entrevistas/pasión país

Magistral: Victoria de Stefano. Ahora, inmortal.

por: Inés Muñoz Aguirre

La casa que la alberga está en el medio de esa sordina en que se ha convertido  la calle, una tarde de sábado. Síntoma de una ciudad cansada.  Victoria de Stefano nuestra escritora, fue homenajeada al recibir la Orden Cavalieri della República Italiana, camina sobre el cemento que cubre el estacionamiento, casi ingrávida, sostenida quizá por sus personajes: Clarice, José, Mauro, El suizo, Julián, Bernardo, por mencionar algunos.

Venezuela e Italia se llenan de orgullo ante su trayectoria, la cual se ha caracterizado por una entrega constante a las letras.  “Diarios”, “Paleografías: trazos oscuros sobre líneas borrosas”,  “Historias de la marcha a pie”, “La noche llama a la noche”, “El desolvido”, “Pedir demasiado”, “El lugar del escritor”, “La refiguración del viaje”, son algunas de sus obras.

Al entrar a la casa hay un silencio grande que se cuelga de las ventanas y paredes.   Nos advierte que está cansada,  va directo a la cocina, la enciende. Coloca la tetera sobre el fuego.  Me atrae su mesa de madera, la silla de madera a la cabecera, donde me siento.  Sale. Coloca las tazas sobre la mesa, aclara que cada una es distinta a la otra. Nos reímos, hablamos de la moda que se ha impuesto en las vajillas. Ella aclara que las de ella responden a situaciones que no tienen que ver con la usanza de los nuevos estilos. Volvemos a reír.  Sirve el té, entrelaza los dedos de sus manos, unos dedos largos y delgados a través de los cuales se deslizan sus ideas hacia la  computadora, cuando escribe sus ya afamadas novelas. Sobre eso deseo indagar, sobre el necesario mundo reflexivo del autor, antes de dar paso a la palabra. Hablamos y pregunto.

–­¿Cuál es el lugar del escritor?

–­El lugar del escritor es su cuarto, si hablamos de un espacio. Puede ser cualquier cuarto, no necesita ser un estudio. Yo a veces escribía en el cuarto, a veces en el comedor, porque al final, es un espacio que haces tuyo. En un sentido más metafórico, espiritual y emocional, el lugar del escritor es el recogimiento, la introspección, la soledad. Puede que un escritor sea sociable, salga a la calle, esté en todas partes, pero en el caso mío, yo necesito mi recogimiento, y lo tuve. En primer lugar porque tenía dos hijos, después los nietos,  y daba clase en la universidad. Lo que más me gustaba de dar clase es que te pagaran por leer y estudiar, y cuando pasé de la escuela de Filosofía a la de Arte,  fue un cambio de trescientos sesenta grados aunque el tema del arte y la teoría literaria me eran muy cercanos. Yo di clase  de teatro, de dramaturgia, de teoría y estructura dramática.

–­Desde el punto de vista de la práctica, ¿cómo se describe ese “lugar”?

–­ Aparece en mi novela “El lugar del escritor”. Yo vengo de una fiesta y entro a mi cuarto y aquí puedo hablar en otro sentido, el lugar del escritor es la lectura. El escritor tiene que leer, el que pretenda escribir y hacer pinitos literarios sin leer, está equivocado. Eso no existe.

–­En su obra, además yo siento como una constante el encierro…

–­Cuando escribo “La noche llama a la noche” (1985) estoy entrando a lo experimental. Escribo más libre, fragmentos que se unen, pero cuando escribo “El lugar del escritor” (1992) lo hago porque necesito escribir una novela más corta. Vengo de un trabajo largo y entonces, necesito buscar una voz más personal, ser más yo, la que escribe. Independientemente de que escriba en tercera persona, quiero encontrar una voz más propia.

–­En la búsqueda de esa voz más propia  ¿cómo se conserva la separación entre el que escribe o el personaje,  o simplemente se produce una mezcla?

–­Más que una mezcla se trata de pasar del autor al personaje. En algún momento esa distancia se corta, y hay una cierta fusión. De todos modos, escribir con voz de mujer no es fácil porque en general la literatura está enfocada desde lo masculino.  En el caso de Virginia Woolf, por ejemplo, aparte de los dos libros de ensayo: “Una habitación propia” y “La torre encantada”, donde ser mujer u hombre no tiene ninguna importancia, se puede apreciar que ella tiene una sensibilidad muy fina pero no sensiblera, donde uno puede caer con cierta facilidad, para construir las situaciones y los personajes. En “Las Olas”, por ejemplo, ¿cuántos personajes tiene femeninos y masculinos desde los cuales ella habla?.  Al final uno habla desde todas las voces, independientemente de que sean hombres o mujeres.  En las primeras historias que yo escribí, me decían “pero Victoria, ¿por qué escribes como un hombre?”, y yo contestaba “porque quien habla es un hombre, no soy yo”.

–­¿El escritor elige la soledad o forma parte de su proceso?

–­ Yo creo que forma parte natural del proceso. En mi caso,  me divorcié muy joven y me dediqué a mis hijos, no podía andar por allí, así que pasaba mucho tiempo en mi casa. Por otra parte, tengo una formación austera que viene del europeo que vivió la guerra, la disciplina, la educación. De niña, yo no sé si era motivo de orgullo, de soberbia, o de distinguirme, pero yo era muy estudiosa y sobre todo me gustaba mucho el lenguaje, la palabra, me gusta mucho leer. Todo tiene que ver con la soledad.

–­¿Si le solicitáramos unas claves propias de la escritura, de cuáles nos hablaría?

–­ Primero que nada hay que leer mucho, porque la lectura se convierte en la lectura de una partitura.  En la escritura hay una melodía.  Hay que fijarse en pequeños detalles, no repetir a veces las preposiciones tan cerca,  no utilizar muchas palabras femeninas pegadas, hay que alternar las femeninas con las masculinas, en singular, en plural. De vez en cuando hay que usar una de esas palabras que funcionan como un escape, que le dan riqueza a la frase. Eso lo he tratado de internalizar y por eso me gusta leer buenos autores.

–­¿La conversación con otros escritores, nutre?

–­ Yo tuve buenos amigos escritores, yo era mucho más joven que ellos, así que me estimularon, por ejemplo: Eugenio Montejo, o Juan Sánchez Peláez, hablábamos mucho. Bastaba que Eugenio me nombrara un libro para que yo me lo leyera.  El me llamaba a regañarme, porque  decía que yo era demasiado intelectual.  Él venía de una corriente literaria como el Surrealismo, aunque no lo marcó del todo, era más del inconsciente, más de los símbolos, desde la subjetividad. El otro con quien conversaba mucho era Salvador Garmendia, éramos vecinos. También recuerdo mucho a un filósofo que estudió conmigo: Guillén Pérez. Además estudié con Cadenas, aunque yo estudié Filosofía y él estudiaba Letras.

–­Siempre he tenido la idea de que la formación dramatúrgica da unas herramientas adicionales y muy importantes al narrador, ¿qué piensa usted sobre esto?

–­Yo antes leía teatro, cuando tenía que dar clase de Estructura Dramática. Era increíble porque en ese momento no había bibliografía, hasta que un profesor de Lógica Matemática, argentino, me dijo que tenía que buscar el libro de Peter Szondi, húngaro, un hombre de la nobleza, que se suicidó, pero dejó escritas cosas muy importantes. Él tiene una teoría del drama  moderno, y a partir de allí fui preparando mi materia.  Yo sentía que incluso sin usar el diálogo convencional, tenía que trabajar con una forma personal o una forma interrogativa indirecta, o la exclamativa, porque eso te ayuda a dramatizar. Una vez leí un capítulo de “La noche llama a la noche”, en la Casa de Bello, Daniel Santos estaba sentado allí. Cuando terminé de leer el capítulo del secuestro, sentí que había utilizado una estructura dramática.  Las tres últimas frases son cortas que conducen hacia una caída de telón. Hubo un silencio cuando terminé. Yo no me había dado cuenta de que él estaba allí sentado, entonces se paró y empezó a aplaudir, mientras decía que yo tenía que escribir teatro.

 –­Enseñando teatro, ¿dónde buscaba las claves que debían ser transmitidas a los alumnos?

–­ Yo no daba historia del teatro, si no los momentos culminantes, el teatro Isabelino, el teatro de Moliere, tal vez algo de Goldoni.  Después pasaba a Strindberg, Ibsen y Chéjov. No creo tanto en la teoría del teatro épico, creo que la teoría está un poco desmontada.  Me encanta Beckett,  sus obras “Final de partida” y “Esperando a Godot”.  Incluso las novelas  como “El innombrable”.  El teatro se lee y se olvida con mucha facilidad, así que yo cada año volvía a leer las piezas y descubría cosas nuevas. Usaba mucho el teatro para mis ejemplos de los cambios de estructura, como se une la tragedia con la comedia.

 –­¿Cuáles destacaría como los elementos más importantes en la construcción de la estructura dramática?

–­ Donde no hay dioses no hay tragedia, entre los mejores ejemplos hay que estudiar a Shakespeare, a mí me gustan especialmente  “El rey Lear” y “Hamlet”, no sé por qué “Macbeth” me sobrecoge demasiado, así que ni siquiera podía pedirle a los alumnos que la leyeran. Hay que tener claro que si no hay conflicto no hay obra, incluso en la narrativa, donde el conflicto no es el núcleo concentrado del teatro, pero tiene que haber un conflicto. Pasolini, decía que tanto en el cine como en la novela hay dos historias, porque si no hay dos cosas que se unan no hay nada.

–­ Otro aspecto fundamental en el teatro son los personajes…

–­ Si, pero una novela de  puros personajes sin una plataforma en la que ellos se puedan relacionar unos con otros, no sirve. Yo he visto novelas, escritores, escritoras, que tienen personajes importantísimos  que están muy  bien delineados, pero sin esa plataforma que no es solo una trama, los personajes se me confunden.

–­ Un ejemplo de buen personaje es  el Señor P, en su novela “Lluvia”…

–­ Siempre recuerdo que sobre el Señor P, Vila Matas me dijo: “Victoria, ese no te lo inventaste tú, ese hombre es real,  y yo le dije que sí.  Sí en cierto sentido, porque es un personaje formado a partir de la vida de dos hombres.  A mí en “Lluvia” me gusta mucho la relación del jardinero con ella, cuando hablan de los hijos, cuando habla del jardinero suizo que era su amigo.  Un buen personaje,  es aquel que es sentido, no artificial. Puedes agregarle muchas cosas, pero tiene que ser emocionalmente sentido por el escritor.

 –­ Otro aspecto importante para muchos autores es la descripción de los objetos. En el teatro, los mismos se resumen en las acotaciones…

–­ Hay grandes maestros de la descripción de objetos, lo que es más difícil de describir son los espacios, porque el ojo pierde el espacio, es la forma de darle realidad a lo que escribes. Hacer que las cosas existan de una manera concreta. Cuando describo un objeto trato de que sea bien descrito, que tenga personalidad y establecer la relación de ese objeto con la persona. Es un trabajo fino. Un ejemplo maravilloso se encuentra en “Esplendores y miserias de las cortesanas”, de Balzac. Describe en tres páginas el ojo de la cortesana, y a partir del color del ojo, va creando una ascendencia, va creando su raza, incluso  creo que debe tener algo de judía. Yo lo he leído en francés y lo he leído en español. Él, por ejemplo,  para describir los colores, no dice rojo, si no que dice, “es del color de la almendra garrapiñada”. Va haciendo asociaciones. Describe la piña, que no es una fruta francesa obviamente. A él le encantaban las piñas, sembró una cerca de su casa.

 –­ La gran pregunta de todo escritor es,  ¿en qué momento hay que detenerse?

 –­ Esa es la parte más difícil.  De todos modos, los finales de las novelas no necesitan ser contundentes. Pueden ocurrir como en  la obra de Strindberg “La más fuerte”, sientes que a pesar de que ella habla mientras la otra no dice nada, se avanza hacia la caída de telón. Si buscamos grandes finales, quizá uno de los más famosos es el de un cuento de Joyce, “Los muertos”.  Ella recuerda un novio  que murió  y Joyce concluye  el drama personal, describiendo los acontecimientos exteriores, como cae la nieve sobre la montaña.

–­  ¿Qué hace Victoria De Stefano en este momento?

–­ En este momento tengo una novela por publicar, pero estoy escribiendo. ¿Cómo aguantas esta situación?, ¿cómo aguantas tanta infamia.? Yo no puedo caminar mucho porque por estas calles no se puede.  Así que tengo que escribir.

–­ ¿Podemos tener un adelanto de esa nueva historia?

–­ Estoy escribiendo una novela, de los años setenta, de una mujer con su hija adolescente.  La madre tiene una beca como traductora. Me molesta cuando la gente escribe del país como que si fuera un periódico de ayer, así que yo escribo del país a través de sus historias. Ellas viven la sensación del exilio, se van por unos años. A fines de los sesenta. Hay un momento en que la jovencita escribe desde la edad adulta, sobre el proceso de adaptación, porque yo creo que los exilios han existido siempre.

–­¿Tiene que ver ésta historia con su época en el exilio?

–­ Si, sin darle un carácter político. Tiene que ver con la adaptación, las pérdidas, las separaciones, el estar en sitios diferentes. El maltrato que puede haber con el extranjero.

            Me hubiera gustado seguir hablando durante horas. En ese cuerpo que casi roza la fragilidad, se alberga una docente y una escritora, ambos oficios desempeñados a “carta cabal”. Se alberga un mundo de experiencias y conocimientos imposibles de retener en un instante.  Se levanta de la silla desde donde ha respondido a mis preguntas. Se sienta en el sofá y nos habla del país que le duele.  Después de un rato de conversación sobre la actualidad, nos despedimos. Ahora caminamos en dirección a la calle solitaria. Los grandes árboles se levantan majestuosos hacia el cielo. Casi como cómplices de estas horas compartidas, nos observan entrar al carro. Dos vueltas de llave en la cerradura que asegura la reja de la casa, es el último sonido que escucho, antes de emprender la marcha.

Paloma San Basilio: Un abanico de emociones

Inés Muñoz Aguirre

La ventanilla del avión se trastocó en ventana hacia el pasado. Desde su asiento en completo silencio Paloma San Basilio mira a través de ella. Se dirige hacia Venezuela. El escenario del Teatro Teresa Carreño ubicado en Caracas la espera para brindarle a su gran cantidad de seguidores la oportunidad de escucharla en vivo el 22 de octubre, después de unos cuantos años sin venir. Ante mi pregunta sobre ese regreso a un país donde venía cada año y medio, aquel país visitado sin sobresaltos por los grandes artistas, Paloma se desprende de la imagen para volverse emoción y sentimiento.

Foto: @mariamkrasner

– Me puse a ver todas las orillas, el perfil de la montaña, como se dibujaba el agua contra la tierra. Era como un reconocimiento de algo en lo que llevas mucho tiempo sin transitar. Hay una sensación y  aparecen los primeros recuerdos. Se produce un salto muy grande porque han pasado muchos años pero yo tengo una impronta muy fuerte.  Mi padre siempre quiso venirse a Venezuela. Mi hermana mayor era la encargada de venir con él. Mi abuela aterrorizada preguntaba que cómo Mayte se iba a venir, pero para él todo estaba claro, ellos dos se venían  y después el resto de la familia.  Así que a mi me hablaban de Venezuela y se me llenaban los ojos de mariposas y de palomas volando por todas partes. Por eso la primera vez que me trajeron de promoción yo me dije: que suerte tengo.

Para mi América no era un lugar al que yo venía a cantar, era la deuda que tenía mi padre.  Mi padre era un soñador y yo sigo su estela porque descubrí que la mejor manera de vivir es soñando. Así que cuando el avión empezó a bajar me acordé tanto de mi padre, de lo feliz que fue cuando se pasó aquí un mes conmigo y con mi hija en el hotel. Fuimos a la playa, a Los Roques, a Canaima.

Mis primeras venidas de la mano de María Gómez, unas venidas de toma de contacto, de promoción para que el país me conociera. Recuerdo un especial de televisión que hicimos en el que bailaba y llegó un momento en que no me dejaban entrar al plató porque María se enfadaba cada vez que algo no funcionaba. Hice coreografías, hacía todo lo que me pedían porque yo siempre estoy por la labor. Todos esos recuerdos me llenan de emoción.

La tengo allí, sentada a mi lado. Ella haciendo realidad el sueño del regreso. Cientos de admiradores ansiosos de escucharla y yo queriendo descubrir mucho más de ella. Deseo descubrir a la comunicadora que escribe crónicas para el diario ABC y autora del blog “Ciento volando”, a la autora del libro “La niña que bailaba bajo la lluvia” publicado por Aguilar, la pintora que exhibió su obra en  dos exposiciones y todos los cuadros vendidos, la autora  de la novela “El Océano de la memoria” y por si eso fuera poco a la madre orgullosa, la apasionada lectora y dichosa aventurera que ha recorrido medio mundo.

– Te leo en el Diario ABC y descubro a la escritora de crónicas, la que es capaz de usar frases como “ Las bicicletas invaden el espacio como ardillas surgidas de la nada”…

– Yo soy una lectora empedernida, me gusta mucho la literatura que paladea las palabras. Me gusta una literatura con pausas, igual que en el cine. No me gusta esa donde todo pasa a gran velocidad, sin puntos ni comas. Cuando me propusieron escribir en el ABC. Hice el blog “Ciento volando”, aunque de entrada me parecía de mucha responsabilidad, pero hay tantas cosas de las que hablar, porque si en realidad te gusta escribir, lo primero que haces es ver y escuchar. A veces estoy en la casa de la playa y se me ocurre escribir sobre las playas que se vacían, las playas que se llenan, las playas en calma. Estoy en Chile en un hotel y estoy viendo a un hombre en una barca, con una sombrilla, aunque debo decir que yo soy una aprendiz de escritora, tengo mucho respeto por la gente que escribe.

– Me interesa mucho lo que dices, cuando a mi me preguntan sobre la musa digo que no existe, que lo que sucede es que tenemos un archivo de códigos que se activan cuando algo despierta nuestra atención y esos códigos se adquieren a través de la observación…

– Yo estoy de acuerdo contigo. También es cierto que hay escritores de oficio que aplican la frase de Picasso “si llega la musa que me encuentre trabajando”. Yo no, yo soy de sentir y si siento no tengo que buscarlo, aparece. Me pasa con la escritura lo que me sucede con la pintura, que la mano va sola. En el fondo creo que es una necesidad de transformar la realidad. Una realidad que muchas veces no me gusta, entonces me creo mi realidad paralela. Además las realidades no son una, son las que tu decides que sean.

*

De vuelta a la vida

–  ¿ Crees que la pandemia nos ha mostrado algo de lo que podemos llegar a ser?

Foto: @mariamkrasner

Un tema inevitable de nuestros tiempos es el de la pandemia. Paloma escribe: “…aún estamos en ese limbo inmisericorde al que nos ha arrojado la pandemia, pero también siento que es algo parecido al ruido de la vida que tanto he añorado en estos días, de esa vida pequeña de ritos y costumbres, nuestra pequeña y querida vida a veces huérfana de  grandes acontecimientos, pero hecha de pinceladas que al final componen el lienzo en el que respiramos casi sin darnos cuenta”

– Yo creo que la pandemia nos enfrentó a un espejo en el que aparentemente todo está bajo control y que en realidad somos tremendamente frágiles y que a las primeras de cambio ese control desaparece. Vemos al ser miedoso, indefenso, solo. Eso no gusta porque nos vamos acostumbrando a tener todo garantizado, a tener muchos medios para obtener las cosas, a que todo es fácil.

–  ¿Cómo te imaginas una sociedad del futuro? 

– En el mundo del futuro me preocupa mucho el tema de la incapacidad para manejar las emociones, mucha gente recurre a una pastilla para dormir, otra para relajarte, otra para bajar la presión, o viene el alcohol. Somos como niños indefensos, caprichosos, narcisistas, que no estamos dispuestos a luchar para crecer y evolucionar como especies y como individuos. Eso es lo que me preocupa del futuro. Yo soy optimista en principio, a mi me parece que en ese sentido Pinker tiene razón ( Se refiere al psicólogo experimental, científico cognitivo, lingüista y escritor canadiense Steven Pinker) Si volvemos la vista atrás hay que ver lo que era el mundo antes. La gente no tenía derechos, trabajaba día y noche, las mujeres eran un bulto sospechoso, entonces dices: hemos mejorado muchísimo. También es cierto que a lo mejor somos más exigentes.  Lo cierto es que  me preocupa la evolución intelectual, lo emocional y lo humanista.

_ Todos estos temas dan vueltas en tus crónicas, en una de ellas hablas del escritor ingles Aldous Huxley. Hablas del mundo que él describe, de su Soma que parece ser la única salvación de esa sociedad que el describe…

– Mi generación estuvo muy influenciada por todo aquello.  Había una serie de personas que eran como unos gurú y si te pones a ver en alguna medida hay cosas que están pasando que tienen que ver con esa visión de la humanidad y del mundo.  De todas formas yo soy más de Erich Fromm, que tiene la capacidad de buscar el pensamiento.  De interactuar con el pensamiento del otro.  Creo que esa es la gente que desarrolla el auténtico ser y es ahí donde nos separamos de otras especies. 

–  Una vez que hablamos del confinamiento y del aprendizaje que nos deja. Hay una diferencia en el acercamiento a los escenarios?

–  Ha sido maravilloso. Yo vengo desde mayo haciendo conciertos y cada salida al escenario es impresionante.  Se ponen de pie en una ovación de no sé cuánto tiempo. Se te saltan las lágrimas. Es como que si estuvieramos pensando que ese es un concierto único.  No sabes si va a haber uno más o si todo quedará suspendido.  Le das más importancia a todo lo que tenías y lo dabas por hecho.

–  En ti,  ¿qué ha cambiado?

– Para mí todo ha cambiado sustancialmente.  Cuando terminó la pandemia tuve una pérdida muy fuerte que fue mi hermana mayor, ella era como mi segunda madre.  Lo primero que yo recuerdo fue una hermana que me llevaba doce años que tenía una melena peliroja que me abrazaba. Perder esa persona ha sido como perder el hogar de origen.  Yo tengo otro hogar que es el de mi hija y mis nietos, un hogar posterior,  pero el de origen ya no está. Mis hermanos ya no están.  Mi padre ya no está.  Ese núcleo tan fuerte, cohesionado y hermoso ya no existe.  Con la pérdida de mi hermana me quedé huérfana otra vez.  Quedó de una manera tremenda la sensación de ¿qué hago?, ¿A dónde voy?

¿Cómo lo has canalizado?

– De pronto tengo la idea de que quiero estar con mi hija y mis nietos, que quiero administrar mi tiempo y mi futuro en base a ellos.  Quiero olvidarme del concepto “meta”. Las metas han desaparecido de mi vida, mi objetivo es el día a día.  El resultado de cada cosa.  Seguir aprendiendo.  Seguir teniendo ganas de ilusionarme por cosas pequeñas y disfrutar cuando estoy en mi casa del sur, por ejemplo,  del olor de los jazmines, de la Dama de noche, de ese olor a mar. Esas son las cosas que hacen que una vida tenga sentido. 

*

Frente al espejo de la artista

– Mientras leía tu crónica “Me llamo miedo”, hubo una frase que saltó ante mis ojos “Entro en la vida de la gente sin que se de cuenta y ni siquiera cuando están llenos de mi saben distinguirme”. Y aunque es el miedo el que habla, yo la asocié directamente contigo, en lo que ocurre con tus canciones, con tu trabajo y la popularidad que te hace participe de la vida de la gente. ¿Qué sientes ante tanta admiración?

Foto: @mariamkrasner

–  Primero lo veo con asombro porque eso no estaba en mi catálogo de vida. Segundo: me conmueve el que yo pueda formar parte de la vida de la gente. Me conmueve que hay gente que me tiene como referente.  Que mi música pueda convocar a tanta gente a que quiera estar contigo,  eso me produce una emoción enorme.   Luego hay una parte de enorme gratitud porque todo lo que tú das se devuelve multiplicado por mil.  Otras veces me da agorafobia. Yo soy un ser humano pequeñito, solo mido uno sesenta,  no quiero que crean que soy lo que no soy. No quiero que crean que yo les voy a mejorar su vida en una dimensión excesiva.  

¿Qué ocurre cuando se admira a alguien?

–  Admirar a alguien y que algo te guste es bueno, creces, eres mejor, pero, que tú hagas de ese alguien ajeno el centro de tu vida es peligroso.  Por eso yo no tengo la sensación de que tengo que trascender o de permanecer en la vida de la gente.  Cuando ya no esté,  el mundo seguirá porque nada de todo eso me pertenece.  Cada quien hace una proyección sobre la persona a la que admira y eso hay que respetarlo sin apropiarte de ella porque la fama es como un manto que te ponen encima los demás y es un manto construido a la medida de quien te lo coloca.

–  Y hablando de ese ser humano que eres, tienes al lado una hija que es productora, compositora y que además prologa tu libro “La niña que bailaba bajo la lluvia” en el cual expresa: “Mi madre se desdoblaba en dos personajes uno, el ser humano; otro, la famosa, y yo realmente no lo entendía desde la ingenuidad de mi niñez.  Me preguntaba por qué ella no podía ser mía, mi madre, por qué tenía que compartirla con el mundo entero, o tal vez debiera decir entregársela al mundo entero”. ¿Cómo ves a Ivana, la mujer, la creativa ?

– Es un ser insólito, infinito. Durante la primera etapa de su niñez yo estaba tan ensimismada con mis cosas y responsabilidades,  con las giras de seis meses seguidos que yo sabía que allí había una niña muy especial pero en ese momento todavía no era consciente. Me da mucha rabia porque me perdí parte de disfrutar, compartir y de estimular a esa criatura única. Ivana es increíble, nunca acaba de sorprenderme. Es como un manantial inagotable de sensibilidad, inteligencia, capacidad de adaptación, amor y creatividad.  Es un ser de luz, un ser de un enorme corazón.  Sigues descubriendo. Si yo hubiera soñado una hija en algún momento, nunca hubiera llegado a la altura de lo que tengo como hija. Es un ser maravilloso. 

– Creo que la mayoría de las cantantes internacionales expresan la misma pena de haberse perdido la infancia de los hijos

–  Esta es una profesión que te vampiriza un poco.  Es demasiado lo que pide de ti. Siempre hay una lucha entre esa parte importante que es la maternidad y tu profesión.  

*

Entre las letras y la pintura

Paloma escribe mucho más allá de sus crónicas, sus libros han sido todo un éxito, pero también una búsqueda, un viaje hacia adentro, el camino hacia sus emociones.

– ¿Como nace la niña que bailaba bajo la lluvia?

Foto: @mariamkrasner

– En ese libro hice lo que no suelo hacer, que es mirar atrás con profundidad, con conocimiento de causa, con detenimiento, sin miedo, con sinceridad, casi dibujando. Era invierno cuando empecé a escribir con lápiz. Me sentaba en mi cuarto, con mi ventanal de cristal al frente. Me dije: tengo que contarme esto a mi misma y seguí. Hubo un momento en que de una editorial me propusieron hacer mi biografía  y yo dije: mi biografía no la voy a hacer porque estoy haciendo un relato vital. Un recorrido un poco existencial, un viaje al interior, pero no voy a ir contado la historia de la cantante. Es más cuando empieza la historia de la cantante termina el libro. Aun así me dijeron que si y entonces seguí escribiendo. 

– El libro es conmovedor, un detenimiento en muchas cosas en las que pareces recrearte. La suspensión del tiempo para hacer con él los dobladillos necesarios…

– Si, me gusta detenerme en las pequeñas cosas, en la cocina de carbón, en como se lavaba la ropa. En como se abrían los colchones de lana en las terrazas para limpiarlos. Como sacudian las alfombras. Me gustó mucho tener esa capacidad de recrearme en los pequeños detalles de una forma de vida que ya no vuelve.  Que no tiene nada que ver con la que tenemos ahora. A lo mejor es una forma de rescatar aquello y de decir que no hay olvido, que fuisteis muy importante. ¿Cómo olvidar la vida como era en esa época? Cuánto había que trabajar para tener las cosas confortables, cálidas.  Era un trabajo ímprobo. Ahora ya nada es igual, incluso desde el punto de vista intelectual.  Si tienes una pregunta, te metes en Google y te la contesta. Está todo hecho como de pinceladas aisladas, como que si las paletas no consiguieran ningún lienzo. 

– No podemos dejar de mencionar que tu primera novela “El océano de la memoria”, un libro de seiscientas páginas, también nos regresa al pasado ¿Cuál fue el proceso para este libro en el que además hay muchas referencias históricas?

Foto: @mariamkrasner

– Todo esto viene cuando me vino la historia de esta familia. Me inspiré en unos amigos que son una familia muy larga, que son un poco el referente sin tener nada que ver con las costumbres de los protagonistas.  Cuento lo que conlleva ser muchos hermanos. Allí hablo, por ejemplo,  del armario de los zapatos viejos, ubicado en la galería. Todo el que necesitaba  zapatos, si conseguía allí unos  que le quedaran bien, se los quedaba.  Por otra parte me gustó la idea de que la historia transcurriera dentro de  los cuarenta años de la dictadura.  Me pareció que era una época histórica interesante.

– ¿Cual fue el proceso para las referencias históricas? 

– Una amiga es dueña del periódico “El diario de Cádiz” que es uno de los más veteranos. Ellos tienen un compendio del Siglo XX encuadernado, es maravilloso.  Una joya. Allí puedes ver que  pasa cada día en esa ciudad, en España y en el mundo.  Yo tenía ese tesoro de anécdotas ahí con un gran anecdotario.  

– La frase con que empiezas el libro: “Alba, esta niña tiene fuego en el pelo y en el corazón, y por los ojos le sale la llama verde de las hechiceras” determina que este personaje formará parte del  hilo conductor… 

– Así como la mujer que trabaja en la casa la que tiene la manera de definir las cosas, la que tiene un instinto que a lo mejor la madre y la abuela no lo tienen. En esta novela se encuentran dos mundos, el de la calle y el de la burguesía.

– Cuando te oigo hablar aparece también la pintora. Las palabras con las que conformas algunas de tus frases nos conducen al tema. ¿Y lo de la pintura, las dos exposiciones en Sevilla y Madrid? La fuerza de los cuadros. Me atrapó el verde, azul y rojo, el movimiento que se observa en ellos. ¿Qué piensas, que sientes, que oyes cuando estás pintando?

– Para mí el color es fundamentalmente emoción. Cuando yo estudiaba psicología y estudiaba el Test de Rorschach en blanco y negro sentía un gran cambio cuando llegaba a las láminas de color.  Veías la emoción en lo que te contaba la gente y lo que le sucedía.  La vida es color.  Toda mi casa está pintada de mandarina. Yo no puedo vivir sin color, me sucede incluso con la ropa, siempre voy por el pistacho, el naranja,  el rojo.   Tengo muchos amigos pintores estupendos sobre todo dos que son muy amigos.  Uno de ellos es mi maquillador de toda la vida, quien expone muchísimo.  Un día estábamos en una casa en la playa y  la casa era minimalista, moderna, de paredes blancas y todo con cristales. La casa  estaba prácticamente vacía y me dije: esta casa le tengo que poner algo  porque está muy deprimente.  Nos fuimos por lienzos y empecé a jugar con ellos,  con las aguadas. Yo la echaba y movía el lienzo. Empecé con aquello y después empecé a meterle arena, sal, goma, a lograr texturas.  Ponía cuatro mesas y encima de ellas ponía los lienzos grandes. Me gustan anchos y sin marco. Trabajaba con el rodillo, con pincel y empezaba a hacer relieves.  Así llegó un momento que empecé a exponer junto a una gran amiga mía que es pintora.

¿Cómo calificarías  lo que haces?

– Es una expresión emocional.  En muchos aspectos depende del estado anímico, del tiempo que tengo.  Necesito tiempo para cada cosa.  

*

Ya al borde del escenario

Foto: @mariamkrasner

– Después del éxito obtenido con tus libros, ¿hacia dónde vas con la literatura?

–  Ahora estoy escribiendo otro libro pero necesito estar tranquila. Me gusta hacerlo en la casa de Navarra. Allí está el camino de Santiago.  Es un sitio con muchísima magia. Descubres el alma en el recorrido que hacen los peregrinos del camino francés que pasa por allí.

–  ¿Y la nueva historia tiene que ver con ello?

– Tangencialmente. La idea fue a partir de la pandemia y de la pérdida de la hermana mayor  por parte de la protagonista que es la hermana más pequeña.  Ella decide irse a la casa a la que no va desde hace más de diez años. Regresa después que los padres han muerto y lo hace sin posibilidad de retorno a su vida después de llegar a una casa cerrada y llena de polvo. Allí comienza la historia. 

– En el prólogo de “La niña que bailaba bajo la lluvia” Ivana  usa una frase donde dice que la música es la banda sonora de nuestras vidas.  Si yo te dijera ahora que me contaras sobre la banda sonora de tu vida, ¿qué canciones escogerías para ti?

– Sería muy complicado porque realmente yo me tendría que ir a la infancia y con ello a los boleros y  la copla.  Seguiría avanzando en la música de los 60.  Esa música americana que nos llegaba que era maravillosa. También colocaría a Los Beatles,  después a las cantantes de jazz : Sarah Vaughan  o Ella Fitzgerald, por quien hice una larga fila de noche en Madrid para asistir a su concierto. Es como ir andando por un camino inacabable. Despues vienen mis viajes a América y allí me vuelvo a reencontrar con la música de mis padres.  De pronto me encuentro escuchando los clásicos de oro que me encantan y con ello  espero que todavía me queden muchas oportunidades para seguir escribiendo esa banda sonora. 

Muchas oportunidades, muchas vueltas, cuadros, libros y muchas canciones le quedan a Paloma San Basilio, este ser humano que valora cada instante de la vida. Ella, la que regresa a nuestro escenario para emocionarnos, permitirnos cantar y alimentar sin duda la banda sonora de nuestras vidas con canciones como: Cariño mío, Juntos, La hiedra, Grande, Si te vas, Demasiado herida, Libre y tantas otras…

Deja un comentario

Anna Miernik : Con los dedos firmes sobre el teclado

Inés Muñoz Aguirre

Ella se coló por el corredor de la residencia de la Embajada de Polonia y apareció en el jardín donde la esperaban los invitados, con un atuendo que replicaba la bandera de Ucrania como un sentido homenaje a las víctimas de la guerra. Anna Miernik la exitosa pianista polaca, solista e intérprete de música de cámara ha actuado en 36 países y este mes de marzo le permitió no solo sentarse frente al piano en distintos escenarios de Venezuela, sino que sorteó dificultades, conoció de nuestras debilidades y se enamoró mucho más del venezolano.  

PRIMER MOVIMIENTO: LA GIRA

Torear todas las dificultades posibles con el fin de llegar con su música a Margarita o a Mérida se convirtieron en el gran reto  para lograr esta gira en el país, el agua, la gasolina, los vuelos, un túnel cerrado, puertas estrechas, escenarios desvencijados, un piano en el que no sonaba una tecla, cada obstáculo, una nota, introducción, interludio y coda de una gira inolvidable. 

_ ¿Cómo fue la organización de estas presentaciones en nuestro país?

_ Planificamos seis o siete conciertos y salieron nueve al final. Los planificamos con muy poco tiempo y eso te hace enfrentarte a muchas cosas. La obra que interpreté en el Teresa Carreño para cerrar el recital, la preparé solo con dos días de anticipación, por ejemplo. 

_ ¿Este país es un reto?

_ Venezuela es como mi segunda casa, porque aun en medio de la pandemia he venido tres veces en solo un año. La primera vez fue en marzo del año pasado, luego en julio y ahora de nuevo. Pasé el día de la Mujer en la isla de Margarita y mientras tocaba el piano pensaba en que probablemente ahora voy a pasar siempre el día  de la mujer en Venezuela.

_Cómo asume una artista que ha tocado en el Carnegie Hall en Nueva York y en la Sydney Opera House este tipo de dificultades?

_Asumiéndolo. Claro que vivimos la experiencia de la escasez.  En algún momento no tuvimos agua pero quiero decir que cuando uno  viene preparado para este tipo de situaciones, se asumen distinto. Los artistas están acostumbrados a alojarse en hoteles 5 estrellas y por supuesto si se enfrentan a una situación como esta de que falta el agua simplemente dicen que se van a casa y  no tocan. Yo me dispuse a superar las dificultades  porque pienso que siempre es importante llegar con la música a los lugares que no tienen posibilidad de escucharla, sobre todo cuando se trata de la música que yo interpreto.  Para mi este objetivo es como mi misión, obviamente es mi trabajo pero también es mi misión personal. Mi deseo siempre es llegar con la música clásica a los rincones más lejanos.

_ El último concierto del interior fue en Mérida, ¿cómo te sentiste?

_ En Mérida solo estuve 18 horas. Por varias razones como cosas no planificadas porque te sorprenden, llegamos atrasados al concierto. Nos encontramos por ejemplo con un  túnel cerrado lo que significó irnos por una vía mucho más larga por la montaña. Te sorprendes, pero también te sorprende la cantidad de gente esperando, gente también llena de historias como que llegó una chica con su gato a escuchar el concierto.

_Esas cosas del venezolano te llaman la atención?

_ De Venezuela me encanta el entusiasmo y el amor por el  país que tiene mucha gente. Sinceramente sabemos que la situación no es la mejor y sin embargo hay mucha gente que sé que tienen posibilidades de mudarse a otro país pero que te dicen: “Este es mi país y yo me quedo acá porque acá estoy feliz. Este es el mejor país del mundo”.  Eso me fascina siempre. Es increíble ver  la reacción de la gente.  En el Aula Magna de la Universidad de Mérida llegué al escenario y literalmente la gente gritaba antes de que empezara a tocar. Ese es el agradecimiento,  el cariño y la receptividad de la gente que aquí en Venezuela es muy particular. 

SEGUNDO MOVIMIENTO: La música

El repertorio que tuvimos oportunidad de escuchar interpretado por Anna, estuvo integrado por: Despedida de la Patria de Michał Kleofas Ogiński, Nocturno en Do sosteniendo menor op. Posth de Frédéric Chopin, Aria de Jontek de opera Halka de Stanisław Moniuszko. Nos sorprendió a todos al interpretar Un bal en rêve de nuestra Teresa Carreño y cerró la presentación con Balada en La bemol mayor op. 47 y Variaciones brillantes op. 12 de Chopin. Sus dedos alados recorrían el piano con tal velocidad, que por momentos parecían mariposas revoloteando. 

_ ¿Cómo escogiste el repertorio de esta gira por Venezuela?

_ Por supuesto siempre está presente Frédéric Chopin como nuestro compositor principal,  o digamos que es el más conocido.  Por otra parte yo  sigo descubriendo repertorio no conocido de música polaca.  Tenemos muchísimos compositores que por varios motivos no se dieron a conocer en su momento, algunos por las guerras y por la ocupación de entonces. Me sorprende la cantidad de compositores porque no son músicos que tengan  dos obras, a veces son unas obras extensas que en otra otras circunstancias seguramente estarían ahora en repertorios de los grandes pianistas. 

_ ¿Te consideras una embajadora de tu país?

_ Soy embajadora de la música de piano, digamos que de la cultura del piano polaco.

TERCER MOVIMIENTO: ¿QUIÉN ES QUIEN?

Anna ha recibido clases magistrales de eminentes pedagogos como el profesor Paul Badura-Skoda o la profesora Dina Yoffe. Completó su formación superior como música en la Academia de la Música de Cracovia en 2013, tras finalizar sus estudios de piano con el profesor Andrzej Pikul. También ha estudiado bajo el tutelaje del profesor Sławomir Zubrzycki (lutier de viola organista).

_ ¿Cuándo aprendiste a hablar español?

_ Aprendí español, bueno sigo aprendiendo, a mi no me gustan mucho los cursos de idiomas, así que prefiero aprender sola. Cuando empecé con el español lo hice con un  curso en el Instituto Cervantes en Cracovia.  Ahora vivo en Buenos Aires pero eso no me ayuda para nada,  tengo que cambiar el acento y los primeros dos días literalmente se rieron de mí, porque hablo teniendo un acento eslavo y añado algo de porteño.  Suena probablemente ridículo.  Acá tengo que hablar un poco más suave, es distinto. Todo eso forma parte del aprendizaje. 

_ ¿Cómo definirías la relación con tu país de origen?

_  Me conmueve lo relacionado con eventos importantes para la patria. No es que profese un nacionalismo fanático,  si no que creo que tenemos que aportar lo que tiene cada uno de nuestra  cultura y presentarlo de la mejor manera ante el mundo. En  estos momentos, por ejemplo, vivimos momentos muy difíciles con la guerra en Ucrania  y la verdad  yo vuelvo a enamorarse de los polacos que ahora están ofreciendo su casa sin conocer a la gente que albergan.  Ya son dos millones los que han llegado a nuestro país.  Justo hoy mi mamá me comentó que en una escuela cercana a nuestra casa ya hay setenta alumnos o más que llegaron de Ucrania y tienen que ser escolarizados.  

_ ¿Cuándo se inicia tu relación con la música?

_Escuchaba música de pequeña en mi casa, creo que eso es muy importante porque los niños absorben lo que los rodea.   Mi abuelo fue pianista aunque yo no lo conocí y una hermana de mi papá tocaba también. 

_ ¿Cómo te has encontrado al regresar a los escenarios después de la pandemia?

_ Regresar a tocar en el escenario después de la pandemia fue difícil, pero hay que reconocer la importancia de la presencia en los conciertos. Aparecer  después de tanto tiempo sin tocar en público cuesta. 

_ Me asombró verte tocar la mayor parte del repertorio de memoria…

_  Tocar de memoria es difícil pero lo que pasa es que  tocar una obra muy extensa, me llevó  a darme cuenta de que hacerlo sin partituras da seguridad en uno mismo.  Hay que seguir lo que está pasando y los dedos tienen que estar firmes en el teclado, porque a veces nos podemos desconcentrar pero nuestros dedos nos ayudan a seguir adelante. 

_ En qué sientes que te diferencias de otros profesionales de la música?

_ Yo creo que hay tantos músicos que son tan profesionales, hay varias agencias del mundo que los llevan a las salas principales, pero creo que no es necesario que todos los músicos hagamos lo mismo.  Además, entre comillas, es fácil tocar para un público que se sabe la obra o la conoce y sabe cuándo aplaudir.  A mí no me no me enoja para nada cuando alguien aplaude durante una pausa, hay gente que aplaude todo el tiempo y hay músicos que paran y se enojan.  Yo creo que como tengo la misión de llegar con la música clásica a la gente, quiero que esa música esté presente en nuestra vida cotidiana, para eso  tengo que ser lo más humana posible.  

_ ¿Crees que la música puede cambiar la vida de un niño?

¿Cambiar la vida? tal vez ese niño puede decidir tocar un instrumento que en realidad a largo plazo le puede cambiar o dar otra otro valor a lo que hace. Entonces sí, le puede cambiar la vida. 

Deja un comentario