también está marcado si no ponemos límites claros donde hay que ponerlos. Hay que desenmascarar la doble moral europea que arma a las huestes irredimibles para después llorar sobre los cadáveres que contribuyó a amontonar. Hay que desenmascarar a los adoradores de la muerte que se disfrazan de defensores de falsos ídolos para gozar con los chorros de la sangre enemiga. Y se inventan un enemigo con cualquier excusa. Unos y otros. Y, mientras tanto, el mundo se vuelve una cueva aterradora donde nos agazapamos esperando el zarpazo que nos borrará del mapa. A todos. Y así, los administradores del miedo vuelven, otra vez, a ganar la partida. Déja vu.


NI CIENCIA NI FICCIÓN A PROPÓSITO DE FAHRENHEIT 451
María Dolores Ara
La ciencia ficción es una caja de sorpresas. Envuelta en su halo de fantasía cósmica, suele presentarse como un género riguroso que habla de mundos inventados donde todo es posible para bien o para mal. Pero es solo un disfraz para incautos. El género o sub-género suele encerrar las mejores reflexiones filosóficas sobre la naturaleza de lo humano, sus alcances y limitaciones; sus perversiones y grandezas. Lo que somos y podemos llegar a ser, lo que no nos hemos propuesto alcanzar y lo que sufrimos por quedarnos atrapados en nuestra pequeñez. Se puede leer como una distracción inocente, y funciona. Se puede atrapar el hilo seductor que explica la vida y funciona mejor. Usted elige.

Ray Bradbury es uno de los magos de este prodigio. Narrador, filósofo y poeta autodidacta ha volcado en su escritura un largo camino reflexivo para legarnos ideas cautivadoras sobre nuestra esencia y los conflictos que acarrea defenderla, cuando la propia especie se traiciona a sí misma eligiendo ser lo peor que puede llegar a ser. Meterse en una novela de Bradbury es un compromiso moral que le queda grande a la ciencia ficción simple, si es que existe tal cosa.
Fahrenheit 451 es uno de sus trabajos más conocidos. Escrita en la década de los 60 y considerada una joya en su género, Fahrenheit se instala en la saga de las distopías pero con una intención mucho más sublime y lírica que sus compañeras de tema. Entre el suspenso policial, la acción trepidante, la angustia existencial, la filosofía humanista y el aliento esperanzado, esta novela termina por ser una guía espiritual para la desorientación moral de los pensantes. Su gran acierto es responder a las preguntas esenciales de los humanos en cuanto tales, y retarnos a vivir según esas respuestas bellas y dolorosas al mismo tiempo.
Dividida en tres partes, la obra va tomando cuerpo en la intriga que la sostiene. Nos cuenta el salto prodigioso del bombero Montag, quien va a sufrir la transformación propia del que descubre la verdad a tiempo para salvarse y salvarnos. En una sociedad donde leer es un peligro porque lleva a pensar y a pensar para descubrir certezas y desechar fraudes, los bomberos han trastocado su papel de apaga-fuegos por el de pirómanos oficiales del poder, que incendian palabras para que no produzcan ideas. En ese mundo de cartón piedra, solo la televisión invasiva es el recurso tecnológico mediante el cual llega el entretenimiento enajenante. En ese mundo de plástico barato está prohibida toda actividad mental profunda. Es un mundo que vacía y anula todo el potencial humano. Potencial que debería pasar de generación en generación a través de las ideas que encierran los libros y que van gestando nuevas ideas para dar vida a la humanidad que se eleva por encima de su estrecho marco físico para volar alto gracias al pensamiento. Los libros aquí son el enemigo. Volar es el pecado mayor. Y se vuela porque se lee, y se piensa sobre lo que se lee para seguir volando. Por los siglos de los siglos, hasta que los buitres del poder descubren la amenaza y en su infinita estupidez van contra el efecto y no contra la causa. También por los siglos de los siglos.

Si a ver vamos , Fahrenheit reproduce la eterna batalla entre el Bien y el Mal con un escenario más atractivo que el del sermón oficial. En el bando de los buenos están los aliados del pensamiento libre y poético, liderados por Montag, Faber y la hermosa Clarisse. Son los amantes de la naturaleza, de vida bucólica sin artíficos, de la lectura enriquecedora, de la mente productiva. Son los defensores de la sabiduría obtenida por la capacidad de procesar la vida plena, por no conformarse con la norma, por indagar hasta alcanzar la verdad trascendente. Esa que dicen que nos hace libres y auténticos. Esa que nos enseña a buscar el Quijote, o la Biblia, o Shakespeare.
El bando del Mal se dedica a matar la vida. La vida de la alegría natural, la del pensamiento creativo, la del amor a lo que respira claridad. Millie y sus amigas , el capitán Beatty, los bomberos adocenados y el sabueso infernal son los inquisidores del fuego destructivo que arrasa con lo que respira. Sin propósito, sin sentido, huecos e infelices pasan por el infierno creyendo que es el cielo y no se enteran. Sin coraje para vivir plenamente y con absoluto desconocimiento de lo que eso pueda significar se dedican a acabar con lo que los perturba: libros, personas reales, seres libres, naturaleza virgen, posibles descubrimientos sorprendentes sobre sí mismos y sobre el mundo gris en el que a duras penas sobreviven. Entre pantallas que aturden, incendios que aniquilan y pastillas para no saber, ni ser, persiguen a los que saben por el delito de siempre: buscar la verdad, encontrarla y difundirla. Lo que hacen los libros, exactamente.
No ganan los buenos, hay que decirlo. No del todo. Pero tampoco se hace apología del mal, como tanto gusta el posmodernismo más reciente. Bradbury consigue el balance justo que da con la clave para la solución del conflicto usando la simbología del fuego. Desde el título que nos habla de la temperatura a la que se quema el papel, hasta la salamandra que usan los bomberos para prender las llamas que consumirán a los libros, pasando por la imagen del Ave Fénix, la estructura profunda de la historia es un canto a lo inextinguible, a lo que permanece inalterable entre contradicciones y riesgos. A la vida perdurable más allá de todo intento de aniquilación. El fuego quema y calienta, mata y da vida. Todo depende de quién controle la llama.
Lo que emana del espíritu inmortal que anida en cada criatura humana se hace eterno. No hay fuego que lo extermine, no se consume en la llama, se renueva y cambia constantemente sin principio ni fin. Resurge purificado en cada era, en cada ciclo. Asciende triunfante siempre. Vence enemigos y peligros. Lo que el hombre hace cuando da lo mejor de sí es un poder que nada ni nadie puede destruir y que se impone en todo tiempo a las sombras. Y ese legado supremo está recogido en la sabiduría que los libros atesoran y que solo algunos privilegiados pueden reconocer y heredar.
La humanidad está en los libros. Seremos más humanos en el tiempo de los libros. Expandiremos nuestra humanidad en la sabiduría que ellos legan. En la que dejan en cada uno de nosotros. En el estímulo que nos otorgan para continuar. Y es preciso continuar porque no ha llegado el tiempo de detenerse, según nos susurra el Eclesiastés.


LOS DESORIENTADOS de Amin Maalouf
Maria Dolores Ara
“También el odio contra la bajeza desfigura las facciones. También la ira contra la injusticia pone ronca la voz.” Bertold Brecht
En el 2012 , Amin Maalouf, escritor libanés residenciado en París y miembro de la Academia Francesa, escribe esta novela emotiva, entrañable y personal sobre un país desfigurado por emociones violentas que busca su sentido a través de las voces de unos hijos desperdigados , adoloridos y rotos que no consiguen entender ni entenderse.

Usando cartas y diarios, la narración se erige sobre sentimientos y vivencias íntimas que se concentran en los 16 días que dura el viaje del protagonista, Adam, a su tierra natal, luego de veinte años de ausencia. Esta cita entre el país y el hombre, entre la patria escindida y el renegado se cumple por obra y gracia de la muerte: ha fallecido un antiguo amigo de juventud, Mourad , y esa ausencia convoca el reencuentro de los antiguos miembros de una pandilla estudiantil, ahora réprobos de una historia local plagada de ausencias. Íntima, confidencial y auto-biográfica, Los desorientados plantea el drama ciego de los desencuentros ideológicos y la dificultad de encontrarles solución.
El telón de fondo de la obra es la guerra civil del Líbano ocurrida entre 1975 y 1990, en la que facciones musulmanas, cristianas y seculares se enfrentaron cuando los refugiados palestinos atacaron al estado de Israel desde territorio libanés. Entre guerrilleros, palestinos infiltrados, musulmanes alzados, cristianos armados, israelitas enardecidos el mapa libanés sufre lo indecible y obliga a sus habitantes a tomar partido, a hacer algo, a situarse frente a la confusión. El saldo deja entre 120 y 250 mil muertos, un millón de heridos y un millón de exiliados. En alguno de estos grupos están inscritos los protagonistas de esta crónica que ejercita la memoria y rinde homenaje a todas las víctimas, comprendidas e incomprendidas de una catástrofe absurda.
Con la excusa de despedir al amigo muerto, once personas se reúnen después de muchos años en el espacio de sus años estudiantiles: época dorada, paraíso inolvidable que explotó con el rugir de los primeros embates de la guerra. Como piezas de un rompecabezas sin armar, van acercándose a sí mismos, al pasado y al ideal de futuro desde el desarraigo, el conflicto y la desesperanza. Sin saber bien quiénes fueron, ni lo que son exactamente ahora, ni mucho menos lo que terminarán siendo en otros países donde viven casi todos; o en este país, que no se parece al suyo y que no se sabe qué terminará siendo, se ponen al día con la coartada de una posible reconciliación entre todos ellos. Entre el país y ellos. Entre el mundo y ellos.
Para armar el rompecabezas hay que conocer cada pieza en fondo y forma. ADAM, el narrador y organizador del póstumo homenaje, es un historiador laico, católico sin exagerar, occidentalista, racional y escéptico. Vive en París, enfrentado a los fanáticos árabes, extremistas, y creyentes que han hecho de la religión un refugio político o viceversa. Su papel de mediador, de brazo vinculante entre los amigos recuperados supone un hilo que intenta rehacer la totalidad fragmentada de lo que queda de ellos.
MOURAD, es ahora un cadáver. Para ADAM es un traidor que pactó con la guerrilla rural por motivos egoístas. Cómplice de la masacre que significó recuperar su casa invadida, termina por aliarse con los bárbaros y convertirse en su vocero gubernamental. Para MOURAD, los que se fueron, los que abandonaron la tierra natal innombrada, son los únicos traidores. MOURAD apuesta a que todos hubieran hecho lo mismo, de quedarse. Expulsado de los afectos, solo y resentido, muere sin haber podido decir todo lo que piensa y siente. Sin haber podido escuchar lo que piensan y sienten los demás. Ha muerto mucho antes de este día; murió cuando no pudo comunicarse, ni comprender. Cuando el odio, el resentimiento, la culpa y la corrupción se apoderaron de su alma.
TANIA es su esposa. La novia eterna desde los primeros años, le sobrevive con una mezcla de dolor y admiración. Recibe a ADAM con alegría, pero le reclama su postura fría. ADAM ha juzgado a MOURAD y lo ha condenado. No se ha puesto en su lugar. Tania, al haber acompañado a MOURAD en todo se convierte en cómplice de sus actos. A pesar de ello, la relación con los amigos que ahora se verán las caras es amable y cariñosa. El cariño priva y más en momentos presididos por la pérdida.
NAIM es el judío de la partida. Fue el primero en abandonar el país en 1973, escapando a Brasil. Se ha convertido en un gordo tolerante, que disfruta el placer de la paz bien hallada. Sin ortodoxias de ningún tipo revive los años juveniles sin juicios y sin fantasías. A pesar de pertenecer al grupo responsable de sostener el conflicto desde el punto de vista bélico, nadie le reprocha su filiación religiosa porque la ejerce desde el término medio virtuoso y sabio.
BILAL fue la primera víctima mortal del caos. Muere en un tiroteo, combatiendo por causas fantasiosas que no entendía a cabalidad. Su pasión por los héroes literarios inmolados en batallas de tinta y papel, lo llevan a su destrucción.
SEMÍRAMIS era su novia y todavía duele el costado vacío donde BILAL no está. Hoy es dueña de un hotel pequeño en las afueras, que cobija a ADAM en este viaje. Es hija de egipcios y nació en El Cairo. De jovencita, ella y ADAM tuvieron un juego amoroso sin resultados. En esta vuelta a la recuperación del pasado, deciden completar ese episodio maltrecho y tener un romance singular: Semíramis le pide permiso a la pareja actual de ADAM para acostarse con él y cerrar el ciclo. DOLORES se lo concede.

ALBERT es el más antiguo amigo de ADAM. Estudiaron juntos desde la infancia. Intentó suicidarse de joven y en el intento, terminó secuestrado para canjearlo por otro muchacho, también secuestrado. Sus secuestradores son los padres del otro chico, que muere en la operación. Estos padres desolados deciden adoptar a ALBERT para siempre, y este es más bien quien los adopta ya que no tiene padres. Emigra a USA donde trabaja para el Pentágono. Bajo una artimaña logra llegar al Líbano para la reunión. Es la oportunidad de confesar su homosexualidad y la verdad sobre sus padres ausentes.
NIDAL es el hermano de BILAL. Fundamentalista, radical y talibán, entabla un duelo de creencias con ADAM centrado en la defensa y ataque de la razón de ser árabe y las violentas relaciones con Occidente. Desprecia a ADAM y lo emplaza constantemente como símbolo de la cobardía de los árabes que han decidido traicionar su condición. NIDAL representa todo lo que ADAM adversa: el dogmatismo, la irracionalidad, la ceguera mental y la obsesión destructiva.
RAMZI es hoy en día un monje católico que se hace llamar Fray Basile. En su juventud estudió ingeniería y emigra a Londres con su amigo Ramez, socio también de la exitosa empresa común, de la que se retirará por principios morales irreconciliables para sumergirse en un monasterio y alcanzar una paz desconocida. Ha perdido la relación con sus hijos que instigados por la madre, ya fallecida, se han puesto en su contra y le han hecho la vida imposible. Ramzi es un sosegado ermitaño que ha huido, de otra forma, hacia el interior de sí mismo dándole la espalda al mundo que lo rodea, lleno de ambiciones, y vacío de escrúpulos.
RAMEZ era el socio y compañero fraterno de Ramzi. Se hizo millonario con la compañía constructora. Vive en Ammán, felizmente casado, con una familia unida que lo apoya. Dolido por la decisión de Ramzi de abandonar el negocio compartido, lo disculpa y perdona a pesar de todo. Su mujer, DUNIA, es una matrona firme y cariñosa, que va con él a donde sea y como sea.
Finalmente, llega DOLORES. Pareja actual de ADAM en París,de nacionalidad argentina, editora de una revista científica. Se presenta para el reencuentro al arrepentirse de haber accedido a que Adam se acostara con Semíramis. Es bienvenida y no se genera conflicto alguno por lo sucedido.
Estas piezas de tan variado olor, sabor y textura deberían haber calzado perfectamente en el dibujo basal del rompecabezas, al sacar a relucir los temas de reflexión a los que la novela quiere conducirnos: la falacia acerca de la indiferencia política, el dilema de los que se van y de los que se quedan cuando hay un territorio en conflicto, la posición de los árabes frente al mundo, la religión convertida en bandera para obtener el poder político, las relaciones de amor-odio entre los bandos en pugna cuando se trata de antiguos camaradas ahora enfrentados por las vicisitudes de la guerra. La amistad que deriva en rivalidad, el sentido común que deriva en disparate, la conveniencia que deriva en corrupción, las alianzas que terminan en chantajes, la bondad de la vida que deriva en soledad y desconfianza. El mundo sonriente que era tu mundo y ahora es una mueca desconocida y amenazante que causa espanto.
El accidente fatal donde fallecen Ramzi y el chofer , y donde ADAM queda inconsciente, “en suspenso, como todos nosotros” según sentencia DOLORES, parece destinado a demostrar que la promesa de la recomposición, que la posibilidad esperanzada de un amanecer luminoso donde se instaure el reino de la concordia es, por lo pronto, una quimera. Habrá que esperar mejores tiempos y mejores hombres para homenajear a MOURAD y brindar por los amigos que han sido y son.
Mientras tanto, suscribo una frase inolvidable del texto: “más vale equivocarse en la esperanza que acertar en la desesperación.”