
Una reflexión en torno a Ochenta días en Iowa: cuaderno de inapetencias de Jacqueline Golberg
Gábriela Márquez
Ochenta días en Iowa: cuaderno de inapetencias de Jacqueline Goldberg es el libro más reciente de la reconocida escritora venezolana, publicado por la Editorial Eclepsidra y presentado en el mes de marzo de este año. También es mi lectura más reciente y de la cual me tomo el atrevimiento de dedicarle estas líneas. Esta obra fue escrita luego de la participación de la autora en la Residencia de Otoño del Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa en el año 2018.

Ochenta días en Iowa nos narra mediante los recursos de la crónica y los diarios, la estadía de la escritora y gestora cultural en este prestigioso programa donde participaron 27 escritores de 26 países; y además nos relata sus más profundos pensamientos sobre sus conflictos para lidiar con los sentimientos difíciles que le generaba estar alejada del país, el cual estaba atravesando una significativa crisis de escasez, hambre, pobreza, desnutrición, migración e inflación.
Para referirse a su repentina inapetencia que experimentó en el viaje a Iowa, Jacqueline Golberg alude a un término propio llamado “paisorexia”. La autora reflexiona sobre su comportamiento alimenticio y confiesa haber padecido paisorexia, el cual señala como un síndrome, una “persistente inapetencia con consecuencias fisiológicas o no, producto del contacto cognitivo con la noción de país y su crisis socioalimentaria. Un daño o maltrato infringido por el Estado a la psiquis de los venezolanos que a diario nos topamos con el hambre propia o ajena, ya como inherente a la realidad, sea que vivamos en territorio nacional o como turistas en tierras lejanas. Es una huella generada por el país, que va de lo social y colectivo, a lo individual, que se construye como situación histórica”, explica la autora en el capítulo dedicado a este neologismo.

Jacqueline Golberg se muestra sorprendida al reconocer que experimentó una gran inapetencia a causa de los daños y traumas sociales que acontecían en ese momento en Venezuela, y de los que tuvo que distanciarse por unas semanas y padecerlos de otra manera en un país ajeno al suyo. La autora revela que esta repentina inapetencia le causó una sensación de insatisfacción, una negación a realizar diversas actividades con sus compañeros, prefiriendo resguardarse en su habitación de hotel, o incluso no probar diversas gastronomías por su falta de apetito.
Mientras leía este cuaderno de inapetencias me topé con una frase de la autora en donde expresa: “El país es cicatriz” y esa breve frase fue la que llevé conmigo hasta el final del texto y de la cual quise reflexionar. Ciertamente, el país es cicatriz, y podríamos decir que todos los países tienen sus propias cicatrices. Ochenta días en Iowa, nos permite adentrarnos en las sensaciones de angustia y conmoción que sintió la autora en el año 2018, sin embargo, también nos permite recordar los traumas y la desesperanza colectiva de todo un país en aquel funesto año.
Es un libro que se adhiere a la memoria histórica de Venezuela convirtiéndose en testimonios inigualables que dan a conocer lo ocurrido en un período determinado. Cada una de sus páginas nos invitan a no olvidar el pasado, por el contrario, nos incentivan a mirar hacia atrás y rememorar todas aquellas cicatrices que nos marcan y que son una huella en nuestro camino. Ochenta días en Iowa: cuadernos de inapetencias de Jacqueline Golberg, es un testimonio de muchos de los padecimientos y la crisis de un país, nuestro país.
Excelente, Leonardo. Me recuerda a la situación argentina durante los años de la última dictadura (1976-83). Como sabes escribí sobre Teatro Abierto 1981 (se cumplen 40 años) y entre otras causas, la alienación de todo un pueblo… la censura… muchas de las causas que nombras… qué tristeza… Un fuerte abrazo.
Gracias, querido Miguel Ángel.
Muchas gracias por el texto. Es bella tu vinculación primigenia con el teatro, con ese recorte de periódico de tu padre, y como todo se desliza hasta la obra de Samano y Sacristán. Me has dado ganas de volver de nuevo a una sala…