
Compromiso Vs. Obligación
Leonor Andrade Castillo
La principal diferencia entre compromiso y obligación es la motivación. La obligación está movida por una motivación externa, tiene su origen en una imposición que puede venir de otra persona o de una institución, o de una comunidad. El compromiso por su parte está movido por un querer interno que nada tiene que ver con la imposición sino más bien con el amor, ya sea por otra persona, con nuestra comunidad, con nuestro país, con una institución, con nuestra familia, con algún amigo, con nuestra mascota. A veces nos puede ocurrir que aunque la motivación es interna, proviene de una mandato de nosotros mismos para con nosotros mismos.

Hace unos días conversaba con uno de los muchachos del automercado. Él estaba extrañado de que no comprara ni siquiera queso blanco duro. Me preguntó hace cuánto que no compro lácteos. Realmente no lo recuerdo con claridad, pero seguramente hará como unos diez o doce años que comencé con el proceso.
Fue muy difícil para mí en un comienzo, ya que adoraba comer queso, yogurt, café con leche, helado… En fin, cuando comencé con este proceso, que duró aproximadamente tres años, lo asumí como una obligación: tengo que dejar de comer lácteos. Nadie me lo estaba imponiendo desde afuera, pero sí tenía una voz interna muy fuerte que se imponía. En el camino fui aprendiendo, con cada paso, con cada equivocación, cada vez que “flaqueaba” y me comía un trozo de queso o comía helado diciéndome que no me pasaría nada si sólo me comía un poquito, y eso abría la puerta para comer otro poquito y otro poquito y otro poquito… hasta que me caía mal.
Entonces, tocaba comenzar desde cero. En este estira y encoge algo comenzó a cambiar en mí y empecé a darme cuenta de que este proceso iba mucho más allá de mi imposición conmigo misma, que venía de un deseo de bienestar. Cuando me conecté con este deseo, mi motivación cambió y ya no me sentía que tenía que obedecer mi propio mandato, sino que quería sentirme a gusto, y como comer lácteos me sacaba de esa sensación de bienestar, empecé a elegir el bienestar por encima de la obediencia. Poco a poco se fue desvaneciendo la obligación y creciendo mi compromiso. Hoy en día, es poco probable que me provoque comer lácteos, y si ocurre, me conecto con el malestar físico que sentiría si me lo como, y con la sensación de bienestar que siento cuando consumo otras cosas, y se me pasa. Esa es otra diferencia importante entre obligación y compromiso.

En la obligación sentimos que no tenemos la opción de elegir, que es sí o sí, me guste o no y por supuesto la sensación es negativa y la actitud y emoción con la cual hacemos la acción es desagradable. Podemos sentir rabia, o molestia. Esto puede manifestarse físicamente de diferentes formas: en una tensión o incluso dolor en los hombros (por el peso de la obligación). Los pensamientos pueden ser algo así como: “Tienes que hacerlo”… En el compromiso, en cambio, sentimos una identificación y una fuerza interna con lo que estamos haciendo, una motivación que nos mueve y nos mantiene firmes. Hoy siento que esa fuerza interna es el amor, ya sea por uno mismo o por otro, sea una persona, una institución, una comunidad o un país.
¿Cómo es para ti? ¿Qué te mueve? ¿Hay alguna situación en tu vida en la cual te estés moviendo por obligación? ¿Alguna situación en la que te mueva el compromiso? Puede ser en cualquier área de tu vida como por ejemplo tu trabajo, tu relación con tu pareja, tu salud, tu relación con tu mascota, tu relación con tus hijos, tu hobby, tu relación con tus amigos, tu relación con tus padres y familiares, tu relación con tu comunidad y tu relación con tu país…
Y ahora la pregunta de las sesenta y cuatro mil lochas: ¿Cómo es tu compromiso contigo mism@? Si no estás segur@, observa tu emoción, tus pensamientos y tus sensaciones físicas cuando tengas una acción en puertas. Si notas alguna emoción desagradable, alguna tensión en tu cuerpo o algún pensamiento que te incite a evadir o buscar una excusa, o si observas un pensamiento de molestia con lo que estás haciendo, pregúntate qué es lo que realmente te mueve… Éste es el primer paso.

¿Cómo puedes crear o aumentar tu compromiso contigo mism@? No hay ninguna fórmula secreta ni receta que se puede aplicar para todos por igual. Es un camino que te toca descubrir a medida que lo vayas viviendo y es único para ti. Como en todo camino, puedes equivocarte, y seguramente lo harás. Es parte del proceso. Eso, lejos de ser un problema, es una oportunidad para aprender. Identifica tu aprendizaje de cada equivocación y sigue adelante, sin juicio. Establece metas pequeñas, alcanzables, a corto plazo y siéntete satisfech@ de tus avances, por muy pequeños que sean, pero no te dejes llevar demasiado por la sensación de logro. Ello hará que bajes la guardia en tu proceso de observación y tu mente puede aprovechar la ocasión para ponerte una trampa y convencerte. Observa cómo con cada paso que das hacia el compromiso, va disminuyendo el tamaño de la obligación. Algo muy importante: Conoce tus tentaciones y prepara un plan de acción para protegerte. Te voy a compartir un ejemplo: En este momento estoy dejando de comer harinas y algo que estoy haciendo cuando voy al supermercado es no pasar por el pasillo donde están las galletas, las tortillitas, el pan, las tortas. De esa manera no le doy el chance a mi mente para que me tente y me convenza.
Recuerda: La obligación es obedecer, el compromiso elegir. El mayor de los compromisos es el compromiso contigo mism@ y depende de ti. Manos a la obra.
Si deseas hacer psicoterapia conmigo, aprender a observarte y emprender un viaje de transformación hacia el compromiso, contáctame por WhatsApp +58 4146387298 o por mail a leonorandrade29@gmail.com y con gusto te acompaño.


Más que Reparación Transformación (Parte 2)
Leonor Andrade Castillo
La semana pasada te comentaba que mi palabra era Confianza. Y por supuesto, esta semana se me activó el polo opuesto en todo su esplendor. Me columpié durante toda la semana de un extremo al otro (Confianza-Desconfianza) al punto de ser absolutamente agotador.
Una vez que tuvimos todos los repuestos para la reparación de mi camioneta, comenzó la experiencia de cambiar las piezas viejas por las nuevas, y para mí de esperar y confiar en que todo saldría bien tal como iba andando.

Pasó de todo. Una vez que recibimos los anillos correctos y que el mecánico comenzó a armarlos con los pistones en el bloque, recibí un mensaje de voz, desesperado, en el que me decía que éstos no servían, y que quedaba espacio por donde se colaría el aceite… Hablamos y no te voy a mentir, ambos estábamos molestos y nos enganchamos en reclamaciones que realmente, visto desde la distancia, no tenían ningún sentido. En mi caso, me dejé llevar por el miedo. Confieso que en vivo no logré ver a mi monstruo y me dejé llevar por él.
No obstante, una vez que le di el número de la tienda de repuestos, de alguna manera, comencé a relajarme y a aceptar que necesitaba soltar el control y confiar. Fue una experiencia dura. Me di cuenta de que en mi afán por controlar la situación, terminé controlada por mi propia controladora interna. Fue muy bueno que mi mecánico no me volvió a decir más nada sobre los anillos ni sobre lo que estaba ocurriendo: Pude observar cómo me solté de mi controladora al observarla, escucharla… Al no engancharme con ella, se fue debilitando.
También pude observar a mi Jueza despotricando contra el mecánico que no se comunicaba conmigo. El dúo maléfico perfecto. En ese momento, logré darme cuenta que el proceso que estaba viviendo iba mucho más allá del motor de mi camioneta, así que me enfoqué en mí misma, y en cuanto hice ese cambio, mi visión se transformó y pude sentir mi corazón calmado. Esa sensación no era permanente. Iba y venía, por lo que fue necesario mantenerme alerta con mis monstruos internos.

Pasaron dos días y recibí un nuevo mensaje: “El croche tampoco es”… Lo llamé y noté su voz molesta y casi desesperada. Me mantuve calmada y le pedí que me explicara. Yo estaba en el ancianato, centrada en atender a mi mamá y me costó un tanto conectarme con temas mecánicos. Al rato me envió un video y logré comprender lo que estaba sucediendo. Le di las gracias y éso cambió la energía. Llamé a la tienda de repuestos donde lo había comprado y les expliqué la situación. El vendedor me escuchó y me dijo que le lleváramos la muestra y el que compramos para él hacer el cambio. Se lo comunico al mecánico y éste me expresa que mandará al motorizado.
Al día siguiente, va el motorizado a la tienda… y se le había olvidado la muestra en el taller. No obstante, tenía el video y con eso el vendedor pudo tener una idea del repuesto que se requería. No lo tenía en la tienda pero acordó con el motorizado que fuera a buscar la muestra y mientras tanto él buscaría el kit que creía que era. Se comunicó conmigo y me dijo que tendría que pagar una diferencia. Como te imaginarás se me revolvió todo y me asusté de nuevo. No obstante, vi a mi catastrófica y me mantuve calmada. Quedamos en que me llamaría al recibir la muestra y confirmar que ése era para que pagara la diferencia para que el motorizado se lo llevara… Pasaron las horas y no recibía ninguna llamada. Hacia el final de la tarde lo llamo. Me dice que hace rato que el motorizado se fue con el kit nuevo. Le pregunto por la diferencia y me dice que su jefe le había dicho que no me cobraran ninguna diferencia. Me sentí agradecida. No supe más del mecánico y me mantuve observando mis pensamientos, mi emoción y mi sensaciones físicas. No llamé para averiguar nada hasta que llegó el jueves, y en la noche le pregunté cuál era la situación. Fue muy breve. Estamos armando. Logré mantenerme tranquila, aunque mi miedosa estaba ya imaginándose un escenario sin carro otro fin de semana. La observé y la dejé que pusiera todas sus visiones catastróficas sobre la mesa, sin responderle nada. Se cansó, y desde la tranquilidad pude pensar en opciones para poder atender la logística de remedios y compra de comida para mi mamá. Al día siguiente hablé con mi vecina y le pregunté si iba a salir. Le propuse acompañarla a hacer sus diligencias a cambio de que me acompañara a comprar los medicamentos y la comida, en la misma zona donde estuviéramos.

Accedió y así lo hicimos. Todo anduvo sobre ruedas. Me sentí agradecida. Al final de la tarde hice un toque técnico con el mecánico. Me informó que habían prendido la camioneta. La probaría al dia siguiente y me la entregaría en el transcurso del día. Me volvió el alma al cuerpo y por supuesto también se activó la miedosa desconfiada. La dejé y se calmó. Pude darme cuenta que cuando logro callar mis monstruos, me conecto con una energía tranquila, en paz, amorosa, no cambiante, en mi corazón, ésa que llamo Dios. Y en ese preciso instante, mi mecánico me envió la foto de mi camioneta, lista y limpiecita, como una niña de quince.
Somos humanos y vivimos desde la dualidad, pero tenemos la opción, de observarnos y conscientes de la voz de nuestros monstruos internos, bajarle el volumen a la mente y re-conectarnos con nuestro corazón, y desde allí crear una realidad diferente.
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Más que Reparación, Transformación
Leonor Andrade Castillo
A mi camioneta le venían fallando las bujías. He venido cambiándolas cada tres semanas. La llevé al mecánico para identificar el problema de fondo. En su diagnóstico estableció que era necesario cambiar las empacaduras de la cámara. Una vez abierta la camioneta se vería cómo está el bloque del motor. Era de la opinión de que no iba a ser necesario rectificarlo. Ése, para él, era el peor escenario. Me preguntó si alguna vez le había hecho el motor a la camioneta y le dije que no lo recordaba. Se rió y me expresó: “Entonces no se lo ha hecho señora Leonor, porque ésa es una experiencia que no se olvida.”

Nos reímos un poco, hablamos sobre la crisis que también lo arropa a él, y entre pitos y flautas le dije que iba a ir comprando los repuestos en la medida que pudiera y mientras tanto seguiríamos cambiándole las bujías cada vez que se enchumbaran. Le propuse hacerle abonos tipo “San” para ir pagándole la mano de obra. Nos reímos, pero conectados tanto por la crisis como por nuestra creatividad venezolana, aceptó mi propuesta. Salí de allí, por una parte aliviada porque ya sabía a qué me estaba enfrentando, y por otra con una sensación de susto. Lo sentía en la boca del estómago, como un vacío, como un hambre que no puedes llenar comiendo. Tomé conciencia del susto y me pregunté qué me daba miedo. Entonces lo pude ver: Mi vocecita estaba diciéndome: “Si apenas puedes cubrir los costos de atender a tu mamá, cómo crees que vas a poder comprar repuestos y pagarle al mecánico. Te vas a quedar sin carro.” El vacío en el estómago se hizo más grande. Lo observé y no peleé con mi vocecita. Sabía que si me enfrentaba a ella me iba a ganar. Me mantuve observando, como un testigo, y la dejé que siguiera. Escuché todos sus temores y visiones catastróficas. A pesar de mostrarme la peor de sus visiones, no me enganché con ella.

En la noche, le comenté a mi tío la situación con la camioneta y el acuerdo al que había llegado con el mecánico. Me escuchó en silencio. Seguí en mi rutina de cuidado a mi mamá y la correspondiente logística y sus costos. En paralelo empecé a buscar los repuestos y averiguar precios.
A los días, recibí una llamada. Era mi tío. Me comentó que uno de mis primos iba a costear los costos de la reparación de la camioneta, según presupuesto. Lloré de emoción y agradecimiento. Su solidaridad llenó mi corazón e iba en camino de sentirme abrumada. No obstante, recordé unas palabras del maestro Mooji en las que se refería a la necesidad de mantenerse como testigo, sin dejarse llevar por las emociones, aunque fueran positivas. Así que observé la emoción de alegría y agradecimiento por todo mi cuerpo y en mi corazón, desde afuera, como testigo de mí misma. Eso me permitió mantenerme tranquila y darme cuenta que mi vocecita estaba allí, escondida, y en voz baja diciendo: “Sabía que sola no podrías”. En lo que escuché ese pensamiento, en voz baja, casi en secreto, estuve a punto de dejarme llevar y sentirme poca cosa, pero al darme cuenta, continué como un testigo, escuchándola, hasta que se desvaneció al no tener a nadie que la estimulara. He aprendido, que reprimir esta voz trae como consecuencia que salga más grande después, así que ahora la dejo que hable, sin responderle y sin tratar de callarla. A veces es difícil, no te voy a caer a embustes, y es necesario agarrarse a nuestras mayores fuerzas para resistir el embate y no dejarnos llevar, pero a medida que vas practicando (como cuando vas al gimnasio) te vas haciendo más fuerte y lo puedes lograr con mayor facilidad.

Esta semana dejé la camioneta en el taller. A los dos días el mecánico me dio la noticia de que era necesario rectificar el bloque. Volví a sentir el hueco en el estómago. Sabía que los costos se iban a disparar. Pregunté qué pasaba si sólo hacíamos el trabajo de la cámara y me respondió que en un mes estaría con el mismo problema. La cosa era o sí o sí. Me dio el precio de la rectificación. Me asusté. En este punto, más allá de la solidaridad humana, decidí abrirme a confiar en Dios y lo solté todo. Me monté en el barco y le dije que llevara el bloque a rectificar. Al día siguiente, el bloque estaba rectificado. No había vuelta atrás. El bloque es otro, con nuevas medidas, que requerirán nuevos pistones y nuevos anillos para poder arrancar. La camioneta es otra, con un nuevo corazón y yo también estoy siendo otra, al poder observarme sin juicio, agradecer la solidaridad que me brindó mi primo y aceptarla, escuchar al mecánico y llegar a acuerdos que nos beneficien a los dos, y confiar en que podremos salir adelante en la segunda parte de este viaje, que te contaré en mi próximo artículo la semana que viene.
Más que la reparación de mi camioneta, ésta es una oportunidad para vivir un proceso de transformación individual que de uno en uno irá convirtiéndose en un renacer colectivo de nuestro país. Mi palabra: Confianza.
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¿El Orden de los Factores Altera el Producto?
Leonor Andrade Castillo
¿Te acuerdas cuando en clase de matemáticas estudiaste la propiedad conmutativa, según la cual tanto en sumas como en multiplicaciones el orden en el pongas los números no afecta el resultado? 2×3 es igual a 6 al derecho y al revés, 3+2 es igual a 5 independientemente del orden de los números.

Pudiéramos pensar que en nuestra vida cotidiana esta propiedad también se cumple cuando de multiplicaciones y sumas se trata. Si aplicamos esta propiedad cuando estamos comprando plátanos y vemos un letrero que dice 2×1, inmediatamente interpretamos que nos están vendiendo 2 plátanos por 1$. No obstante, si cambio el orden de los factores pudiera llevarme una sorpresa, y es que aunque el resultado continuaría siendo 2, yo recibiría 1 plátano por 2$. ¿Qué tal?
¿Qué tal si te tomas unos minutos para chequear esas situaciones en tu vida en la cuales el orden de los factores sí altera el producto, y terminas siendo desfavorecid@ tú o desfavoreces a otro?
¿De quién depende el orden de estos factores? ¿De quién depende el valor que nos dan, y el valor que nos damos?
Estamos en las cercanías del Día Internacional de la Mujer. Imagínate por un momento que aplicáramos el 2×1 de los plátanos a nuestra relación entre hombres y mujeres… ¿2 hombres por 1 mujer es lo mismo que 2 mujeres por 1 hombre? ¿Qué tiene esto que ver con el valor? ¿Qué tiene que ver con la equidad? ¿Cómo se relaciona el orden de los factores con la equidad? Cuando hablamos de equidad, en el marco de las relaciones entre hombres y mujeres, nos referimos a que ambos tengamos acceso a las mismas oportunidades y condiciones, y por ende tengamos acceso a los mismos derechos como ciudadanos. ¿Qué me hace invisible a los demás en términos de derechos? ¿Qué me impide ver a otro?

Por ejemplo: estoy en una cola esperando mi turno para pagar algo, y una persona de 80 años, está detrás de mí en la cola, visiblemente cansada. En términos de orden de llegada a la cola, me tocaría a mí pagar primero, pero en términos de compasión, tengo la opción de decidir hacer algo diferente. No es lo mismo igualdad que equidad. La igualdad tendría que ver con el orden de llegada y la equidad toma en cuenta las condiciones de cada uno y las necesidades que podamos tener. Tengo la oportunidad, luego de verla, reconocerla y reconocerme en ella, de ir más allá de la igualdad, incluso de la equidad y decidirme por la compasión. El primer paso de la compasión es la empatía, es decir ponerme en su lugar, sentir su cansancio, o tal vez sus dolores en el cuerpo, o su lentitud como si fueran mías. Hasta ahí estamos en el campo de la empatía. Si me dejo llevar por estas sensaciones, puedo ponerme a llorar en la cola mientras espero, abrumada por las emociones y marcharme llena de tristeza o de rabia sin haber cambiado nada. Puedo por otro lado, sentir y no dejarme llevar y preguntarme: ¿Qué acción puedo tomar en pro del bienestar de esta persona de 80 años aquí en la cola? Podría identificar varias opciones: Cederle mi lugar, preguntarle a la persona de la caja y a los que están delante de mí, si están de acuerdo con que esta persona pague primero. Puede que los demás no estén dispuestos, y está bien. En ese caso, puedo cederle mi lugar, sin juicio hacia los demás, y sin creerme la última Pepsi Cola del desierto. ¿Qué necesitamos para poder incluir al otro en nuestro campo de visión? Para mí, en primer término está poder verme primero yo para luego poder ver al otro.

Nosotros mismos nos ponemos de últimos en la cola. Cuando hago eso, cuando me pongo de última en la cola, es realmente difícil que otro me ponga de primera y es imposible para mí poder ver a otro. Para poder ser inclusivo y compasivo con otro, primero necesito incluirme y ser compasiva conmigo. A veces esto se nos olvida, no nos atendemos y esperamos que otros nos atiendan, contribuyan, nos escuchen, nos incluyan en sus planes. Cuando no lo hacen, seguimos esperando y tendemos a culparlos, a juzgarlos. No sabemos cuál es la situación del otro. No sabemos si está en la misma situación que yo, es decir que no se atiende, no se ve. No sabemos si sencillamente tiene otras prioridades en las cuales no estoy incluida.
No podemos hacer nada para que el otro cambie pero sí podemos voltear la dirección de nuestro lente y en lugar de estar mirando hacia el frente, hacia afuera, hacia el otro, puedo mirarme a mí, atenderme a mi, y al ser compasiva conmigo y sentirme en bienestar, estar disponible para tomar una acción en pro del bienestar de otro, sin esperar nada a cambio. Como bien dice el Dalai Lama, el cambio es de uno en uno y la mejor forma de ser feliz es haciendo algo bueno por otro, luego de que te hayas atendido (agregado por mí). Te invito a observarte el día de hoy y si descubres que estás culpando a otro, esperando que otro te haga sentir bien, mira de nuevo y pregúntate: ¿Qué puedo hacer por mí en este momento para sentirme en bienestar? Escucha tu voz interna y atiéndete. Esto te permitirá estar disponible para incluir a otro en tu campo de visión y decidir tomar una acción en pro de su bienestar. Recuerda: el orden de los factores, en este caso, sí altera el producto.
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Eres del Tamaño de tu Compromiso
Leonor Andrade Castillo
Debo confesar que estoy muy movida por la cantidad de animales domésticos abandonados en las calles. Esta preocupación ha ido en aumento luego de que falleciera mi compañera de vida perruna Lucía, con quien compartí 13 años de mi vida, y luego al año y medio falleciera mi gato Namasté, un gato que se había convertido en comunitario tras haber sido abandonado por su familia. Namasté y yo pasamos por un largo proceso de domesticación mutua, que se profundizó una vez que Lucía partiera de este plano. Namasté al sentir mi tristeza se acercó cada vez más a mí, y de alguna manera, llenó el vacío que había dejado la partida de Lucía en mi corazón y de esa forma también terminé ayudando a llenar el suyo. Se puede decir que ambos nos comprometimos el uno con el otro.

Desde hace varios meses siento este gran deseo de tener una nueva compañera perruna con quien compartir mi vida, pero honestamente no he dado el paso debido básicamente a mi compromiso personal con el cuidado de mi mamá, que implica estar fuera de casa dos noches de cada semana. Por ello, decidíapoyar económicamente un refugio de animales domésticos, y ello me ha abierto los ojos aún más a ver el alcance del abandono, no solamente de los animales sino incluso de los seres humanos que están dedicados a rescatarlos y cuidarlos. Una y otra vez escucho cuando dicen: “No nos dejen solos. Sin ustedes no podemos”, refiriéndose a la necesidad de apoyo por parte de los humanos.
Como en esta vida humana nos movemos en dualidad, hace unas semanas descubrí un señor que vive en la calle con su perro. Cuando los he visto han estado sentados el uno al lado del otro en la acera. Los descubrí porque iba manejando y de pronto escuché unos ladridos en modo defensa. Volteé y vi cómo el perro estaba ladrando a una persona, que sintió le iba a hacer daño a su compañero humano. Me conmovió hasta la médula. A la semana siguiente los volví a ver en el mismo sitio, ambos sentados en la acera,unidos por su amor y una cabulla/correa que va de la mano del humano al cuello del perruno, ambos comprometidos el uno con el otro, sin importar qué. Y es que el compromiso es un acuerdo que hacemos,primeramente con nosotros mismos, un acuerdo consciente de lo que deseamos y a lo que daremos prioridad, independientemente de los obstáculos que surjan en nuestro camino.
El compromiso personal es la base de todo proceso de transformación. Sin él no es posible ningún cambio. Incluso, los procesos de transformación colectiva parten del compromiso personal de cada uno con ese cambio. De lo contrario, nos encontraremos con unos pocos que repetiremos una y otra vez: “No nos dejen solos. Sin ustedes no lo podemos lograr.”

En este punto me parece importante hacer una distinción entre compromiso y obligación. El compromiso va más allá del “deber”, del “tener que”. La obligación tiene una fundamentación externa, basada en una imposición, mientras que el compromiso nos mueve desde el “querer”, desde lo más profundo de nuestro corazón. Si te escuchas hablar, en relación a tu objetivo a lograr, de esta forma: “Tengo que ir al gimnasio”, o “Tengo que caminar a mi perro” o “ Tengo que hacer la comida” o “Tengo que mejorar mi relación de pareja”, pregúntate qué es lo que realmente te mueve, qué es lo que realmente quieres, observa tu emoción cuando lo dices, e incluso tu sensación física. Y prueba cambiar tu lenguaje al referirte a esas actividades y di en su lugar: “Quiero ir al gimnasio” o “Quiero caminar a mi perro”, o “Quiero hacer la comida” o “Quiero mejorar mi relación de pareja”. Cuando haces este cambio, tu cerebro comienza a buscar respuestas para satisfacer tu deseo y entiende que quieres ir más allá y se enfoca en crear el camino para lograrlo. Esto me lleva a un segundo punto: Observa tus pensamientos y lo que te dices a ti mism@. Por ejemplo, si te dices: “No tengo tiempo para ir al gimnasio”, podrías observar ese pensamiento, buscar en tu calendario y descubrir que tienes media hora tres días a la semana que podrías dedicar a ir al gimnasio. Aaaah entonces dirás: “Me tomaré media hora lunes, miércoles y viernes para ir al gimnasio.” Esto es posible y específico y tu mente estará contenta con este nuevo enfoque con el que se compromete. El compromiso es como una planta. que necesita que la reguemos para crecer. Con cada acción que tomamos, por pequeña que parezca, desde nuestro compromiso personal, éste se fortalece y nos transforma como personas.
Pregúntate qué es lo que realmente quieres. A veces tienes una lucha interna entre un querer y una obligación o entre dos quereres. Te sugiero revisar y elegir el querer que realmente te mueve, para que puedas entonces comprometerte contigo mismo y alcanzarlo, independientemente de lo que suceda, sin excusas y desde la fuerza que viene del corazón, como el perro y el humano que aunque están en situación de calle, están comprometidos el uno con el otro desde el amor.
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