
Las mujeres de Eurípides
Leonardo Azparren Giménez

Los personajes femeninos de Eurípides han interesado más al teatro romántico y moderno que, por ejemplo, los de Sófocles, por su fuerte individualidad. Electra de Eurípides fue llevada al cine, no la de Sófocles. Las troyanas están con frecuencia en los repertorios. También fue llevada al cine Ifigenia en Áulide, mientras de las de Sófocles hay una obsesión casi enfermiza con Edipo tirano devenido rey sin razón, por aquello del incesto, asunto que no es tema ni subtema en Sófocles. El pobre Esquilo, el más grande, casi en el olvido. Las mujeres de Eurípides se imponen, en especial Medea y Fedra, personaje de Hipólito, la mejor obra de este autor. Son víctimas de situaciones agresivas y relaciones injustas, muy atractivas para los dramas de alcoba del teatro romántico y melodramático.
Sin duda, las mujeres de Eurípides irrumpen con fuerza y violencia por las situaciones que les son impuestas. Alcestis se sacrifica por su rol de esposa, no por amor a su esposo. Eso tiene una explicación histórica. Si Esquilo es el dramaturgo de la libertad y la democracia que derrotaron a los persas, Eurípides es del fracaso en la guerra del Peloponeso, de la desaparición de los héroes por las ambiciones políticas y de la disolución de los valores con los que se construyó la democracia. En esa situación política, la mujer emergió protagonista para enfrentar cualquier situación del fracaso de una relación personal y política. Una representación cómica y radical es Lisístrata de Aristófanes.

El romanticismo y el melodrama se detuvieron en la intimidad y convirtieron a las mujeres de Eurípides en víctimas de relaciones familiares simples. En Medea las relaciones entre los personajes responden a una alianza inviolable para la cultura griega. Medea es una bárbara y hechicera enamorada de Jasón, quien la acepta porque ella le garantiza el vellocino de oro. Pero Jasón no respeta la alianza; es un político pragmático. Si se alió con Medea para obtener el vellocino, ahora lo hizo con Creonte para casarse con su hija y heredar el poder. La ruptura de la alianza crea una situación en la que actúa Medea para obtener justicia. Mata a sus hijos, hijos de Creonte, y a su prometida: lo deja solo y sin herederos en una sociedad patrilineal y patrilocal. No es un drama de alcoba. En esa situación Eurípides coloca a Egeo, rey de Atenas, quien le asegura a ella una nueva alianza a cambio de ayudarlo a tener hijos. Siempre en la dimensión política, la cultura griega salva a una bárbara hechicera y deja solo a un político pragmático.

Eurípides se cuidó de no escribir una obra sobre Fedra, sino sobre Hipólito en la que ella es un personaje instrumental. Para comprender el significado de la obra son indispensables Afrodita y Ártemis, diosas que abren y cierran la obra. Eurípides plantea el relativismo religioso y moral en una religión politeísta. No es Fedra una apasionada descontrolada por Hipólito; es, en forma explícita, un instrumento de Afrodita para sancionar a Hipólito, por lo que las relaciones de los seres humanos con los dioses son el centro del asunto. Ahí suma el relativismo moral surgido en el relativismo de los sofistas.
¿El origen del problema? Hipólito, fiel a Ártemis, se burla de Afrodita y ésta, consciente de su poder, decide darle una lección. En una religión politeísta cada quien venera al dios de su preferencia, pero no lo faculta para burlarse de los otros. El genio de Eurípides está en la Nodriza, así como en Medea está en Egeo. El equilibrio de poderes entre Afrodita, diosa del amor, y Ártemis, diosa virgen, encuentra en el relativismo moral de la Nodriza su balance. Este personaje, arquetipo y prototipo de cualquier Celestina, aconseja a Fedra dejarse llevar por las pasiones porque dentro de las cuatro paredes de la casa nadie se enterará, y obtiene de Hipólito la promesa de no revelar lo que sabe. Maquiavélica, representa la amoralidad y el oportunismo que contribuyeron con la decadencia de Atenas.
Eurípides, acusado de maltratar a las mujeres con sus personajes femeninos, percibió en ellas las víctimas de una crisis global resultado del relativismo de los sofistas (“el hombre es la medida de todas las cosas…”) que acentuó el individualismo contenido en la libertad de la democracia ateniense. Las mujeres de Eurípides viven situaciones de degradación política, acompañadas de hombres sin estatura como la de aquellos que construyeron el esplendor de Atenas.
Medea y Fedra no actúan sin control como las interpreta el romanticismo y el melodrama. Son personajes racionalmente conscientes de la situación en la que están, conscientes de que la situación se les impone y coarta sus libertades. Son personajes de un teatro político que discute el poder injusto y el relativismo moral, ambos temas poco o nada románticos y muy políticos.
Excelente, Leonardo. Me recuerda a la situación argentina durante los años de la última dictadura (1976-83). Como sabes escribí sobre Teatro Abierto 1981 (se cumplen 40 años) y entre otras causas, la alienación de todo un pueblo… la censura… muchas de las causas que nombras… qué tristeza… Un fuerte abrazo.
Gracias, querido Miguel Ángel.
Muchas gracias por el texto. Es bella tu vinculación primigenia con el teatro, con ese recorte de periódico de tu padre, y como todo se desliza hasta la obra de Samano y Sacristán. Me has dado ganas de volver de nuevo a una sala…